Sorprende el espíritu de los maisienses en medio del desastre. Autor: Juan Pablo Carreras Publicado: 21/09/2017 | 06:39 pm
Después de la tormenta, después del vendaval, después de la espera larga y la noche oscura, después de tanta lluvia de tristezas, después de todos los después mientras hay vida... siempre nos llega la hora de orear el alma, de quitarnos la vestimenta de lo terrible aunque el paisaje nos obnubile, para tender al aire libre, en el largo cordel de la esperanza, todo cuanto nos ha quedado...
Y con eso que nos ha quedado iremos levantándonos poco a poco, paso a paso, minuto a minuto... Iremos deshaciéndonos de la humedad del desorden, mientras ponemos cada cosa otra vez en su lugar. Y estrecharemos lo que fue la casa a un espacio quizá menor, como desde ya se estrechan los brazos hermanos recién llegados.
Y volveremos a ubicar un espejo, que no será tan grande como el de antes, pero servirá para mirarnos. Y pondremos un reloj, que no será como aquel de pared, pero igual nos hará saber que el tiempo no se nos detiene.
Allí, donde una huracanada furia de desamor al natural quiso derribarnos de un tajazo, toca refundar ahora los cimientos de lo posible una vez más.
Ha llegado la hora de abrigar las certezas que habitan más allá de cualquier suspiro, más allá de cualquier plegaria. Ha llegado la hora de reconquistarnos, de salvarnos en medio de todo cuanto sabemos que habrá que hacer. Ha llegado la hora de escurrir las tristezas para recuperar todos los techos... incluso el del alma.