Para que la cadena fluya y los precios caigan, la comercialización debe ser directa, lo más posible, del productor al vendedor minorista. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:59 pm
La Empresa Provincial de Mercados Agropecuarios de La Habana (EPMA-Habana) tal vez pase inadvertida para el público de la capital; sin embargo, tiene un relevante papel en las dinámicas de la comercialización agrícola en la ciudad.
Aunque no los administra directamente a todos, es propietaria (como representante del Estado y del pueblo, el verdadero dueño) de los agromercados de La Habana, tanto de los MAE como de las otras instalaciones, las que ha dado en arriendo a cooperativas no agropecuarias (CNoA) y bases productivas agropecuarias, por lo que recibe importantes ingresos.
Los más familiarizados con EPMA-Habana son los agricultores, quienes no pocas veces la ponen en la picota pública.
Jorge García Trujillo, director de la Empresa Provincial de Mercados Agropecuarios de La Habana.
Tras un largo recorrido por bases productivas de la provincia de Mayabeque, los reporteros de JR trajeron en su agenda más de una inquietud sobre el trabajo de esta entidad, por lo que solicitamos a su director, Jorge García Trujillo, una entrevista para profundizar en las dudas de los campesinos.
El acuerdo de ambas partes (JR/EPMA-Habana) para el diálogo fue no enfrentar ni posiciones ni actores económicos. Evitar «un dime que te diré» que no tendría fin.
Sirva este intercambio como puente para aportar un poco más de elementos y continuar contribuyendo a la comprensión de un complejísimo tema que lleva debatiéndose varios años en la sociedad y en los medios de prensa, y para el cual no hay, todavía, una última palabra.
No obstante, estos redactores mantienen firme su tesis —muy de nosotros mismos, y de otros también— de que la respuesta definitiva es el incremento suficiente y sostenible de las producciones.
—Jorge, las deudas con los productores salen una y otra vez cuando se habla de obstáculos al sector agropecuario. Es público y notorio el esfuerzo gubernamental por ponerle coto, pero a cada rato «salta el conejo». EPMA-Habana es una de las entidades que se menciona como «morosa» cuando recorres Artemisa o Mayabeque o lees noticias de otras provincias. ¿Es así?
—Tenemos deudas con las empresas agropecuarias, pero se han ido montando en letras de cambio y están en conciliación. Con cooperativas de Artemisa y Mayabeque con las que tenemos contratos directos, no las hay; la decisión es pagarles a los siete o diez días tras la compra, para proteger al agricultor.
—Los productores no entienden las demoras. «¿Por qué si los mercados venden y recogen dinero “todos” los días, se retrasa el pago a las empresas agropecuarias?», se preguntan. Es una lógica sencilla, pero contundente. ¿Por qué deudas?
—No contamos con la liquidez suficiente para honrar todo lo que debemos. Que tengamos deudas hoy se debe a que arrastramos otras viejas. Los ingresos no nos alcanzan para pagar lo de hoy y lo de ayer, pero tenemos claro el monto de todas, hemos ordenado el esquema financiero y estamos cumpliendo seriamente con el flujo de caja. Pagamos lo que se pacta semanal y mensualmente.
—¿Deudas viejas?
—Esta empresa se creó en 2009. Al inicio tenía un margen comercial de ocho por ciento sobre las ventas de los productos agrícolas. Aportábamos al Estado el dos por ciento y nos quedábamos con el seis. Con eso teníamos que enfrentar todos nuestros gastos, además de las mermas, los cambios de calidad, etc. Cuando había abarrote de algún producto era una generación enorme de pérdidas, porque la gente compra hasta un límite.
«Al inicio no se notaba tanto, pero cuando transcurrió el tiempo, se gastaba más que las utilidades obtenidas. Eran pérdidas cuantiosas. El ocho por ciento no daba. Después se tomaron acciones, hasta que se decidió que no nos obligaran a quedarnos con lo que los consumidores no iban a comprar».
—¿EPMA-Habana sigue teniendo pérdidas?
—Ahora la empresa tiene una mejor relación precio/costo y se le ha otorgado un margen comercial de hasta un 30 por ciento en un grupo de productos. Además de que siempre hemos tenido el apoyo estatal, que nos ha capitalizado en varias ocasiones, estamos siendo más eficientes en todos los aspectos, pero como debemos los millones de antes, por lo que expliqué, aunque tengamos buenas utilidades —lo cual nos ha posibilitado ir honrando deudas viejas—, una parte de esos débitos están pendientes todavía.
—¿Qué impide tener más utilidades y honrar viejas deudas?
—La empresa cuenta con 52 mercados agropecuarios estatales (MAE). Eso es el 24 por ciento de antes, cuando teníamos 700 unidades —entre mercados, placitas, kioscos—, por lo que las ventas eran muy superiores.
