Roelkis Terrero Matos, jefe del Cuerpo de Guardabosques en Maisí, afirma que se han aplicado 12 multas y decomisado tres equipos de pesca. Autor: Lorenzo Crespo Silveira Publicado: 21/09/2017 | 05:22 pm
GUANTÁNAMO.— La zona entre la Punta de Maisí y Caleta, en el extremo de esta provincia, comenzó a ser resguardada como Reserva Ecológica. un régimen de protección oficial, aprobado por el Consejo de Estado, a propuesta de la Empresa de Flora y Fauna.
La nueva condición permitirá enfrentar la tala y quema indiscriminada que allí proliferaban, la pesca ilegal en las terrazas marinas de especies como el cobo, la langosta y el carey, el uso del arpón y el empleo de herbicidas e insecticidas en parcelas y fincas, acciones que amenazaban este territorio, considerado parte del semidesierto cubano y hogar de un 80 por ciento de las especies endémicas de la Isla.
Eso sin contar que esa franja costera es, junto al Golfo de Guanahacabibes, en Pinar del Río, una de las «bocas del mar Caribe», donde coexiste durante las migraciones el 90 por ciento de las aves que vuelan del norte al sur del continente americano.
Roelkis Terrero Matos, jefe del Cuerpo de Guardabosques de Maisí, cuenta que una parte de los campesinos de la zona, al principio no comprendieron la justeza y alcance de la decisión, incluso algunos rehusaron abandonar sus prácticas tradicionales: «Tuvimos que extremar la protección, porque a pesar de los carteles de acceso limitado con que se marcó el territorio, algunos continuaban sin entender que ya esto no era tierra de alguien en específico».
Modificar el escenario
Eusebio Lázaro Matos, quien desde 1965 trabaja en el faro de la Punta de Maisí, conoció al detalle los argumentos de quienes tienen sus casas en la mismísima área protegida.
«Hasta hace muy poco la gente usaba insecticidas para proteger sus canteros de tomate, de frijoles… ahora se estimula el uso de otras prácticas que pueden tener los mismos resultados, tampoco fue fácil lograr que dejaran de pescar con las escopetas, como siempre hacían.
«La situación cambió cuando les explicaron que podrían pescar con cordeles los viernes, sábados y domingos, y mejoró más cuando, tiempo después, sin el uso de los arpones, aparecieron en el mar los peces de buen peso», cuenta Eusebio, quien además es jefe de fareros.
Sin embargo, no solo con el calendario se transformó la situación, sino con la acción contundente de los 17 agentes del Servicio Estatal Forestal del lugar, quienes decomisaron varios equipos de pesca y aplicaron 12 sanciones a quienes infringieron el Decreto Ley 164 sobre la Pesca, y a quienes violaron la Ley Forestal les pusieron multas de entre 400 y 4 000 pesos por la captura del carey, y de 200 pesos por cortar madera preciosa como el ocuje, el cedro y la caoba.
Con esas medidas y las charlas del equipo de ecologistas del municipio, la situación cambió: ahora la mayoría solo atrapa peces aprobados para el consumo y andan con su chapilla de afiliados de la Asociación de Pesca Deportiva. Otros abandonaron sus parcelas en la zona, y las personas a quienes se les entregaron parcelas en usufructo, según el Decreto Ley 259, se han adecuado al sistema de protección.
Frenar los atrevimientos
Cuando se pregunta por el Área Protegida que desde hace un año tanto revuelo levanta entre las montañas, todos mencionan a una persona: Alexis Morales Prada, licenciado en Derecho, máster en Educación y especialista de la Empresa de Flora y Fauna por amor a la naturaleza.
A su casa, en el Consejo Popular La Máquina, fuimos a entrevistarlo y lo encontramos trabajando con el jefe de Brigada de la Reserva Ecológica.
Con pasión nos contó que desde enero del 2011 comenzaron las labores en el área, que no solo abarca desde el Faro de Punta de Maisí hasta el río de Caleta, sino que incluye el tercer nivel de las terrazas marinas y la plataforma insular hasta 200 metros de profundidad.
Allí desarrollan seis proyectos imprescindibles para la conservación de esta área: Vigilancia, Educación ambiental, Señalización, y los Inventarios de Polimita broqueli broqueli, de flora y de aves migratorias.
Se trata de un centro evolutivo de la flora y fauna cubanas, con especies exclusivas como el Agave albescens, la palma Coccothrimax microphyla, el Melocactus acunai y el aguacate cimarrón.
Tiene representadas además la cartacuba, el gavilán bobo, el tocororo, varias especies endémicas de anfibios y reptiles y posee la zona costera con vegetación más baja de Cuba.
Por eso, Alexis resalta el manejo especial que debe tener el Área, donde se permite que las personas estén, convivan con la naturaleza, siembren lo que necesitan para vivir, pero facilitando el desarrollo sostenible de la comunidad y el ecosistema sin encender fogatas, cazar, usar fertilizantes o pesticidas, fumar, talar árboles o recolectar ejemplares.
Otro índice de peligro lo impone el calentamiento global, pues, de incrementarse las temperaturas en dos o tres grados, el semidesierto maisiense podría convertirse en un pequeño desierto, razón por la cual tiene mayor importancia la implementación allí del Lineamiento 133 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución que indica:
«Enfatizar la conservación y uso racional de recursos naturales como los suelos, el agua, las playas, la atmósfera, los bosques y la biodiversidad, así como el fomento de la educación ambiental».
Por ello los especialistas, además de informar a los pobladores de la zona acerca de sus nuevas condiciones, buscan alternativas para la protección. Recientemente, por ejemplo, comenzaron a acercarse a personas como Manuel Matos Matos, interesado en proteger la biodiversidad.
Este vecino del Cayo de Vertientes tiene en su casa 62 ejemplares (42 adultos y 20 pequeños) de un animal en peligro de extinción: la jutía. Dice que le gusta incrementarlas, así que las caza, las cría y les pone nombres, pero su propósito es que sirvan para repoblar zonas como el Área Protegida de Maisí, tierra de exclusividades que, más allá de Guantánamo, pertenece a Cuba.