La luz roja que se prendió al cierre del primer cuatrimestre del año, cuando el sobregiro nacional en el consumo de electricidad provocó un gasto no previsto de 40 000 toneladas de petróleo, sacudió al país. Removió el hacer de las instituciones y los ciudadanos responsables.
No se podía seguir por un camino que comprometiera las finanzas de la nación en medio de la actual crisis económica mundial —dura, que no amaina—; el galopante precio de los alimentos y los combustibles; las dramáticas secuelas de los huracanes del 2008; el difícil acceso a créditos... y la oreja peluda de los «americanos», siempre ahí —en lo que ya sabemos...
El Plan de medidas excepcionales de ahorro de electricidad que entonces comenzó a implementarse —sus éxitos y pendientes—, se analizó en la Comisión de Energía y Medio Ambiente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la que participaron los miembros del Buró Político, Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, vicepresidente del Consejo de Ministros, y Yadira García Vera, ministra de la Industria Básica.
De continuarse al ritmo de consumo que se llevaba hasta abril, millones de dólares más hubieran tenido que ser extraídos de las tensas arcas del Estado. Un «lujo» hoy imposible.
Al pasar revista al asunto, directivos de la Unión Eléctrica informaron a los parlamentarios que hasta el 30 de noviembre el consumo de energía, respecto a igual período de 2008, creció 0,4 por ciento (si se sumara lo no generado durante los dramáticos días de ciclones, la cifra casi frisaría un dos redondo).
Cerrando casi el año, las cuentas del ahorro no llegaron a la meta óptima. Unas 85 000 toneladas de petróleo debieron ser quemadas de más para producir energía eléctrica. Solo que, según una revisión de las estadísticas (en abril pronosticaban un exceso de 160 000 toneladas en el año si se seguía con la «guaracha» de los primeros cuatro meses), de no haberse adoptado el Plan de medidas excepcionales, el 2009 hubiera concluido con un gasto no planificado de 245 000 toneladas de petróleo en las panzas de las calderas.
El primer guarismo ya era grande. Este último asusta.
No se hizo todo lo que se debía; no se aprendió todo lo que se deseaba; no se fue lo suficientemente sensible —por algunos— ante lo que se necesitaba.
Mas también ciertos dígitos eran inevitables: las nuevas viviendas incorporadas al fondo habitacional en el archipiélago y la conexión a la red nacional de bateyes azucareros, por ejemplo, suman. ¡Y qué decir del calor! Los aires acondicionados se controlaron hasta cierto punto, pero el ventilador también gasta, y ese era inevitable: Aunque alumbran, los números a veces son esquivos. Y es mejor no recrearse mucho en ellos cuando hay esencialidades que los superan. Más que estadísticas (¡aunque malas, no se puede negar!), las 40 000 toneladas de abril han tenido su cara buena: cambiaron en apenas ocho meses el mapa de la psicología institucional y social sobre el ahorro de energía eléctrica.
Es verdad que en este período ha sido: ¡al ahorro «rezando» y con el mazo dando! Pero tanto en el área económica y, en menor medida, en el sector residencial, Cuba ya no es la misma. Es mejor. Y en el año próximo y los venideros, mucho habrá que andar, con especial énfasis en un enfoque cualitativo, científico, de todo lo que se puede hacer al respecto, en eso están trabajando —algo que entusiasma—, el Grupo nacional para el ahorro y la eficiencia energética del MINBAS.
El uso racional, exhaustivo, milimétrico de la energía es desarrollo, compostura, civilidad. ¡Es vivir en un siglo XXI responsable social, económica y ambientalmente! El ahorro es parte intrínseca de la Revolución Energética diseñada por Fidel hace casi un lustro. Desde el inicio él lo ha estado advirtiendo: el ahorro es el más grande pozo de petróleo que vamos a encontrar en esta mágica ínsula.