Las tropas de Camilo en Yaguajay pusieron en jaque a la soldadesca de la tiranía, y la vieron rendirse, desmoralizada. Autor: Perfecto Romero Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
YAGUAJAY, Sancti Spíritus.—Los aires de las jornadas finales del año 1958 prometían ser diferentes aquí. El júbilo de los terruños vecinos en este poblado anunciaba que la localidad se convertiría en un hervidero.
La noticia explotó como dinamita. El 22 de diciembre de 1958 el escuadrón de la Guardia Rural del pueblo sintió las primeras presiones de lo que sería una batalla que no culminó hasta lograr el triunfo definitivo sobre las huestes de Batista.
El jefe invasor, Camilo Cienfuegos, arribó con unos cien hombres en horas de la noche. Asumió el mando de las fuerzas rebeldes y decidió fijar al enemigo dentro del escuadrón 37 y, a la vez, estrechar el cerco e intensificar el fuego sobre el sector urbano y hostigarlo hasta su rendición.
Más de 350 efectivos bajo el mando del capitán Alfredo Abón Lee, con apoyo de la Marina de Guerra y la aviación, se atrincheraron en el cuartel. De manera obstinada resistieron el fuego, la pestilencia de sus muertos, su desmoralización, la ausencia de apoyo del pueblo, su deshonra.
Las horas transcurrieron rápido. Bajas de ambos grupos, heridos, escasez de víveres y cansancio, propiciaron el pedido de dos treguas.
La primera se produjo el 24 de diciembre, a petición del mando rebelde, después de que el enemigo fue expulsado de sus tres puntos defensivos en el sector urbano. Yaguajay quedó, prácticamente, en manos del grupo invasor. Pero las fuerzas batistianas no aceptaron la rendición, argumentaron que esperaban la decisión del mando superior.
Prosiguió la batalla. Se intensificaron las acciones y se incrementó el número de heridos en las filas enemigas. De nuevo, un pedido de paz, esta vez a solicitud del capitán Abón Lee, quien se negó, en otra ocasión, a capitular.
La batalla de Yaguajay contribuyó a inmortalizar la figura de Camilo. Foto: Archivo JR.
Ante tal actitud, el Señor de la Vanguardia propuso a sus fuerzas someter a los rivales a una guerra psicológica y aumentar las acciones bélicas. Surgió, entonces, el Dragón I, el primer blindado, dotado de un lanzallamas para incendiar el cuartel y obligar a los soldados a la rendición.
En las madrugadas del 26, 27 y 28 se escucharon estruendos. Pero la precariedad del artefacto no permitió que cumpliera su objetivo, y fue alcanzado por un cohete antitanque.
Incendios a puntos estratégicos de las fuerzas batistianas, el impedimento de la llegada de refuerzos con víveres, constantes llamamientos por altoparlantes conminándolos al acatamiento, afectaron la maltrecha moral combativa de los que aun resistían tras el cuartel, casi convertido en ruinas.
En el mediodía de la última jornada de 1958 la situación era insostenible para los hombres del capitán Abon Lee. Estaban acobardados, atrapados en su propia madriguera, no tenían idea de cómo salir del mal momento, andaban desmoralizados por completo. No les quedó más salida que hacer flotar una bandera blanca como franca evidencia de la rendición. Todo el pueblo fue testigo de aquel hecho.
El legendario Comandante del sombrero alón y los miembros del Frente Norte de Las Villas habían protagonizado aquí un histórico pasaje de la lucha revolucionaria, motivo de orgullo hoy para quienes habitan en este pueblo espirituano, en el que se perpetúa la memoria de Camilo como el héroe de la liberación y uno de los mejores hijos adoptivos del poblado.
Fuentes utilizadas:
Estudios de historia espirituana, de Orlando Barrera Figueroa. Ediciones Luminaria, Sancti Spíritus, 1994.
Síntesis histórica provincial, Sancti Spíritus. Colectivo de autores. Editora Historia, La Habana, 2011.