Frederick Funston. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 06:28 pm
Entre los 3 000 extranjeros de más de 40 países que combatieron en la manigua cubana contra los colonialistas españoles, estuvieron Frederick Funston, Henry Reeve, Thomas Jordan y Winchester Dana Osgood. Los cuatro expresaron en distintos momentos que estaban orgullosos de ser jefes de valientes mambises cubanos.
Winchester Dana Osgood
Henry Reeve
Thomas Jordan
Funston (1865-1917), nacido en Kansas, vino a Cuba en la expedición del vapor Dauntless como perito artillero y desembarcó por Nuevas Grandes, Camagüey, el 16 de agosto de 1896. Peleó a las órdenes de Máximo Gómez, primero, y de Calixto García, después. Por destacarse en distintos combates, en particular en los de Guáimaro y Las Tunas, llegó a ganarse los grados de teniente coronel. A los 18 meses de servicio activo en las filas insurrectas, tuvo que regresar a Estados Unidos, muy enfermo.
Al estallar la Guerra hispano-cubano-norteamericana regresó como jefe de un regimiento con el grado de coronel. Excelente amigo de los cubanos, disfrutó las glorias mambisas como suyas.
En su libro Memorias de dos guerras: Cuba y Filipinas (1914), de 451 páginas, dedica 146 a prestigiar a Cuba y a los mambises, sus compañeros de armas.
«Los cubanos son capaces de pelear y vencer sin recursos materiales, solo con el filo de los aceros de sus machetes, su audacia y su valor», expresó.
Reeve (1850-1876), natural de Brooklyn, Nueva York, se enroló en el vapor Perrit, que desembarcó el 11 de mayo de 1869 por la península El Ramón, de la bahía de Nipe, en Oriente.
Hermanos de sangre
Participó en los primeros combates de la Guerra del 68 y fue capturado y condenado a fusilamiento, en unión de otros mambises. En la ejecución recibió cuatro impactos de bala, que no le provocaron la muerte, y logró escapar.
En las más de cien acciones, combates y batallas en que participó, Reeve fue blanco de diez balazos graves. Durante un enfrentamiento con el enemigo, estuvo a punto de perder una pierna, por lo que tuvo que ponerse una prótesis metálica. Más tarde hubo que crearle un dispositivo que lo mantenía firme sobre su cabalgadura. Recibió heridas en una mano, en el pecho, en el abdomen, en la ingle y en un hombro. Ya sin fuerzas, se dio un tiro en la sien para no caer en poder del enemigo. Ignacio Agramonte lo llamaba Enrique, el americano, pero los demás mambises le decían El Inglesito.
En varias oportunidades se le oyó decir que «peleaba junto a los cubanos con la convicción de que eran nacidos en tierras diferentes, pero como si fueran hermanos de sangre».
Los cubanos son nobles y bravos
Jordan (1819-1895), hijo de Luray, Virginia. Salió de Nueva York el 4 de mayo de 1869 al mando de unos 200 expedicionarios en el buque Perrit, donde también vino Reeve. Desembarcaron el día 11 por una zona del norte de Oriente. El 19 de diciembre de ese año sustituyó al Mayor General Manuel de Quesada en la jefatura del Ejército Libertador. En una oportunidad confesó a un amigo que «los cubanos son nobles y bravos al mismo tiempo».
Carlos Manuel de Céspedes como presidente de Cuba en Armas, escribió una carta a Ignacio Agramonte, en la que recomendaba a Jordan.
El 1ro. de enero de 1870, Thomas Jordan dirigió uno de los combates más gloriosos de las armas cubanas durante la Guerra de los Diez Años. En Minas de Guáimaro o Tana, derrotó a la columna española comandada por el general dominicano Eusebio Puello y compuesta por 2 000 infantes, 100 jinetes, 25 voluntarios y tres cañones. Les provocó 200 muertos y poco después otros 200 corrieron igual suerte por las heridas recibidas. Diría entonces Jordan: «Si hubiéramos tenido parque, no se escapa ni uno».
Al regresar a Nueva York, elogió el heroísmo de los cubanos en su lucha por la libertad y en un banquete en su honor, recalcó: «No soy filibustero. No pude formarme idea cabal de la atrocidad española hasta que la contemplé frente a frente. Los españoles están peleando con armas compradas en establecimientos estadounidenses, en Maiden Lane, en la Casa Shurley, en la Hasley and Graham. Y a nosotros en todo un año, no nos ha sido permitido comprar nada».
Jordan habló con congresistas e incluso con el presidente norteamericano Ulises Grant para tratar el tema cubano, pero nada quedaba claro a pesar de las promesas de los políticos de turno.
En el diario World, el 2 de diciembre de 1870, escribió: «En este tiempo han desplegado los hijos de Cuba más firmeza, más abnegación y más constancia que los americanos antes de que los franceses vinieran a ayudarnos».
Y cuatro días más tarde en el propio periódico, anotó: «Ningún pueblo ha peleado jamás con tanta obstinación como el pueblo cubano, que no ha tenido auxilio de ninguna parte; antes al contrario, los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra han impedido que reciba ayuda alguna».
Con el respeto del mundo entero
Osgood (1870-1896), nacido en la Florida, antes de venir a pelear contra los españoles en la Isla, fue un destacado deportista en las universidades de Cornell, Pensylvania e Indiana. Sobresalió en el fútbol, el atletismo y la lucha libre. Se ofreció voluntariamente para combatir en la Guerra Necesaria; también perteneció como artillero a las tropas de Calixto García. Su actuación en el asedio a las fortificaciones españolas fue muy relevante y se ganó el grado de comandante del Ejército Libertador. Cuando enfrentaba al más grande de los fuertes españoles, un francotirador, desde una torre, a cien yardas de donde se encontraba, le dio un balazo en la cabeza, el 18 de octubre de 1896. Días antes había dicho a un grupo de mambises que peleaban junto a él, en la misma unidad militar: «Ustedes, los cubanos que luchan por la liberación y la independencia, nacen héroes, por eso se ganarán siempre el respeto del mundo entero».
FUENTES: Los partidarios de la galería del ayuntamiento, 1917. Iniciadores y primeros mártires de la revolución cubana, 1931. Panorama Histórico. Ensayo de Cronología cubana desde 1492 a 1933, 1934. Ramón Leocadio Bonachea, el jefe de la Vanguardia, 1955. Almas sin fronteras. Generales extranjeros en el Ejército Libertador, 1996.