De armas de fuego se llenan las calles de los Estados Unidos. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:28 pm
El comercio global de armas constituye un jugoso negocio, no solo de las grandes empresas militares industriales, sino también de criminales intereses guerreristas, grupos extremistas, especuladores y organizaciones criminales.
Según la AIN, se calcula en no menos de 120 mil millones de dólares anuales el monto de ese trasiego que, si bien tiene aristas perfectamente legales, no está exento de una elevada carga de triquiñuelas ilícitas marcadas muchas veces por intereses políticos y de dominación con origen en las grandes potencias imperialistas.
De manera que tales consideraciones deben hacer de las actuales discusiones de la Organización de Naciones Unidas acerca del mercado de armas, una tarea compleja, cuidadosa, responsable y bien pensada, que apunte contra aquello que pretenda avalar todo lo sucio y destructivo en semejante trasiego.
Y es precisamente la posición que ha defendido y defiende Cuba en los esfuerzos por lograr un acuerdo internacional que regule el movimiento de armas. Es decir, colocar en primera línea el propósito de rechazar y prohibir todo lo ilegal y criminal que se aproveche de semejante nivel de compra-ventas, a la vez que preservar el derecho inalienable de las naciones y los pueblos a la defensa de su integridad y seguridad frente a toda apetencia hegemónica y agresiva.
De ahí que en los debates en el seno de la ONU, la Mayor de las Antillas solicitara evitar apresuramientos y desenfrenos en el esfuerzo por lograr un documento rector a toda costa, a fin de evitar resquicios y nichos perfectamente manipulables por quienes tienen por costumbre abrir todas las pistas posibles para imponerse al resto del orbe.
En consecuencia llamó La Habana a «desarrollar un proceso inclusivo y transparente que tenga en cuenta las preocupaciones y propuestas de todos los Estados», y que, ante todo, «resulte plenamente consistente con los principios consagrados en la Carta de Naciones Unidas».
Y la reclamación es perfectamente válida, en tanto los poderosos, no pocas veces saboteadores de estas discusiones sobre control del comercio de armas, son proclives a promover interpretaciones que conspiran contra la estabilidad y el derecho de autodefensa de aquellos que no congenian con sus planes e intereses, a la vez que impulsan por debajo de la mesa el tráfico sucio de artilugios de muerte y los entregan a manos llenas a sus acólitos, sean gobiernos de corte represivo, mercenarios, o grupos terroristas y extremistas a su servicio.
Por demás, es cierto que se imponen regulaciones en un mundo donde, a pesar de sus profundas crisis actuales, una de cada 10 personas posee un arma, y en el cual gobiernos como el de los Estados Unidos, el mayor comercializador de pertrechos de guerra, admite públicamente resultar incapaz de lograr consenso legislativo para prohibir la venta de fusiles de asalto, con los cuales se han cometido salvajes matanzas en los últimos tiempos en centros educacionales, plazas y calles de aquel país.
Una nación donde, por demás, en un considerable número de hogares existe algún tipo de arma de fuego como si fuese un equipo casero más.