«En julio de 2013, 77 mercados pasaron a ser cooperativas no agropecuarias (CNoA) —un nuevo modelo de gestión instaurado a partir de la implementación de la nueva política de comercialización de productos agropecuarios en La Habana, Artemisa y Mayabeque—, y en noviembre otra parte importante se arrendó a bases productivas, para comenzar el 1ro. de diciembre de 2013 con la experiencia de la comercialización directa de formas productivas en estas tres provincias.
«Desde entonces nuestras ventas han disminuido. Mientras menos unidades, menos ingresos. No obstante, nuestra eficiencia y rendimiento económico han mejorado ostensiblemente».
—Las pérdidas que acumuló la empresa debido al margen del ocho por ciento y que ahora arrastra como deuda, en realidad fue —en criterio de estos redactores— un mecanismo que trasvasó a EPMA-Habana (una especie de Liborio capitalino) todas las insuficiencias de la cadena de producción, distribución y comercialización del sector agropecuario, a fin de proteger a los productores y a los consumidores. ¿Cuánta ayuda ha recibido la empresa de las arcas del Estado?
—Hemos sido capitalizados con 250 millones de pesos en cinco años, pero esa ayuda no ha cubierto la cadena de impagos. En la medida en que se siga ordenando la gestión empresarial, las deudas que queden las podremos cubrir a largo plazo con nuestras utilidades.
—¿Qué utilidades van logrando?
—Este año prevemos unos siete millones de pesos en utilidades, lo que está por encima de lo planificado. Se debe al nuevo modelo de gestión que se está implementando; y también a que las mermas han disminuido considerablemente; ya los abarrotes —porque esto, compañeros, era a «camionazo limpio» en picos de cosecha— prácticamente no existen ni tampoco estamos teniendo pérdidas por concepto de comercialización, es decir, en los agros. Ahora se compra y se distribuye de acuerdo con la venta que tengan los mercados.
—A propósito, los agricultores se quejan de que hay camiones que regresan con mercancía, de que ustedes no están cumpliendo con todo lo contratado y devuelven productos.
—Uno de los conceptos que debemos defender en la comercialización agropecuaria, más aún para el experimento que se realiza en La Habana, Artemisa y Mayabeque, es la variedad de oferta en los mercados. Los grandes productores cumplen con las viandas —son su renglón fundamental—, pero no siempre ocurre así con las hortalizas, frutas y granos que se contratan.
«A veces un retorno se subordina a problemas subjetivos de la cadena de distribución, que incluye indisciplinas de todas las partes que participan en este proceso. Cuando un transporte llega al lugar que se le dio como destino y allí no quieren el producto, lo primero que debe hacerse es llamar a la empresa, y tenemos que ponernos de acuerdo para que no vire cargado. La decisión de un hombre no puede generar esos problemas.
«Cuando un camión regresa, puede ser que no se hayan hecho todas las gestiones. Cuando ellos nos llaman, siempre se le busca un destino para que el camión vire vacío. No obstante, cuando la yuca viene azul, la devolvemos; cuando nos mandan una mercancía con una calidad que no cumple con lo pactado, no la recibimos. Esos son los posibles retornos de un camión».
—Hay quejas en Mayabeque, y nos imaginamos que también en Artemisa, porque ustedes están obligando a enviar los transportes mixturados (cargarlos en los municipios y bases productivas con varios productos a la vez).
—Antes, cuando disponíamos en un municipio de decenas de mercados, cierta empresa agropecuaria decía que tenía un camión de boniato y le indicábamos que lo mandara para un determinado municipio, el cual contaba con una amplia red de establecimientos, hoy no es así. Solo administramos 52 mercados diseminados por toda La Habana.
«Las comercializadoras de Artemisa y Mayabeque tienen dos posibilidades. O mandan un camión con cinco toneladas de un solo producto y tienen que ir a varios mercados en tres o cuatro municipios. O lo mandan mixturado y los vehículos ruedan mucho menos.
«No hay posibilidad de que en un solo municipio nuestros mercados asuman gran cantidad del mismo producto. No estamos en condiciones de pedir un camión entero de algo, sobre todo cuando hay pico de cosecha o es estable la producción de un rubro agrícola. Esa es la razón de los camiones mixturados».
—Directivos de empresas agropecuarias plantean que para la contratación del año próximo evitarán que obliguen a sus transportes a dar demasiadas vueltas por la capital, porque eso atenta contra la eficiencia económica.
—Y es verdad, pero para ambos. Si bajamos un camión de yuca o boniato en un mercado, tenemos dos posibilidades: o se echa a perder una parte o tenemos que distribuirlo nosotros, lo que implica más manoseo del producto. En ocasiones lo hacemos, pero no puede ser constantemente.
