El niño junto al equipo de ortopédicos del Hospital Pediátrico de Camagüey que lo atendió. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 21/09/2017 | 04:56 pm
HAITÍ, Santa Cruz del Sur, Camagüey.— El pasado cinco de febrero Osdelvis Pérez Sánchez, niño de 10 años de edad, «volvió a nacer», gracias al destino, como afirman muchos, pero sobre todo por la pericia con que actuaron profesionales de la salud de tres centros asistenciales camagüeyanos y a trabajadores del centro de Acopio del poblado de Haití, comunidad del municipio de Santa Cruz del Sur, donde ocurrió este «eléctrico suceso».
Cuentan familiares allegados al protagonista de este insólito hecho, y el mismo Osdelvis, que él estaba sentado en lo más alto de uno de los vagones llenos de trozos de caña de azúcar, saboreándolos, «pero al levantarme el corrientazo de los cables que pasaban por encima de la carretona me tiraron bien lejos», recuerda el pequeño, quien después de estar más de 50 días ingresado al cierre de este reportaje, en el Hospital Infantil Eduardo Agramonte Piña, aún tiene deseos de hacer maldades en la sala de Ortopedia.
Justamente ese cinco de febrero de 2010, a las cuatro de la tarde, toda la comunidad de Haití detuvo su ajetreo cotidiano, ante aquel accidente del niño con el cable de alta tensión de más de 13 000 voltios.
«Recuerdo que me quería parar y no podía. Muy rápido mi amiguito Yamnier, que estaba haciendo lo mismo que yo, pidió auxilio y se formó tremendo “corre corre”, hasta que llegué por la noche a este Hospital», agregó el pequeño.
Y a pesar de aquel fuetazo, que lo lanzó carreta abajo desde una altura de cerca de tres metros, Osdelvis no tuvo ningún hueso fracturado.
«La caída solo le ocasionó una herida de seis puntos en la cabeza. El niño tuvo suerte y como dicen por ahí, ese día volvió a nacer. ¡Imagina cuántas cosas pensamos!... porque él es delgadito y como le falta un riñón de nacimiento, tuvimos temor a los golpes, por la caída desde tanta altura», afirmó Yolaine Sánchez Lachel, madre del niño, quien todavía, al igual que el padre, Osdelvis Pérez González, anda con un “salto” en el estómago.
«Fue una locura; yo estaba en Camagüey cuando ocurrió el accidente, pero su papá cuenta que todo el mundo ayudó a nuestro hijo, porque los trabajadores de Acopio, los doctores del hospitalito de Haití, los del Hospital de Santa Cruz del Sur y los del Pediátrico no perdieron ni un segundo. Por ese esfuerzo y por el trato es que toda la familia se siente agradecida», explicó Yolaine, madre también de los otros cuatro hermanos del afortunado.
Más allá del milagro
A pesar del «milagro», catalogado de esta manera por muchos en el pueblo de Haití y hasta por cientos de lugareños de esta provincia, a Osdelvis hubo que amputarle el brazo izquierdo. El doctor y profesor auxiliar Pedro Bueno Rodríguez, miembro del equipo de ortopédicos que ha atendido este caso, ratificó a JR que el niño sí tuvo mucha suerte.
«A este tipo de shock eléctrico son muy pocos los que sobreviven. Hablamos de un corazón que nunca dejó de latir, ni siquiera cuando la corriente lo afectó desde la espalda hasta salirle por el brazo izquierdo, trayectoria marcada por las quemaduras en su cuerpo. Tampoco tuvo alguna lesión interna, ni órgano afectado, a pesar de la caída.
«Incluso, el niño recuerda y cuenta toda su historia, elementos que certifican, entre otras pruebas realizadas, que tampoco existen daños neurológicos».
—¿Dónde se concentraron las principales lesiones?
—El brazo izquierdo se momificó y por esta razón hubo que amputarlo. Además sufrió un grado de necrosis progresiva que originó dos re-amputaciones en esa misma extremidad.
«No exagero si les cuento que en estos meses de ingreso Osdelvis ha entrado al salón 15 veces y durante su larga estancia estuvo, primeramente, en la Sala de Terapia Intensiva y luego en Terapia Intermedia atendido por un equipo médico multidisciplinario.
