Sin energía eléctrica no sería posible la sociedad moderna. El confort y el avance alcanzados serían imposibles sin su empleo. Mientras más se desarrolla la humanidad, más dependiente se hace de tecnologías que requieren del uso de la electricidad.
Hace poco más de cien años, cuando comenzó a expandirse el servicio eléctrico, su disfrute era algo extraordinario. Hoy es tan natural disponer de electricidad, que solo apreciamos su importancia cuando ocurren los indeseados apagones, ya sea por causas meteorológicas como el paso de ciclones o por fallas en el servicio, debido a interrupciones en las unidades de generación o en las redes que llevan el «fluido eléctrico» hasta nuestras viviendas, centros de trabajo, de recreación, de estudio u otros.
El 98 por ciento de los hogares cubanos tiene acceso al servicio eléctrico. De acuerdo con cálculos del autor a partir de datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, el consumo promedio de electricidad de cada cubano en el 2007 fue de 1 490 kWh. Disponer del servicio y pagarlo no da derecho al despilfarro. Tampoco hay derecho a malgastar la electricidad en nuestros puestos de trabajo. Al contrario, usarla racionalmente es un deber social y una muestra de educación energética.
Consumir con racionalidadSegún el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ahorrar tiene entre sus significados reservar alguna parte del gasto ordinario, guardar como previsión para necesidades futuras y evitar un gasto o consumo mayor. Según la Wikipedia en Inglés, la conservación de la energía es la práctica de disminuir la cantidad de energía usada. Esto se puede lograr mediante la eficiencia energética o reduciendo el consumo en los diferentes servicios energéticos.
Ahorrar electricidad es consumirla con racionalidad, sin banalidades ni despilfarros. La energía eléctrica debe ser usada racionalmente siempre, pero en especial cuando su generación se produce quemando combustibles fósiles. Ahorrar energía eléctrica significa usar la cantidad necesaria al realizar las diferentes actividades. No significa renunciar a recrearse y estar informados a través de la radio y la televisión, escuchar música, iluminarnos, planchar la ropa o refrigerar los alimentos. No significa tampoco disminuir la iluminación hasta el punto en que necesitemos usar espejuelos, ni que carguemos agua para no consumir la electricidad necesaria para bombearla hacia los tanques elevados. Ahorrar energía no es renunciar totalmente al uso de acondicionadores de aire, computadoras, etc.
El ahorro de energía eléctrica no nos impone limitar el crecimiento económico y social de nuestro país. Se debe usar la electricidad consciente y responsablemente, aplicando las medidas indicadas en dependencia de la necesidad de ahorro que exista.
En el ámbito doméstico, el ahorro de electricidad permite ahorrar dinero que puede ser destinado a cubrir otras necesidades de la familia. Asimismo, esta práctica alarga la vida útil de los equipos eléctricos que tenemos en los hogares y los que son puestos a nuestra disposición en los lugares de trabajo. A escala de todo el país, el ahorro de electricidad permite aumentar la intensidad energética y la eficiencia de los procesos en las organizaciones de diversos sectores. Ello se revierte en beneficios para todos, ya que pueden destinarse recursos financieros a otros sectores de la economía nacional con alto impacto social. No olvidemos que aunque una parte de los combustibles que empleamos en generar electricidad son recursos nacionales, el resto son importados. Ahorrar electricidad contribuye a disminuir la demanda en los horarios pico, lo cual tiene un impacto en la eficiencia del sistema eléctrico y en el costo de la electricidad producida. Ahorrar electricidad alarga la disponibilidad de los combustibles fósiles que se utilizan en su generación y permite un aprovechamiento óptimo de la capacidad instalada en las unidades generadoras. Por otro lado, el ahorro de electricidad es una forma efectiva, económica y al alcance de todos de preservar el medio ambiente. La práctica del ahorro de electricidad lleva implícito el ejercicio de la responsabilidad ciudadana y la solidaridad energética. El ahorro de energía eléctrica nos prepara para la transición hacia un paradigma energético basado en fuentes renovables, a lo que contribuye progresivamente la Revolución Energética.