«La empresa dispone de 51 camiones. Con estos hay que despachar los rubros agropecuarios para todo el consumo social, para las dietas médicas —que no es poco: 400 toneladas al mes— y para los comedores del Sistema de Atención a la Familia (SAF).
«Con esos transportes debemos, además, extraer de la empresa mayorista el arroz y el chícharo que vendemos en los mercados. Y ahora, todos los días, enviamos camiones a Güira, a una CPA que nos está vendiendo yuca a buen precio, para ponerla en los MAE y presionar para bajar los precios a la población».
—Esa es una muy buena decisión, tanto para las CNoA como para la población; hace falta que se refleje en los precios.
—De las 77 CNoA que hay en La Habana, 52 tienen contratos para alquilarnos camiones, y las que no lo han firmado es porque no han venido a hacerlo. La hora de alquiler les cuesta apenas 24 pesos. Se busca con eso que ellos bajen precios.
—Además de los «camiones que no se descargan completos y deben regresar», campesinos y dirigentes de bases productivas también están preocupados porque los MAE —plantean— «están casi vacíos y no aceptan mercancías que se les envían».
—En un MAE puede haber capacidad de almacén, pero si tienen tres productos: boniato, yuca y chopo, no pueden bajar más de lo mismo para que luego se pudra y entonces volver a caer en el círculo vicioso de las pérdidas. Los MAE deben tener variedad de oferta, y calidad.
«A veces, cuando hay algunas tarimas vacías, es porque no hay más variedad de productos. Es importante que cuando existan picos de cosecha se evalúen los precios de compra. Es conveniente que estos sean más bajos para de esta manera poder también ofertarlos a precios más baratos, y que se puedan comercializar más volúmenes.
«La política es poner los 52 MAE de la capital a tope. Estamos trayendo productos de otras provincias, y le estamos comprando a la Agricultura Urbana un por ciento grande de hortalizas —a propósito y volviendo al tema del transporte, eso nos exigirá usar al menos cinco camiones diarios, porque las hortalizas exigen disciplina y cuidado, para que el sol no las arruine.
—Le íbamos a preguntar por qué entonces no bajan los precios para salir rápido del boniato, la yuca y el chopo, pero lo que se sabe no se pregunta. Si hicieran eso en los MAE, al momento los intermediarios autorizados y los revendedores por la izquierda vaciarían el mercado y al otro día estarían revendiendo en las cuatro esquinas del barrio. O el delegado del Poder Popular tendría que poner 20 policías para ordenar la cola y controlar a los intermediarios y a los que les hacen «la pala», incluidos trabajadores del mismo mercado... A propósito, en los MAE la calidad a veces deja mucho que desear.
—Eso es un reclamo de la población desde hace tiempo. Influye desde la calidad de lo que se recibe hasta el actuar de quienes están al frente del mercado, responsables de que en la medida en que un producto pierde cualidades físicas transite hacia precios menores. Se ha ido mejorado bastante al respecto, aunque es cierto que no es un asunto resuelto; los productos más lindos, los de mejor presencia, están casi siempre en los mercados de oferta y demanda (MAOD).
«El administrador del MAE también tiene la obligación de revisar la calidad de lo que recibe, y si no se corresponde con lo acordado, tiene el derecho de no aceptarlo».
—También falta cultura, estética, en los MAE.
—Desde finales del año pasado trabajamos para mejorar la imagen de los MAE, pero hay que continuar ganando en cultura, sobre todo en la manera de exponer los productos. Estamos siendo exigentes con eso; se ha logrado alguna mejoría, pero el problema sigue pendiente de una total solución.
—La contratación de las producciones es otro asunto bastante discutido entre los agricultores. Muchos prefieren que el Estado les compre la mayor cantidad de las cosechas. ¿Cómo están realizando ustedes este proceso?
—Nuestra empresa contrata a las bases productivas lo destinado a los MAE y al consumo social de la capital. También negocia una parte de lo que van a vender las cooperativas no agropecuarias, a las cuales previamente les consultamos qué quieren que les ofertemos. Además empezamos a trabajar con algunos puntos de venta gestionados por trabajadores por cuenta propia; los hemos convocado a que fijen sus necesidades. Nuestro objetivo, por supuesto, es que bajen precios a la población, y ya tenemos algunos resultados. Son cerca de 600 vendedores minoristas.
La respuesta definitiva a las políticas para hacer bajar los precios está en el incremento suficiente y sostenible de las producciones agropecuarias en el país.
«Así es como funciona nuestro sistema de contratación. No obstante, aparte de eso, las formas productivas tienen arrendadas en la capital 543 unidades. Ese alimento lo ponen ellos ahí, con sus producciones, pero también con lo que les compran a otras cooperativas, y eso también es contratación, entre cooperativas, pero que debe tener un sustento legal».
