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Tres acontecimientos y un solo culpable

Se iniciaron en 1939, bajo el mismo denominador común del fascismo hitleriano: una guerra, el Día Internacional de los Estudiantes y el secreto de la «Operación Bernhard»

Autor:

Luis Hernández Serrano

Tres importantes episodios de nivel mundial, aparentemente inconexos, pero con el mismo denominador común, se iniciaron en 1939 en el continente europeo.

El primero de ellos, el estallido de la II Guerra Mundial; el segundo, el asesinato de nueve estudiantes checoslovacos, lo que después dio lugar al Día Internacional del Estudiante, y el tercero, los primeros pasos alemanes para falsificar los billetes de Inglaterra.

Los tres hechos tuvieron en común las ambiciones hegemónicas de poder ilimitado, el militarismo y las pretensiones expansionistas de Adolfo Hitler.

El surgimiento de la II Guerra Mundial es un hecho mucho más conocido. Hitler, político alemán (1889-1945), jefe del llamado Partido Nacional Socialista, canciller en 1933, caudillo o Führer del III Reich en 1934, provocó en 1939, con su agresión a Polonia, el inicio de aquella contienda.

Día Internacional del Estudiante

Poco conocidos, pero no menos crueles, fueron los hechos que, precisamente en 1939, gestaron lo que años más tarde se convirtió en el Día Internacional del Estudiante.

En ese año la bota nazi pisoteó la capital checoslovaca. Exactamente el 17 de noviembre un grupo de estudiantes de esa nación, decididos a liberar a su patria del hitlerismo, protagonizó una heroica resistencia en las calles principales de Praga, la capital.

Ese día fueron asesinados nueve de aquellos jóvenes, entre ellos Jan Opletal, uno de sus dirigentes, suceso que terminó en una verdadera masacre y en el envío de cientos de estudiantes a un campo de concentración nazi, donde los torturadores impusieron a los prisioneros todo tipo de vejámenes y maltratos físicos y psíquicos.

El nazifascismo ordenó los crímenes más insólitos para tratar de silenciar las ideas y el patriotismo de la juventud, pero la historia se encargó después de cobrarles un alto precio al tirano y sus hordas.

La humanidad rememora esta fecha para que no vuelva nunca más a resurgir la dictadura fascista que provocó el exterminio de pueblos enteros ante la desenfrenada y enfermiza mentalidad del Führer del III Reich y sus seguidores.

Aquel 17 de noviembre se convirtió en un símbolo de la resistencia y del heroísmo de los estudiantes del planeta contra los crímenes de toda índole.

Varios años después, las principales organizaciones estudiantiles del mundo manifestaron su repudio al fascismo, y realizaron anualmente numerosas protestas contra todo vestigio de la barbarie hitleriana.

Un papel trascendental en esta digna postura lo desempeñó la Unión Internacional de Estudiantes (UIE), organización que agrupa a las asociaciones y destacamentos estudiantiles de numerosos países.

Fue fundada en Praga el 27 de agosto de 1946, como parte de lo que se denominó el Consejo Mundial de Estudiantes, goza de estatutos de organismo consultivo ante la UNESCO y su sede se fijó en la propia Praga.

Ese Consejo Mundial de Estudiantes se había constituido en Londres, Inglaterra, en 1941, y agrupó a las organizaciones estudiantiles antifascistas. Entre sus grandes tareas estuvo la preparación del Congreso Mundial de Estudiantes (CME).

Justamente, la fundación de tal Consejo se inspiró en lo ocurrido el 17 de noviembre de 1939, símbolo del sentimiento de libertad y patriotismo de la juventud checoslovaca, que entonces interpretó el sentir de las juventudes de todo el orbe.

Esa fecha fue proclamada posteriormente por el CME como Día Internacional del Estudiante y ratificada luego por la Unión Internacional de Estudiantes.

Igualmente la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD) —en su rol antifascista y antiimperialista— ha recordado siempre el Día Internacional del Estudiante, y desde 1947 se ha ocupado, en coordinación con las organizaciones juveniles y estudiantiles de todos los confines, de organizar el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.