Combustibles fósilesMás del 96 por ciento de la energía eléctrica que satisface nuestras necesidades, se obtiene a partir de combustibles fósiles. Alrededor del 60 por ciento de esta se genera en centrales termoeléctricas (CTE) que usan fundamentalmente petróleo crudo nacional. Cerca del 14 por ciento se produce empleando el gas acompañante del petróleo y el 24 por ciento se garantiza con los grupos electrógenos de alta eficiencia. Los grupos que utilizan fuel oil trabajan las 24 horas. Los que emplean diesel solo entran en funcionamiento cuando la demanda supera la potencia en línea de las restantes tecnologías.
Los combustibles antes mencionados son todos de origen fósil. Son recursos no renovables que al ser quemados emiten contaminantes que afectan la calidad del aire que respiramos. Por cada kilowatt-hora que se produce en el país se emiten a la atmósfera unos 700 gramos de Gases de Efecto Invernadero (GEI), fundamentalmente dióxido de carbono (CO2). El CO2 no provoca afectaciones directas a la salud humana, pero contribuye al calentamiento global del planeta. Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, alrededor del 93 por ciento de nuestras emisiones brutas de GEI, proviene del sector de la generación de electricidad. Aunque nuestra contribución a las emisiones globales es muy pequeña (ocupamos el puesto 109 en emisiones por habitante) y el Protocolo de Kyoto no nos obliga a reducirlas, este es un asunto importante, pues ahorrando electricidad disminuimos las emisiones y combatimos el cambio climático.
Bajo rendimientoEl rendimiento de las tecnologías que emplean combustibles fósiles para generar electricidad, ronda el 40 por ciento. Eso significa que, cuando se quema una cantidad de combustible para producir electricidad y se desprenden cien unidades energéticas, solo se convierten en electricidad 40 de estas que son entregadas al Sistema Electroenergético Nacional. Las 60 restantes se transforman en energía térmica y no se aprovechan.
A este relativamente bajo nivel de rendimiento hay que añadirle las inevitables «pérdidas técnicas» que se producen en las redes eléctricas. Por ello, a los usuarios finales llegan solo unas 33 unidades. Si encima de este bajo rendimiento se hace un uso final de la electricidad caracterizado por un comportamiento inconsciente, ineficiente y derrochador, el impacto económico y ambiental es aún mayor.
En el mundo y en CubaEn el mundo hay unos dos mil millones de personas que no pueden ahorrar energía eléctrica. Y no es porque no quieran, es porque no tienen acceso a ella. Según la Agencia Internacional de la Energía, el consumo promedio de electricidad de cada ciudadano haitiano es de 37 kWh al año. ¡Y no es el más bajo del mundo!
Los problemas ambientales relacionados con el consumo de energía eléctrica, han hecho que se tome conciencia de la relación entre consumo de electricidad y medio ambiente. En muchos países se realizan acciones encaminadas al uso racional de la energía, aunque contradictoriamente al mismo tiempo se promueve el consumo desenfrenado de bienes materiales. La promoción de cultura energética y del ahorro de energía, son actividades que se realizan por países de todos los continentes y diferente nivel de desarrollo.
Las acciones de promoción del ahorro de electricidad y la cultura energética en nuestro país abarcan todos los sectores incluyendo el educativo. El Programa de Ahorro de Electricidad en Cuba (PAEC), fue la primera acción de carácter integral que se llevó a cabo.
Pero tenemos un gran reto en el ahorro, la eficiencia y la educación energética. Necesitamos una estrategia de ahorro y educación energética, que convierta a Cuba en una economía eficiente en el uso de la energía. No debe ser una consigna o una suma simple de acciones comunicativas. Hay que lograr que las personas incorporen a cada una de sus actividades la cultura del ahorro de la electricidad en hogares, escuelas, fábricas, hospitales, etc. Cultura energética es respeto ambiental.
* El autor es especialista de CUBAENERGÍA y miembro de CUBASOLAR.