—¿La contratación no estará limitando la producción?
—Los compañeros de la Agricultura han hecho un estudio al respecto. Se maneja que la contratación estatal es poca, 24-30 por ciento del total de la producción. Sin embargo, cuando se analiza bien, en Artemisa y Mayabeque las bases productivas y los productores individuales tienen contratos con la empresa de mercado, con la empresa de semilla, la posibilidad de hacerlo con el turismo; poseen mercados, placitas y puntos de venta arrendados en La Habana, Artemisa y Mayabeque —que también implican una relación contractual, aunque sean de ellos mismos—, pueden contratar a otras formas productivas mercancías para vender en sus mercados arrendados. Tienen, además, contratos entre ellos y el consumo social, y con la Unión de Acopio, para lo que se llama el balance nacional. Y, para terminar, está el mercado mayorista de El Trigal. Todas son posibilidades que contempla el Decreto 318/2013.
—Hablemos ahora sobre el arrendamiento de locales por las bases productivas que participan en el experimento de la venta directa a la población en La Habana, Artemisa y Mayabeque, la cual empezó hace un año. ¿Sabe que hay quejas por el valor del alquiler del metro cuadrado?
—La tarifa oscila entre tres y ocho pesos mensuales por metro cuadrado del establecimiento. Depende del lugar donde esté enclavado.
—¿Desde cuándo usted está en el giro del comercio?
—Desde los 23 años de edad, y tengo 46.
—Lleva tiempo...
—Bastante.
—Como comerciante, ¿qué opinión tiene del arrendamiento de locales por las bases productivas agropecuarias?
—Además de ser otra opción para que evacuen parte de sus producciones, se les ha dado acceso directo a un mercado de más de dos millones de personas. No solo es una posibilidad para hacer buenas ventas, sino que se les ha facilitado que se queden con la mayor parte del margen comercial. Se les ha alquilado transporte. Todo eso debería redundar en precios más razonables para la población.
—¿Como directivo, qué piensa de la experiencia?
—La idea es que el productor tenga más ventas, que participe directamente del margen comercial, que conozca de primera mano las características del comercio agrícola, que abastezca a una parte de la población, y que venda a un precio más barato que los restantes lugares. Tienen la posibilidad de vender más barato que los MAE, porque ellos son la primera mano.
«Es el objetivo, pero no está ocurriendo así. No quiero ser absoluto, pero en establecimientos arrendados por cooperativas los precios no son los más favorables para la población».
—En toda esta dinámica de los precios y las formas de comercialización que, por suerte, se han ampliado en gran medida en La Habana, hay muchas complejidades. Usted y nosotros coincidimos en que si las bases productivas bajaran los precios drásticamente en los establecimientos arrendados por ellas en la capital, los intermediarios los dejarían vacíos en un segundo. ¿Qué con los intermediarios?
—Para que la cadena fluya, la comercialización debe ser directa, lo más posible, del productor al vendedor minorista; quitar ese ruido de tantas manos por medio.
«El minorista, por lógica, debe tener un margen de ganancias superior al resto de los comercializadores, porque es el que va a tener el producto un tiempo determinado y va a sufrir el riesgo de la venta; sin embargo, hay intermediarios que ponen un margen comercial inmenso solo por recibirle al productor y venderlo al minorista. De una mano para la otra. Ellos incurren en gastos de transporte y estibadores, pero ¿por qué el margen tiene que ser tan grande, muchas veces superior al del minorista?».
—¿Qué hacer para bajar precios?
—Si todos cumplimos con lo que está normado en el Decreto 318 del Consejo de Ministros, Sobre la comercialización de productos agropecuarios en La Habana, Artemisa y Mayabeque, vamos a contribuir a mejorar la calidad de vida del pueblo. Los precios bajarán, todos tendremos nuestros márgenes comerciales, vamos a ser más rentables y la gente mejorará su estado de opinión en relación con esta asignatura pendiente.
—¿Eso también es aplicable a El Trigal?
—Si las formas productivas y las empresas agropecuarias cumplieran con su parte, si asistieran en número a El Trigal, los precios en La Habana fueran menores.
«Ya se está logrando. Los productores están tomando conciencia y están viniendo más. Al mismo tiempo, se les darán algunas bonificaciones y estímulos si van a vender a precios bajos, pues no tendrán que hacer la cola y se les cobrará la mitad de las tarifas que allí están estipuladas.
«Para que la gente “pueda respirar un poquito más”, hace falta la cooperación de todos, empezando por una mayor participación directa de las formas productivas en el mercado».
Nota: En la próxima y última entrega de esta serie, JR recorre instalaciones de la agricultura urbana para conocer en voz de los productores cuánto hacen y pueden hacer para que los precios agropecuarios sean más beneficiosos para la población.