Hitler ordenó falsificar billetes

Precisamente a fines de 1939, Alemania, comienza a sentir los primeros efectos del enorme gasto militar de la guerra en el Frente Este y en África.

Surgió así en la cúpula del poder fascista alemán, la idea de falsificar el papel moneda de otros países, particularmente el de Inglaterra.

El tristemente célebre Himmler, Comandante en Jefe (Reichsführer) de las SS, se lo propuso a Hitler, quien enseguida ordenó aplicarlo, convencido de que resultaría un doloroso e irreparable golpe contra el poderío económico y militar británico.

El Mayor-SS Bernhard Krüger, del Departamento de Sabotaje alemán de los Servicios de Seguridad del Estado, emprendió lo que se denominó precisamente «Operación Bernhard».

Primero se ideó falsificar los billetes de 20 libras esterlinas. Las divisas fuertes que se obtendrían con la venta de esa moneda falsa, fortalecerían la economía del Reich y quebrantarían la de Inglaterra: se matarían dos pájaros de un solo tiro.

Se falsificaron al principio cien millones de libras esterlinas, en billetes de baja denominación que circularían por diferentes países a través de los Servicios Secretos alemanes. ¡Era la más grande falsificación monetaria de todos los tiempos!

A Bernhard Krüger, experto en producción de papel y en falsificaciones, se le dieron todos los recursos. Enseguida él contactó a Alfred Naujocks, encargado de las falsificaciones en los Servicios de Seguridad del Estado, quien contaba con un adiestrado equipo de especialistas.

En realidad Krüger se valió de un grupo de otros delincuentes procesados y condenados a reclusión en el campo de concentración de Sachsenhausen, y se puso al frente de las operaciones.

Pronto echó a andar la Operación Bernhard, con más de 140 expertos en la fabricación de billetes falsos. Primero falsificó un papel igual al empleado por Inglaterra en la emisión de libras esterlinas que pasaron la prueba del tacto y análisis técnicos y científicos de la época.

Se empleó una tela de algodón que se compraba en Turquía, para confeccionar frazadas de limpieza en las fábricas alemanas.

Luego de utilizados esos trapos, se procesaron químicamente y se logró un papel idéntico en calidad, textura, brillo y color, al original de los billetes británicos.

Hubo que descubrir el código para generar los números de serie válidos. Hechos los billetes falsos, no fueron detectados ni en los propios bancos ingleses.

Walter Schellenberg, jefe de la Oficina VI u Oficina Central de Seguridad del Estado, inició la producción de los billetes. La fábrica se trasladó al Campo de Concentración de Oramienburg para producirlos en serie, en grandes cantidades.

Se hicieron poco más de cien millones de billetes de cinco, 10, 20 y 50 libras esterlinas, mientras que de cien, mil y cinco mil libras permanecieron en reserva.

Schellenberg contó con la ayuda del millonario Friedrich Schwend, quien le apoyó en colocar el papel moneda falso en los mercados internacionales.

A fines de 1943, grandes cantidades de billetes se transportaron a una oficina en el Castillo de Lobers, al sur de Tirol, donde Schwend realizara el lavado de dinero bajo el nombre secreto de Wendig, pagando importaciones y las remuneraciones de agentes y espías alrededor del mundo.

Así se inundó el mercado internacional y, por supuesto, la falsedad llegó a Inglaterra, donde un sencillo y desconocido empleado de un Banco, casualmente descubrió la secreta maniobra alemana: ¡encontró dos billetes con los números exactamente iguales!, como hallar a dos personas con las mismas huellas digitales.

Muchos billetes falsos siguieron circulando y el Banco de Inglaterra eliminó todos los mayores de cinco libras y no los reintegró hasta 1960, los de 10 y de 20 en 1970, y los de 50 en 1980. Francia apresó a Krüger y lo puso en sus servicios secretos como falsificador de documentos. El mayor Bernhard Krüger murió en 1989. Al final todo el dinero falso se hundió en un lago, cerca de Linz, en Austria. Se dice que muchas de aquellas cajas con dinero falso se recuperaron en 1959.

Fuentes: El taller diabólico (en alemán Teufels werkstatt), libro de Adolf Burger, publicado en la RDA a fines de los 70; archivo de Juventud Rebelde e Internet.

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