Combatientes internacionalistas en Äfrica reciben el homenaje de los Jóvenes. Autor: Odalis Riquenes Cutiño Publicado: 21/09/2017 | 05:00 pm
SANTIAGO DE CUBA.— «Una misión internacionalista es una gran responsabilidad. Solo el hecho de representar a este pueblo y a su máxima dirección, a tantos kilómetros de distancia, pesa mucho en cada hombre. A cada paso que da uno se siente embajador de este pueblo.
«Yo no dudo ni un instante que esta juventud que se forma hoy hubiera hecho tanto o más que nosotros. Ahí están los Cinco Héroes y esa actitud de firmeza, de fidelidad a la Revolución, que es un ejemplo para el mundo».
Así resumió su sentir ante jóvenes santiagueros el teniente coronel Sergio Fernández, internacionalista en tierras africanas, después de narrar sus experiencias de la batalla de Cangamba, que revivieron el tronar de los morteros y las huellas de la muerte, el hambre y también el coraje y la entereza en aquellos difíciles días de cerco, que hicieron refulgir el nombre de Cuba.
De cara al 17 Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, Fernández, como si las volviera a vivir, relató anécdotas de cómo mantuvieron en alto la moral durante aquellos nueve días en que unos 200 hombres enfrentaron y vencieron a un ejército de más de 6 000 efectivos, con armamento que los superaba varias veces.
«Casi podíamos tocar al enemigo con las manos; hubo días en que pensábamos que no salíamos, pero el mensaje de Fidel, en el que nos ratificó que no quedaríamos desamparados, nuestra fortaleza y decisión de no caer prisioneros, el apoyo decisivo de la aviación… nos salvaron».
Y lo dice con la sencillez de los grandes, como si no se tratara de una guerra, y las cicatrices que lleva en el cuerpo, recuerdo de aquella acción, solo le alcanzaran para aseverar que «Cangamba fue una experiencia imborrable».
La actitud de Fernández es suscrita por Germán Hechavarría, también combatiente de aquella acción, y por otro medio centenar de combatientes internacionalistas, que con rostros aún imberbes salieron de casa para saldar la deuda de gratitud de Cuba con la humanidad.
Ahí estaba el gesto de aquel, oriundo del Segundo Frente, que tras palpar de niño las transformaciones que sembraron las tropas rebeldes en esas montañas, juró cumplir con los que le regalaron la libertad, y lo hizo en África.
También estuvo el gesto de aquel otro que montó por primera vez en barco rumbo a Angola, y aunque mucho sufrió en aquella travesía, sembró en él la convicción de que el hombre debe crecerse ante las dificultades.
O el recuerdo emocionado del que vio al compañero alcanzado por un morterazo y apretó por siempre esa imagen, cerca de su corazón.
Fueron las mejores lecciones para el futuro de estos embajadores de la moral y la entereza, que el auditorio joven bebió con avidez y les agradeció con el beso emocionado, la veneración de siempre, y el compromiso de prolongarlas hacia el mañana en las nuevas y disímiles misiones del presente.