Después de la preparación del servicio los policías realizan la ceremonia de salida desde el campamento hacia las zonas donde deben operar. Autor: Miguel Rubiera Jústiz/ACN Publicado: 21/09/2017 | 05:50 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Mediodía santiaguero. Camina Zaida absorta en el recuerdo de un clima más agradable en aquellos días en que el almanaque no le acentuaba las canas. La leve brisa del mar apenas alcanza a refrescarle en su trayecto de la casa al mercado por el populoso Paseo de La Alameda. Apenas un coqueteo con un vendedor de periódico y ¡zasss!, alguien de aspecto indescifrable le arrebata la cartera y echa a correr.
Los testigos de la trama gritan más que la abuela Zaida que solo atina a decir nerviosa: ¡Llamen a la policía!
Sin que los gritos lleguen demasiado lejos interrumpen la histeria colectiva tres uniformados pedaleando a toda velocidad en bicicletas; Zaida se aprieta los espejuelos al rostro para ver mejor la difusa escena en la que dos cuadras más abajo sobresale de un casco azul el pelo largo de una joven mujer que junto a otros dos policías capturan al malhechor.
Mientras revisa que no falte nada en su bolso Zaida recuerda que en sus travesías mañaneras por esa zona había elucubrado, junto a varios de sus colegas jubilados, fábulas de esquina sobre el origen de aquellos protagonistas de las más insospechadas teorías y que ahora son sus héroes en pedales.
Agentes integrales
Estos «nuevos» policías pertenecen al Grupo de vigilancia, patrullaje y protección en bicicletas, experiencia que desde hace más de un año se inició por la capital y que el 5 de noviembre de 2013 comenzó a implementarse en la Ciudad Heroína con un destacamento de 25 combatientes, de ellos cinco mujeres.
Esta iniciativa se enmarca en el proceso de modernización de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), y ya se ha extendido a otros territorios como Matanzas, Villa Clara, Sancti Spíritus, Holguín y Camagüey.
En este lado del país 24 muchachos indómitos, que promedian los 25 años de edad, cuentan con la guía acertada del primer suboficial Alberto Almenares Arias, quien después de 20 años de servicio en el Minint asegura que las bicicletas le dan la energía como para dos décadas más de trabajo.
Ese espíritu de compromiso y responsabilidad es el que transmite cada mañana a los policías bajo su mando durante la preparación del servicio, donde recapitulan los modelos de actuación de un miembro de la PNR, conocen sobre las principales noticias nacionales e internacionales y después de alistar la técnica y recibir las especificaciones sobre el lugar en que van a actuar, salen a velar por la seguridad ciudadana ante la mirada curiosa de los transeúntes y bajo el sol abrasador de la geografía oriental.
Ellos también salen de la unidad en colorida ceremonia, esta vez sin los sonidos estridentes o las llamativas luces de las sirenas de los carros-patrulla, solo con la prestancia y la disciplina de una coreografía bien ensayada y el sonido de sus silbatos.
Trabajan en tríos encima de bicicletas montañesas o todoterreno con probada fortaleza de sus componentes y siete cambios de velocidad, ideales para operar en una topografía tan irregular como la de esta urbe.
Comenta Almenares Arias que las bicicletas aumentan la operatividad y permiten mayor movilidad y desplazamiento de los efectivos de la PNR en la prevención y enfrentamiento a los delitos y actitudes negativas en la vía pública.
«Nuestras misiones más comunes están referidas a las indicaciones del General de Ejército Raúl Castro Ruz en su discurso del 7 de julio de 2013 en la Asamblea Nacional sobre la incidencia de las indisciplinas sociales en el ámbito público», refiere Almenares Arias.
Estos policías tienen las mismas facultades que un patrullero y describen su labor como integral ante las exigencias de sus operativos en algunos consejos populares de la ciudad como el reparto Sueño, Los Olmos, Agüero-Mar Verde y Martí, entre otros, donde lo mismo pueden enfrentar un robo con violencia, la captura de ciudadanos objeto de búsqueda por los tribunales de otras provincias o simplemente ayudar a cualquier persona a cruzar la calle.
Jóvenes protagonistas
La primera suboficial Grisell Hernández Paumier entró voluntariamente a este grupo sin prestarle demasiada importancia a la carga física que representaba las condiciones diferentes que plantea el trabajo en bicicleta.
«Las mujeres que estamos aquí hemos demostrado ser bastante fuertes; ciertamente terminamos un poco estropeadas por la incidencia del sol, pero no se nos corre el maquillaje ni representa un perjuicio a nuestra feminidad».
Esta muchacha, que lleva ya seis años en la Policía, no olvida su caso más difícil, cuando tuvo que enfrentar una alteración del orden protagonizada por un individuo embriagado y muy violento, pero su actitud enérgica le permitió controlar la situación a pesar de ser un hombre más fuerte y corpulento.
Ni su familia ni su novio dejan de preocuparse cuando Grisell se encuentra en situaciones como estas, pero asegura que con los delincuentes no tiene mayores problemas, porque si a los hombres policías los respetan a las mujeres mucho más, según ella, «porque ya saben cómo actúan los hombres, pero las mujeres somos una cajita de sorpresas y no saben lo que vamos a hacer».
Desde 2010 el primer suboficial Ángel Gabriel Benítez es policía; sin embargo desde que conoció de la convocatoria a un curso en La Habana para esta nueva modalidad no lo pensó dos veces, pues su premisa es «siempre romper la rutina».
Viaja con regularidad desde Contramaestre, donde vive, hasta la capital provincial para montar su bicicleta, con el aliento de la familia que se jacta con orgullo en el barrio del trabajo de Ángel Gabriel, quien muestra tanta preocupación por su bici que, al igual que sus compañeros, utiliza su propio dinero para arreglar algún desperfecto ante la falta de piezas de repuesto.
El trío de Dionisio Níñez Molina es uno de los más destacados del grupo. Él, con su experiencia de casi dos lustros en la Policía y sus 32 años de edad, parece desconocer con toda intencionalidad que sobresale entre todos sus compañeros por su peso corporal.
La clave para ello está en una expresión que dicha a flor de piel le resulta propia y sincera: «De la Policía me gusta todo». «Me gusta el trabajo como ciclista y el peso no es problema; ha sido beneficioso para mi salud, porque ya he bajado siete kilos» como se lo aconsejó su cardiólogo.
Resalta la utilidad de lo que hace y el apoyo del pueblo como los mayores incentivos para sentirse feliz por su nuevo trabajo, además del estimulante halago de su novia enfermera, que ahora le ve más atractivo con su nuevo uniforme.
Después de seis horas de agotadora faena estos jóvenes regresan a su campamento en la Unidad provincial de vigilancia y protección de la PNR en Santiago de Cuba. Mientras acondicionan con premura sus bicicletas para asistir a la reunión del comité de base de la UJC, absorben de sus pomos de agua la última gota mezclada con el sabor salado de una pizca de sudor, gustillo que les recuerda inevitablemente la sonrisa de satisfacción de personas que, como la abuela Zaida, gracias a ellos se sienten más seguros al andar las calles santiagueras.