Julio expresa que en 20 meses de trabajo en el garaje ha atendido a personas de todas las edades y que el porcentaje de recuperación es muy elevado. Autor: Yaimí Ravelo Publicado: 21/09/2017 | 05:41 pm
CUMANÁ, Sucre, Venezuela.— De pronto se le cerró el mundo... ¡completo! No supo cómo. Lo cierto es que Luis Herrera Carrillo, después de ese día de 2005, se vio casi sin movimientos y con dificultades para hablar.
Sin embargo, lo llamativo en su historia no es solo que lograra salvarse del accidente cerebrovascular, sino también que a partir de ese momento la casa de este hombre (hoy con 73 años) se convirtiera en un «imán» para cientos de vecinos de Villa Jardín, en la parroquia Santa Inés, perteneciente a la capital del estado de Sucre: Cumaná.
Él mismo cuenta que después de verse fuera de peligro y necesitado de recuperación, un licenciado en Cultura Física de Pinar del Río, llamado Miguel, le propuso crear en el garaje abandonado de su casa una sala elemental para la rehabilitación.
«Yo tenía una bicicleta, una camilla y unas pesas. Acepté por mí y por otras personas que lo necesitaban. Entonces empezó a llenarse esto», dice, sentado en su silla de ruedas.
Al cabo del tiempo, con el apoyo de varios pobladores del lugar, Luis tenía en el local tres bicicletas, una rondana, un banco de cuádriceps, una lámpara de rayos infrarrojos, dos camillas, una mesa para terapia ocupacional... Ya aquel antiguo garaje había cambiado demasiado.
Pedaleando
Ella también estuvo en un precipicio enorme, sufrió una paraparesia espástica, que le limitó la movilidad en los miembros inferiores. Se llama Yenny Mujica Salazar, tiene 45 años, y es una defensora a ultranza del espacio habilitado por Luis.
Mientras pedalea la bicicleta inmóvil, nos dice que si no existiera esa sala de rehabilitación alternativa muchos habitantes de Villa Jardín tendrían que trasladarse hasta Los Chaimas, que no está precisamente cerca de allí.
«Esto es, pues, bien cómodo, aunque siempre he pensado que puede mejorarse. Son incontables los que se han puesto chévere después de pasar por acá».
Cerca de ella, por coincidencia, hay dos mujeres con el nombre de Carmen, una de apellido Marchán y la otra, Castalleda, de 51 y 78 años, respectivamente. Ambas expresan que han mejorado «un mundo» luego de las sesiones de fisioterapia.
En medio de pedaleos, pesas, rondanas y ejercicios, una persona sobresale entre todos: el tunero Julio Salgado Núñez, licenciado en Cultura Física que cumple su segunda misión internacionalista en la República Bolivariana de Venezuela.
Él ya está familiarizado con estas situaciones porque se diplomó en Terapia Física y Rehabilitación en Villa Clara, hace siete años, y porque imparte docencia en Las Tunas, en materias como Cultura Física Terapéutica, Fisiología Médica y Fundamentos Biológicos.
«Mi trabajo es cumplir las indicaciones del especialista médico, que en este caso es el fisiatra. Todos los pacientes deben pasar por su consulta primero», señala.
Añade que en el garaje se atienden diariamente unos 13 pacientes de todas las edades, a los que aplica ejercicios asistidos y forzados, movilizaciones pasivas, o masajes, según sea el caso.
«La atención no solo se enfoca en la parte física, sino también en la emocional. Eso ayuda al paciente», dice Alexander Figueroa, nieto de Carmen Castañeda.
El garaje abre desde las ocho de la mañana hasta las 12 del día, porque por la tarde Julio debe vincularse a las tareas de Barrio Adentro Deportivo, en las comunidades.
La simpática santiaguera de Palma Soriano, Noralis Turiño Aroche, coordinadora estadual de Barrio Adentro Deportivo, nos explicó que en Sucre existen 15 espacios como este, en los que profesionales del deporte habilitados para la rehabilitación prestan estos servicios, altamente valorados y demandados en las salas tradicionales, a la comunidad.
«Todos están capacitados y son muy versátiles, porque además de dedicarse a estas faenas laboran con los círculos de adultos mayores, con el deporte masivo y en actividades recreativas como la gustada bailoterapia. Ayudan a la salud de este pueblo», expuso orgullosa.
Contra el pecho
Luis conoció a Ermidelio Urrutia cuando este prestó colaboración en Venezuela, y como Julio es de Las Tunas, la tierra de ese pelotero, el venezolano vive preguntándole por él.
«Está muy agradecido de todos los que han pasado por aquí, y se le entrecorta la voz cuando recuerda que llegaron, cumplieron y se marcharon. A mí ya me está diciendo que no me puedo ir; se pone como un niño chiquito… Como único me entiende un poco es cuando le hablo de que mis hijos Sandra Adriana, de seis años, y Julio Rafael, de tres, y mi esposa Yulitza me están esperando en Las Tunas».
Luis no escucha esa confesión. Está en una esquina del antiguo garaje; se para con esfuerzo de su silla y comienza a pedalear. Vamos a su encuentro.
«Oiga, yo pensé una vez vender esta casa, pero me doy cuenta de la falta que hace aquí. Esto es voluntario, amigo. No deje de poner ahí que nunca me olvido de Miguel, de Marbelis, que es de La Maya; de Ermidelio, de ninguno… Que los llevo aquí (se da en el pecho con el puño derecho cerrado) y que me acordaré de la gente de Cuba hasta el último de mis soles».