Los hechos del 30 de noviembre marcaron la historia patria. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:27 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Perdidos por los mares cercanos a Cuba, los tripulantes del yate Granma no pudieron escuchar los disparos que estremecieron a esta ciudad el 30 de noviembre de 1956.
La Estación de la Policía Nacional y su homóloga de la Policía Marítima fueron atacadas por los combatientes del Movimiento 26 de Julio, quienes pretendían desplegar la acción armada sobre el complejo policial y militar de la tiranía en Santiago de Cuba.
Frank País, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento, había preparado, junto a otros valiosos jóvenes, cada detalle del ataque para apoyar el desembarco del Granma. Con su mezcla de persuasión y autoridad Frank tomó las armas porque sentía la necesidad de hacer «…la revolución restauradora de la Patria».
Otto Parellada abrió a tiro limpio los portones de la Escuela de Artes Plásticas y, junto a sus fuerzas, se instaló en los techos de esta instalación, por su cercanía a la Estación de la Policía Nacional.
A los pocos minutos, cerca de allí, un disparo impactó la frente de Pepito Tey, quien se aferró a su arma apretándola con ambas manos hasta perder el equilibrio y caer mortalmente. Otto ignoraba este acontecimiento.
Casi una hora después llamó la atención de los combatientes revolucionarios el incremento de la respuesta del enemigo, a quien suponían sitiado. Sabían que algo andaba mal, pues las fuerzas de Tey ya debían haber penetrado en la Estación. Otto miraba constantemente en dirección al Cuartel Moncada, aunque no podía verlo, y se impacientó cuando su segundo al mando le preguntó por qué no se escuchaban detonaciones de morteros o señales de lucha en el Moncada.
Cuando más difícil se puso el combate se escucharon más fuertes los gritos de «Libertad o Muerte», «Viva la Revolución» o «Ríndanse».
En la Policía Marítima hacía rato que los revolucionarios andaban liados a disparos con la posta. Ya habían entrado en el edificio, hicieron prisioneros a un teniente y a seis guardias y acopiaron armas. Pero ante la llegada de los refuerzos del ejército batistiano, abandonaron el lugar.
Ya había caído Tony Alomá en un momento del combate, al subir el último escalón de la calle Padre Pico. Entretanto, otro grupo lanzó cocteles Molotov contra la Estación. Pero estaban mal hechos y se extinguieron rápidamente. Otto Parellada, incluso herido, no cesó de disparar, hasta que una ráfaga enemiga acabó con su vida.
A pesar de la caída del jefe del grupo, el joven Josué de Quesada Hernández siguió adelante con la misión que Otto le había dado de incendiar el edificio de la Policía hasta que lo logró. No obstante, el alzamiento fracasó.
Pero aquella jornada de entrega épica quedó sembrada en la memoria del pueblo por las muestras de heroísmo de esos jóvenes que abrazaron con pasión la defensa de la Patria. La sangre de los caídos: Tony Alomá, Otto Parellada y Pepito Tey, fueron una ofrenda a la expedición del Granma, que surcó la historia hasta nuestros días.
Fuente consultada: El Cubano Libre (suplemento del periódico Sierra Maestra), en su edición del 26 de noviembre de 2011.