MATANZAS.— Jacomino va a cumplir 38 años de vida en los potreros de Ceiba Mocha, municipio de Matanzas, lo que significa que es un equino longevo. De color dorado, hace 14 años que lo «jubilaron». Sus dueños lo han soltado en un potrero para que viva libre recordando aquellos relinchos, cuando se iba «por la mañana con su pasito apurao,/ a verse con su potranca,/ que lo tiene embarbascao», igual que la historia de la ranchera del venezolano Simón Díaz.
Los caballos viejos renquean suavemente por caminos y llanuras. Sin embargo, Jacomino es un ejemplar fuerte, con todos sus dientes, síntoma de una buena salud y de que podría vivir otros muchos años.
Nació allá por 1971, en el poblado de Ceiba Mocha, cerca de la ciudad de Matanzas. Legalmente su padrón lo identifica como M1-183. Apenas ha tenido dos dueños, lo que pudo influir en su longevidad, por el cuidado que le brindaron tanto en la alimentación como en el trabajo.
«No lo vendemos ni por todo el dinero del mundo», se afinca en esa decisión su dueño heredero Tomás Antonio González Hernández, mientras nos cuenta de la cantidad de personas que han querido comprárselo.
No es lo que se dice un ejemplar vistoso, aunque encanta por su espíritu explosivo cuando alguien se le acerca.
En nuestra segunda visita, Tomás Antonio lo montó a pelo limpio, y Jacomino impuso su ímpetu como en los años en que su sangre hervía ante cualquier potranca.
Ya montado, trotó un poco por la pradera y se notó su resabio, algunas malas pulgas que traen consigo los achaques de la senectud.
La ciencia no ha dicho aún la última palabra sobre la correlación de la edad humana con la equina; no obstante, los especialistas estiman que un caballo de 30 años de edad equivaldría a una persona de 80.
«Mi papá, Ramón Enríquez, era jefe de lote de la Empresa de Cultivos Varios en Ceiba Mocha cuando lo compró a finales de la década del 70, y luego un primo nuestro lo empleó para trasladarse diariamente en un carretón desde el pueblo donde vivía hasta su finca, diez kilómetros sumando ida y vuelta.
«Nunca se ha revirado ni atropellado a nadie», lo elogia Tomás, quien nos dice que aún tiene muy buenas condiciones.
Desde el hocico hasta las orejas todo su pelambre está canoso. Sus dientes son enormes, lo que denuncia vejez.
El caballo más longevo de que se tenga noticias fue Old Billy, que murió a la edad de 62 años, en Inglaterra. Todavía a Jacomino le faltan 25 para romper ese récord.
«La expectativa de vida de los caballos depende del trato que les brinden sus dueños», sostiene Israel García, veterinario.
El promedio de vida de un caballo se sitúa en torno a los 24 años, y entre las razas más longevas se distinguen las orientales y el pura sangre inglés.
En la finca El palenque pasa sus días este singular caballo, y hasta el niño Brhantony González lo ha montado con suavidad y conoce del amor que le profesan los mayores de la familia.
La buena salud de Jacomino y los cuidados de sus dueños seguro le propiciarán una más larga existencia. La pérdida de brillo en su pelo y la aparición de canas son síntomas evidentes de que nuestro caballo «tiene el tiempo conta’o».