El centro es también escenario para la formación de los nuevos profesionales. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
Hay lugares a los que una madre no quisiera tener que llevar a sus hijos; sin embargo, una vez allí, rodeados de cariño, profesionalidad y buenos deseos, la razón que les trajo se convierte en una sensación de tranquilidad.
Así confesó sentirse Maray Díaz cuando llevó a su pequeño al pediátrico William Soler, en la capital. Tras recibir la atención médica regresa a su casa tranquila y segura de que Ernestico se recuperará.
Para el papá, Elvis Gómez, de Cienfuegos, los minutos parecen horas en el cuarto de terapia intensiva. Pero la paciencia se multiplica, pues está confiado en el equipo médico que cuida de Kevin, y aunque la tristeza del momento lo agobia, siente que todo saldrá bien.
Historias como estas son cotidianas en este hospital, donde cada día es una batalla que deberán vencer los médicos, enfermeros y técnicos que allí laboran para que los pequeños y adolescentes que acudan regresen junto a su familia, sanos y salvos.
Tras medio siglo de existencia, esta institución puede sentirse orgullosa de constituir un referente en la medicina pediátrica cubana, a pesar de las carencias, las difíciles condiciones estructurales de la institución y las circunstancias adversas impuestas por la crisis económica. En medio de todo ello, no falta una sonrisa de aliento y seguridad.
El hospital ha sido escenario de importantes pasos en el desarrollo de la Pediatría en Cuba, entre estos el Servicio de Hepatología y Cirugía Hepatobiliar, único en el país, donde se han realizado unos 28 trasplantes desde el año 2006, en pacientes menores de 18 años.
Según contó el doctor César Emilio Silverio, en el año 2004 se creó este servicio, que concentró a pacientes de todo la Isla. A partir del trabajo con un equipo multidisciplinario, el 1ro. de junio de 2006 se realizó el primer trasplante hepático.
Unos años antes, el 10 de junio de 1993, se iniciaba también en esta institución la cirugía pediátrica de mínimo acceso, que en la actualidad permite la realización de cirugías complejas de tórax y abdomen en recién nacidos, lactantes, así como reconstrucciones de la vía digestiva y urogenital.
Para el doctor Miguel González, especialista en Cirugía Pediátrica y miembro del Grupo Nacional de Cirugía de Mínimo Acceso, estas prácticas implican menor riesgo, menor trauma quirúrgico y mejor recuperación física y psicológica en los infantes ante intervenciones de urgencia como apendicitis, quistes de ovario y cirugías oncológicas.
«Creo que la cirugía de mínimo acceso se hizo para los niños, pues cuando se ven los beneficios de esta práctica en cualquier edad, son innegables los resultados, tan positivos a corto y largo plazo», destacó.
«Esta tecnología demanda más instrumental para atender a menos pacientes, pero en contraposición la población joven es menos enfermiza que la adulta», apuntó.
Corazón a prueba
Una de las salas que más impresionó al equipo de JR cuando visitamos el hospital fue la de Neonatología, donde los cuidados siempre son pocos, pues allí se trata a pequeños con menos de 28 días de nacidos.
En diminutos cuerpecitos se concentra el empeño por salvar sus vidas, en lucha contra lo imposible. Ello permite que el índice de supervivencia supere el 94 por ciento, y en el caso de la cirugía, muy riesgosa, es de 98 por ciento.
El doctor Eduardo Morales, jefe de este servicio, explicó que el hospital es el centro de referencia nacional para patologías de la etapa neonatal, como la cirugía hepatobiliar (en pequeños con menos de 28 días de nacidos) y glaucoma congénito, así como se realizan cirugías de malformaciones digestivas y torácicas.
«Un neonatólogo, al igual que todos los profesionales de la salud, debe caracterizarse por el humanismo. Aquí, además del paciente pequeño, tenemos a la mamá, que esperó durante nueve meses para tener un hijo sano, y de pronto se ve con estos problemas.
«Por eso es tan importante la sensibilidad y defender la unidad de criterios, basados en el equipo multidisciplinario, de manera que no se hagan diagnósticos individuales o se cometan errores», insistió.
Mientras, Olga Gálvez, jefa de Enfermería de esta sala, con más de 28 años de experiencia con neonatos, insistió en que esta es una profesión que hay que amar y sentirla como parte de la vida, pues solo así se lograrán resultados.
«Una enfermera de esta especialidad, que tiene que estar en contacto constante con los pequeños, aplicando los tratamientos y asesorando todo lo que sucede en las camitas, tiene que tener sentido de pertenencia por ese pequeño.
«Con las madres la relación siempre es muy buena; las orientamos, conversamos con ellas y les impartimos charlas educativas para que se sientan apoyadas, seguras de que esos tesoritos que son sus hijos están en buenas manos».
Esencias de futuro
Como dicen los viejos profesores, un buen médico siempre debe estar estudiando e investigando. Así sucede con los del William Soler, reconoció la doctora Daisy Hevia Bernal, subdirectora docente del hospital.
En la institución se realizan investigaciones relacionadas con especialidades de máxima importancia para la Pediatría, como problemas digestivos y respiratorios; alergias, migrañas, insuficiencias renales crónicas, deformidades congénitas y resistencia a la insulina, entre otras de gran impacto nacional.
De estas experiencias se han logrado resultados para el tratamiento y diagnóstico de muchos pequeños. La enseñanza de la práctica diaria, unida al conocimiento, han sido armas muy efectivas.
El doctor Roberto Razón Behar, fundador del centro hospitalario y Doctor en Ciencias, refirió que en el tiempo que lleva en el hospital, se puede apreciar una gran evolución en el campo de la Pediatría, con índices cada vez más bajos de mortalidad infantil.
Recuerda cómo antes de que triunfara la Revolución, incluso en los primeros años, cuando se comenzaba a desarrollar el sistema de salud, en Cuba morían cientos de niños a causa de enfermedades diarreicas agudas y respiratorias, como neumonía, especialmente recién nacidos.
Sin embargo, en la secuencia del desarrollo de la Pediatría en el país, como parte de la política social trazada, con prioridad para los niños, estos indicadores fueron cambiando completamente.
Para quien ha visto, tratado y diagnosticado a miles de niños en su vida profesional, y por tanto sabe que no existe «Medicina pequeña», hay expresiones que califican a un buen pediatra, y que se vuelven premisas en el quehacer diario de este hospital.
«Una sola palabra lo define: humano. Sentir a ese paciente tan pequeño como si fuera un hijo propio… Y dedicación, pues estamos tratando a un paciente que muchas veces aún no habla, y por tanto el amor y la paciencia siempre son pocos, unidos al sentido tremendo de responsabilidad, ética y profesionalismo que no pueden ser abandonados por el doctor en ninguna circunstancia», aseguró.