«Temita, mira la obra de tu padre», dijo durante el acto de entrega de la fortaleza al Ministerio de Educación, el entonces Comandante Raúl Castro a la hija del combatiente del Moncada José Luis Tassende, caído en la acción. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 04:54 pm
SANTIAGO DE CUBA.— En medio de un Sol ardiente, según la prensa de la época, a eso de las 9 y 30 de la mañana del 28 de enero de 1960, volvió a entrar Fidel en el Moncada. Protagonizaba esta vez un asalto al futuro, y en su expresión, la del sembrador, dueño del milagro de fundar, iba el anuncio de los altos propósitos de una Revolución que había confiado a la educación la materialización de los sueños de sus hijos.
Por eso su voz tuvo el énfasis de quien cumple una promesa: «…este edificio no lo necesitamos para fortaleza. Antes necesitaban una fortaleza para defenderse del pueblo; y ahora, cuando el pueblo es el que defiende la Revolución, no necesitamos fortalezas. Como lo que necesitamos son escuelas, pues, por eso nosotros estamos convirtiendo todas las fortalezas en escuelas…».
Un año después de que el cuartel pasara a manos de los revolucionarios, el 9 de enero de 1960, habían comenzado las labores de demolición de los muros de las instalaciones militares para hacer entrega de las mismas al Ministerio de Educación.
Cumpliendo la sentencia martiana de que «Hombres recogerá quien siembre escuelas», en el aniversario 107 del natalicio de José Martí, el otrora cuartel Moncada, siempre asociado al crimen y a la represión de toda idea de libertad, de progreso, se convertía en la Ciudad Escolar 26 de Julio.
Según los diarios de la época, al menos 10 000 personas, entre ellos 2 000 niños, participaron en el acto, donde con todo simbolismo se estrenaba el alcance del proceso social que se iniciaba en Cuba. La luz de la alegría infantil brotó entonces de las mazmorras transformadas en aulas.
Por eso Fidel fue enfático aquel día. «No tomamos la fortaleza el 26 de Julio, ni la tomamos el día Primero de Enero, hoy la hemos convertido en un centro de enseñanza, hoy sí hemos ganado esta batalla», sentenció.
Desde entonces, en cinco décadas de fecundo bregar por la formación de ciudadanos dignos y cultos, más de 16 000 niños egresaron del nivel primario de enseñaza en las aulas del emblemático centro, y es un orgullo para padres y pioneros decir en Santiago: Yo estudio en el «26 de Julio».
Conscientes de que los muros de estas instalaciones sacrificaron su biografía para convertirse en síntesis de las aspiraciones y voluntad del pueblo cubano, se trabajó para que aquella historia de horror, prisión, tortura y muerte que acompañó a la fortaleza desde su construcción en 1859, con el nombre de Nuevo Presidio y el estigma de convertirse en lugar de confinamiento para los insurrectos cubanos, fuera transformada en un recinto del saber, la virtud y el crecimiento espiritual.
Más de 1 600 educandos, guiados por 300 docentes y un accionar pedagógico constante, se empinan hoy hacia el futuro en la Ciudad Escolar 26 de Julio en seis escuelas primarias, que igualmente recuerdan desde sus propios nombres el gesto de aquel grupo de jóvenes que, pensando en Martí, tomaron sus muros por asalto el 26 de julio de 1953, dispuestos a acabar con tanto oprobio.
El centro, describe orgullosa su actual dirección, dirige su trabajo pedagógico de manera paralela al vínculo con la familia y la comunidad, para influir en el aprendizaje y la formación de valores de los escolares y en la superación sistemática de los docentes, y lo hace desde el despliegue constante de actividades, también deportivas, culturales y recreativas.
Convencidos de que la historia de este lugar no será jamás olvidada, se empeñan en hacer historia nueva y aprovechan sus escenarios naturales para potenciar el aprendizaje del devenir patrio a partir de su propio medio histórico y consolidar los resultados que lo distinguen como institución representativa de los éxitos de la educación cubana.
En uniforme y pañoletas, con la luz del saber como guía, desde las aulas de la Ciudad Escolar 26 de Julio se reivindica cada día la historia del Moncada. Desde hace 50 años anida allí la certeza de que los anhelos del ayer son aquí la más hermosa realidad.