«A su llegada Osdelvis fue diagnosticado como un politraumatizado, lo que implicó que fuera examinado por especialistas en quemaduras, intensivistas, cirujanos, neurocirujanos, anestesistas, ortopédicos, psicólogos, psiquiatras y pediatras, además de un excelente equipo de enfermería y técnicos de múltiples especialidades», informó Osby Quintero Rodríguez, integrante del Servicio de Ortopedia.
Para todo el personal de salud en función de este caso, y para quienes ya conocen al «niño del corrientazo», como popularmente lo llaman, un mensaje ha quedado claro: es preferible prevenir, antes que tener que lamentar.
«Estamos satisfechos con la suerte que corrió Osdelvis, pero nadie olvide que la historia ha demostrado que no siempre sucede así», valoró Zuraika Maya Tauile, jefa de este servicio en el Pediátrico.
Ciencia o suerte
No existe una sola persona en Camagüey que, al conocer sobre este caso, no se pregunte cómo este muchachito pudo sobrevivir a tal descarga eléctrica.
JR conversó con el profesor de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Camagüey, Rolando Madiedo Comendador, quien aseguró que en sus más de 40 años de experiencia nunca había conocido que una persona soportara un shock eléctrico de más de 13 000 voltios y sobreviviera incluso sin daños neurológicos.
El prestigioso académico precisó que Osdelvis fue afectado por una descarga de entre 13 200 y 13 800 voltios, «y no por una de 14 000, como aseguran muchos», agregó.
Esclareció el experto que ser hombre, mujer o niño, e incluso la edad, el peso, la estatura y hasta el estado de ánimo que se tenga en el momento del accidente, determinan la conductividad de la corriente por el cuerpo humano, «porque cada quien tendrá una cantidad específica de líquido en su organismo que está en correspondencia con estas cualidades, lo que provoca variaciones en la resistencia al paso de la corriente por el organismo».
Explicó también que tener miedo antes del momento de la descarga produce más sudoración y por lo tanto una menor oposición al paso de la corriente.
«Todos estos factores influyen, pero en menor cuantía. En el caso de este niño su delgadez lo ayudó, porque posee menos líquido. Además todo indica que no le tiene temor a la altura, situación esta que también lo favoreció por estar su organismo sin predisposición ni alteración de ningún tipo», resaltó el destacado investigador.
—¿Cuáles serían los elementos que favorecieron su salvación?
—En accidentes como este un factor determinante es la zona del organismo por donde tiene lugar la entrada de la descarga, porque si la corriente circula a través del corazón, entonces se puede producir una fibrilación ventricular y con esta una arritmia o paro, con daños irreversibles para la vida. En este caso la corriente circuló entre la espalda y el brazo izquierdo sin afectar el corazón, lo que le permitió sobrevivir.
«Otro factor fue que este contacto tampoco fue a través de la cabeza, porque si no hubiese sufrido daños neurológicos serios, los que hoy no están presentes en Osdelvis».
—¿Por qué esos daños severos en su brazo izquierdo?
—La corriente es un fenómeno físico y para que circule tiene que existir una fuente de tensión, que en este caso fueron el cable de alta tensión, una resistencia de la que el niño fue parte, y que esta entre en contacto con tierra o masa (lo que cierra el circuito).
«En este accidente el contacto con tierra pudo ser cualquier objeto metálico de la baranda de la carreta que entró en contacto además con su brazo izquierdo o que al estar cerca de él formó un arco eléctrico por alta tensión. Al circular la corriente por algunas de estas vías mencionadas se produce la quemadura en el brazo, lo que conlleva a la amputación».
—El tiempo que duró el shock y la altura ¿influyeron en la suerte de Osdelvis?
—La suerte estuvo en que él estaba sobre trozos de caña que son malos conductores de la corriente eléctrica y no precisamente en la altura en que se encontraba, porque esta en principio es la que lo acerca a los cables. A la vez esa misma altura lo ayuda, porque al ocurrir la descarga él es lanzado carreta abajo interrumpiendo el circuito eléctrico. Mientras él está en el aire ya no hay circulación de corriente y tampoco cuando cae, porque aumentó la distancia entre los cables y él; por lo tanto el tiempo en el que circuló la corriente fue mínimo y esto sí lo favoreció, y mucho.