Ricardo González Menéndez, Doctor en Ciencias Médicas y Doctor en Ciencias Generales. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:17 pm
El libro Las drogas bajo piel de cordero. Alcohol, medicamentos y tabaco: Riesgos y soluciones, quedó entre mis manos antes de comenzar el diálogo con su autor, Ricardo Ángel González Menéndez, Académico de Mérito, Doctor en Ciencias Médicas y Doctor en Ciencias Generales. Una primera interrogante propició la oportunidad de acceder a un conocimiento de inestimable valor, donde se advierte sobre el peligro de consumir cualquier sustancia que modifique nuestra conducta.
—¿Por qué utilizó el término «piel de cordero»?
—Estamos hablando de un libro que salió en Cuba en pequeña tirada, pero auspiciado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En esencia el título —Las drogas bajo piel de cordero…— alude a sustancias que casi nadie reconoce como drogas y por eso entran en la vida de las personas como el lobo disfrazado con piel de cordero, listo para acabar con todo en el corral.
«Cuando en cualquier país del mundo se habla de drogas, las personas piensan en las sustancias ilegales. Sin embargo existen tres categorías: las legales, las de prescripción médica, y las ilícitas.
«En el grupo de las drogas legales están el café, el tabaco, el té, la cola, el mate. El alcohol también es una droga legal, como los medicamentos; pero hay una diferencia sustancial entre estas dos últimas y las drogas que se conocen como drogas blandas.
«Es importante saber que existen dos clases fundamentales de drogas: aquellas que pueden modificar en forma relevante la conducta y transformar al mejor de los seres humanos en un animal primitivo, y aquellas otras que afortunadamente no tienen ese efecto. A las primeras se les llama drogas duras, y a las segundas, drogas blandas.
«Entre las drogas duras están el alcohol; algunos medicamentos de utilidad científica comprobada, cuando son orientados y tomados según los criterios del médico; y el resto de las drogas que se conocen: heroína, morfina, cocaína, marihuana, hongos, ice, love, éxtasis. De modo que las drogas de prescripción, o medicamentos, caen en un grupo de mucho cuidado».
—Enajenarse es, en casi todos los casos, el motivo de quienes buscan ciertos medicamentos «por la izquierda».
—Tácitamente eso es lo que los mueve a buscar el medicamento; y desconocen cuántos peligros hay detrás de la decisión. Si supieran algo al respecto, seguramente disminuiría esa conducta social que se ve en todos los países del mundo.
«Hay una tendencia que en cierta forma también se da en Cuba: según avanzan las medidas contra las drogas ilegales convencionales como la marihuana, la cocaína, la heroína, las personas tienden a buscar los medicamentos como sustitutos de esas drogas».
—Porque están al alcance de la mano…
—Exactamente. Son más económicas, pueden disimular más lo que está sucediendo (como olores y sabores extraños), en una especie de enmascaramiento de la conducta. Es importante saber que las potencialidades de las drogas médicas llegan a ser de tal magnitud, que en algunos países desarrollados las personas las consumen con preferencia a las drogas convencionales.
«¿Qué ocurre con las drogas médicas?: podría suponerse que las más buscadas son las que producen tranquilidad, sueño, bienestar. Pues la mayoría de las veces las que se prefieren provocan otro tipo de efecto, como es el caso del Parkisonil.
«En estos momentos existen dos medicamentos que desgraciadamente están siendo utilizados por los jóvenes con fines de crear estados de embriaguez. Es importante hablar de esta combinación de sustancias, porque la mayoría de las drogas que se consumen en el Tercer Mundo no son de por sí mortales; pueden producir muertes por complicaciones —cuando uno consume cocaína la presión arterial llega a 300 milímetros de mercurio, y eso desde luego puede hacer estallar una arteria del cerebro y provocar hemorragias—; pero esta combinación de la cual estamos hablando sí produce muerte por sobredosis.
«Los dos medicamentos, relativamente nuevos en nuestro medio, producen un bloqueo respiratorio. Cuando hay una sobredosis la persona se asfixia como un pez fuera del agua. La víctima tiene plena conciencia mientras su respiración está bloqueada. Pero no es como el asmático que debe hacer un esfuerzo por respirar; es que no se puede lograr ningún movimiento respiratorio.
«Se bloquea el diafragma, y los pulmones se quedan con el aire que tenían. Es una muerte en asfixia estando despierto.
«Hemos hablado de una combinación de medicamentos que produce una muerte brutal por sobredosis, y no se trata de sobredosis garrafales, de 20 veces lo que toma un paciente. Con dos o tres veces lo que mandó el médico se puede caer en sobredosis según la sensibilidad del paciente».
—¿Qué buscan los muchachos con esta combinación?
—Siempre el consumo de drogas es totalmente absurdo. Hay más de una vía por las cuales se llega a él. Está la vía hedónica: las personas quieren buscar un placer artificial, y les sale el tiro por la culata, porque después sufren enormemente por la dependencia, además de sufrir los peligros de muerte.
«La otra vía es la mala compañía de las personas que consumen cualquier otra cosa y empiezan a incidir sobre los muchachos jóvenes. Algunos asumen el acto de consumir una droga como una prueba de audacia, de valentía, y muchos no saben que la verdadera expresión de valentía sería decir «no, yo no consumo esto porque no quiero». El que lo está induciendo a veces no lo hace por mala fe sino porque puede que él mismo esté enredado en la droga. El que sí actúa de muy mala fe es el que lucra a toda costa».
