El caso de Braian es otra muestra de cuán celosos debemos ser con los niños, quienes casi nunca pueden calcular los peligros. Autor: Rafael Martínez Publicado: 21/09/2017 | 05:09 pm
BAYAMO, Granma.— Esta historia comenzó en el barrio rural de La Seis, en el municipio granmense de Cauto Cristo. El 27 de abril de 2011 Braian Alejandro Lago Ávila, de solo cuatro años de edad, sufrió una herida en el mismísimo corazón.
Ese día, después de las nueve de la mañana, fue a la casa de un vecino que intentaba matar una rana con un arpón. Pero la manipulación del arma fue tan deficiente que la flecha metálica fue a parar al pecho de Braian, quien contemplaba la inusual caza.
Caprichosa y acaso afortunadamente el arpón cayó al suelo, pero ya había dejado una cortadura de 0,6 centímetros en el músculo cardiaco del niño, a la altura del ventrículo izquierdo.
Braian apenas soltó sangre en ese instante; sin embargo, su consiguiente palidez extrema revelaba el estado de gravedad. Fue llevado entonces por su mamá, Gladis Ávila Ruiz, al policlínico de Cauto Cristo y de esa institución lo trasladaron con urgencia al hospital general universitario Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.
«Llegó a la una de la tarde en estado de shock hipovolémico por pérdida aguda de sangre y con trastornos en la conciencia debido a la falta de irrigación sanguínea hacia el cerebro; le realizamos un ecocardiograma y confirmamos lo que sospechábamos: tenía una herida cardiaca y derrame pericárdico», dijo días después la doctora María del Carmen Valero Jiménez, especialista en Cirugía General, con 25 años de experiencia en la profesión.
Ella comentó que a la 1:15 de la tarde Braian fue trasladado al salón de operaciones. Vino entonces lo peor: por la sangre acumulada en el pericardio ocurrió el llamado taponamiento cardiaco, que origina la parada del corazón.
«Por suerte, eso fue en el salón. Inmediatamente le realizamos toracotomía anterior izquierda (abrir el tórax) y evacuamos la sangre acumulada en el pericardio, luego le dimos los puntos para detener el sangramiento y cerrar la herida del corazón».
La delicada intervención quirúrgica resultó un éxito y duró 50 minutos; pero como señaló la doctora, los cuidados posoperatorios en la sala de terapia intensiva del hospital infantil General Milanés, de la Ciudad Monumento, influyeron bastante en la recuperación del niño. Allí estuvo ingresado hasta el pasado 9 de mayo.
Mucho tuvieron que ver en el retorno de Braian a la vida: la doctora anestesista Eulalia Cadrelo y los doctores Natalio Villazón, William Mauricio, Yolanda García y Orestes Mojena, entre otros.
La cirujana María del Carmen expuso que en realidad fueron decenas de personas las que colaboraron en la salvación del niño, desde «los instrumentistas, enfermeros, camilleros, ambulancieros, personal de apoyo y aquellos que participaron en el proceso de rehabilitación».
Braian, que después de la operación quedó con parálisis parcial del lado derecho y pérdida del habla, «se recuperó luego del déficit neurológico», como apuntó la doctora María del Carmen. «Podrá en el futuro incorporarse a la escuela y hacer una vida normal», agregó.
Recordó que durante tanto tiempo en los salones este es el segundo caso de una persona herida en el corazón con arma blanca que ella opera y salva, «aunque el primero fue un adulto».
El caso de Braian es otra muestra de cuán celosos debemos ser con los niños, quienes casi nunca pueden calcular los peligros.
Su mamá, Gladis Ávila, después del gran susto, no encuentra palabras para agradecer a quienes, sin pedirle nada a cambio, le trajeron de vuelta a su retoño.