—El expendedor es el eslabón siniestro de toda la cadena.
—Es el enlace entre la producción y el consumo. Cuando ves a uno de ellos enganchado de una droga y en busca de algún dinero para seguir consumiendo, de cierta forma puedes entender su conducta desastrosa. Lo terrible es que la mayoría de los expendedores no son adictos, y lo que hacen es desgraciar a infinidad de familias, porque el consumo no solo afecta a una persona, sino también a sus seres queridos.
«Las drogas pueden producir un infarto del miocardio, o una hemorragia cerebral, o una ceguera súbita, o infinidad de disfunciones sexuales, sin hablar de una imagen social que sencillamente desaparece.
«Hablábamos sobre las vías por las cuales se llega al consumo de drogas. Podríamos mencionar la moda. Los especialistas en este campo hemos esperado por décadas que esa moda pase. Pero no podemos cruzarnos de brazos, sino hacer lo que se está haciendo en Cuba: el Programa Antidrogas con todas las de la ley.
«Nos falta, sin embargo, algo en lo social: rechazar el consumo embriagante de alcohol: cuando la comunidad de un barrio rechace la embriaguez alcohólica como se rechaza a quien entra a un elevador con un tabaco encendido, el mal disminuirá notablemente. Muchas personas beben alcohol con el propósito de embriagarse; y cuando se embriagan lo que viene después es el lobo».
—Son muchos los caminos que pueden llevar al consumo…
—Desde luego, y puedes sumar a los ya mencionados el de la evasión. En nuestro país el fenómeno se da fundamentalmente en el escenario microsocial (es decir el microgrupo, la familia, el contexto laboral). En la práctica la evasión de los conflictos de microgrupos es mayor que la de los conflictos macrosociales.
«Hay evasión macrosocial cuando no hay posibilidades de ver a un médico para atenderse la salud, o cuando un hijo no puede ser atendido porque cuesta, o cuando uno no puede lograr un nivel escolar porque la enseñanza universitaria es cuestión de miles y miles de dólares. En ese tipo de situaciones puede haber personas que se frustren, que se sientan fracasados y utilicen la droga con la finalidad de escapar de una situación dolorosa.
«Otro mecanismo tiene que ver con que los muchachos tienen la falsa idea de que cualquier droga que transforme la conducta los hará más audaces, o más atractivos, y desgraciadamente es todo lo contrario: afectan la imagen de forma brutal, y las muchachas, cuando ven que ellos están en esos andares, inmediatamente evitan seguir una relación, por las consecuencias que vendrán.
«Y hay otro mecanismo que también resulta importante: se ve en aquellas personas que utilizan una droga como si fuera un medicamento, por sentir molestias depresivas, angustiosas, fóbicas, y por no saber que hay medicamentos adecuados que cuando son indicados correctamente no producen adicción o problemas de otro tipo. Se automedican en dosis muy elevadas, y empiezan a engancharse con la droga.
«Ya sea por una cuestión de costumbre de un grupo, o por el deseo de sentir placer artificial, o por el deseo de olvidar problemas, o por una conducta orientada a aumentar la seguridad personal, o buscando atenuar algún síntoma, está científicamente demostrado que en todos los casos el tiro sale por la culata».
—Creo que es esencial tener un sentido de la vida, como antídoto…
—Siempre alertamos a la población sobre el peligro del cigarrillo o del tabaco; pues son seis millones de vidas que se pierden todos los años. Pese a ello son drogas blandas, porque actúan en la parte lateral y dorsal de los hemisferios cerebrales, y en esa zona lo que existen son los mecanismos para estar despiertos. Pero las drogas duras actúan en la parte del cerebro que está detrás de la frente y por encima de las órbitas de los ojos.
«Esa región es la prefrontal, y cuando se bloquea —ese es el efecto de las drogas duras—, lo que se afecta es el centro cerebral donde están la ética, los aspectos deontológicos, el sentido de la dignidad, de la solidaridad, del altruismo o amor por los semejantes, y la calidad humana.
«Esa parte del cerebro es exclusiva de los seres humanos. No la tiene ningún otro animal por desarrollado que sea. Las especies más avanzadas de monos antropoides (gorilas, orangutanes, chimpancés, etc.) no tienen la región hacia delante. El cerebro de esos animales termina chato, y el nuestro tiene una prolongación. Lo interesante es que para lograr esa diferencia tuvieron que pasar 15 millones de años. Cuando alguien se embriaga retrocede todo ese tiempo y se convierte en un animal. Y cuando algunos medicamentos se toman en dosis no adecuadas, tienen la misma acción que las otras drogas duras.
«Entonces ahí entra la tragedia: la del consumo, la de los precios, la de vender objetos de valor de la casa, la del sufrimiento de la familia…
«Para nuestra Revolución la salud del pueblo es un principio básico, una motivación de esfuerzo y de dedicación del presupuesto, y de tener una población sana, digna como la tenemos. Por eso hay tanta responsabilidad en lo referente a luchar por todos los medios contra estos flagelos, y a no subestimar las sustancias que no son tan conocidas.
«Somos del criterio de que siempre, en todos los países del mundo, cuando empiezan estos problemas la lucha se orienta enfáticamente hacia las sustancias más conocidas, y con peor fama, las drogas ilegales típicas. Sin embargo, no podemos subestimar el alcohol, ni los medicamentos. Los dos son realmente peligrosos si no se consumen en la debida forma».