¿Hay Premios Nobel en Cuba? La respuesta es afirmativa, aunque deje boquiabiertos a muchos. La mayoría anduvo en «camellos» y ahora en guaguas, y hay algunos que, en lugar de usar portafolios sofisticados, caminan con las manos libres, convencidos de que el mejor archivo de sus conocimientos está al norte de su anatomía.
En el año 2007, los medios de comunicación informaron que el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, organismo multinacional, conocido, por sus siglas en inglés, como IPCC, fue acreedor, junto con el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, del Premio Nobel de la Paz.
«Por sus esfuerzos por acrecentar y diseminar el conocimiento sobre el cambio climático provocado por los seres humanos, así como por establecer las bases para que se tomen las medidas necesarias para revertirlo», rezaba la fundamentación de por qué el Comité Nobel del Parlamento Noruego, inclinaba la balanza por ellos, y así lo reflejaban los medios.
Aun así, muchas personas ignoran que una docena de los científicos y expertos que mereció el reconocimiento son ciento por ciento cubanos. Incluso, por aquellos días en que corría la noticia, a los propios laureados les llegó la información de disímiles maneras. Hubo dudas, ambigüedades y sorpresas.
El Doctor en Ciencias Económicas Gerardo J. Trueba González, miembro del Consejo de Dirección del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), recuerda que durante varias semanas estuvieron recibiendo correos y llamadas telefónicas para felicitarlos.
«Además tuvimos un grato encuentro con el Premio Nobel Gabriel García Márquez, quien se interesó por tener detalles sobre los trabajos que los cubanos habíamos presentado.
«Para muchos en el exterior, parecía insólito que un grupo de especialistas y profesionales de nuestra pequeña Isla pudieran recibir tan alta condecoración».
Con la autoría principal del capítulo III, dedicado a Acuerdos Internacionales y Estructuras Legales, en particular a las transferencias tecnológicas y su repercusión en el contexto político-social, Trueba contribuyó a este Nobel, que no tiene precedentes en la Isla.
«Nuestro aporte al IPCC se relaciona con la legislación sobre la eficiencia energética y el desarrollo de los países, así como la interacción del comercio y las posibilidades del intercambio de la transferencia de tecnología para mitigar los cambios climáticos».
Sueños a los 70Cuando la noticia rodaba por el mundo, una periodista de la CNN dejó al físico Julio Torres Martínez un recado en su departamento para entrevistarlo, por el otorgamiento del Nobel al IPCC, y el hecho de compartirlo con el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore. «Todavía la estoy esperando», dice irónicamente.
Julio trabaja como analista de energía y tecnologías de avanzada en el Observatorio Cubano de Ciencia y Tecnología, institución creada por la Doctora Rosa Elena Simeón, a fines del año 2001.
Cuando habla de su vida profesional pide que aclaremos qué es Cuba Solar, y, si queremos, que hagamos referencia a que es fundador y miembro de la junta directiva de esa ONG cubana, creada en 1994, para promover las fuentes renovables de energía y el respeto ambiental.
Sus aspiraciones acarician el sueño de, a los 70 años, hacer el doctorado, y seguir batallando para reducir, gracias a la utilización eficiente de la biomasa cañera, las emisiones de gases de invernadero, producidas por la generación de electricidad, que es la fuente que más compromete el medio ambiente con ese problema.
«Seguiré con los estudios prospectivos conducentes a evolucionar hacia una energética sustentable, como continuación de la revolución energética ideada, promovida y organizada por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro».
Que cese el egoísmoPara el Doctor en Ciencias Carlos M. López Cabrera, investigador del Centro de Química y Contaminación Atmosférica del Instituto de Meteorología, se trata de un premio colectivo al que han contribuido modestamente.
«Claro, el IPCC no es un ente impersonal, es un grupo de expertos al cual pertenecemos varios cubanos, entre otros muchos expertos del orbe» asegura Carlos, quien además dirige el Equipo Técnico Nacional de Gases de Invernadero.
Alude a que, a finales de los años 60 del siglo pasado, cuando empezó a medir contaminación atmosférica en regiones cubanas «limpias», muy alejadas de las ciudades e industrias, junto a otros colegas, unos se sonreían con suspicacia, y la mayoría no entendía aquella pérdida de tiempo.
«No se hablaba mucho aún de los problemas globales de la contaminación que recién empezaban a manifestarse, y que ahora son temas cotidianos, de dominio público inclusive. Mi problema actual, es que al ritmo que va la ciencia, cada día tengo nuevas y más cosas que hacer y aprender, menor tiempo disponible y, por supuesto, nuevos compromisos personales y colectivos.
«Hemos trabajado en el IPCC y la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) por muchos años, sin recompensas materiales, pero sí con otras satisfacciones.
«El premio reconoce el impacto y contribución que ha tenido el trabajo desarrollado por el IPCC durante muchos años en el conocimiento científico del cambio climático, y también su influencia para que este tema haya salido de la esfera puramente científica, y tenga la atención priorizada de estadistas, políticos, los medios y la población».
Carlos remarca que el premio personal que desea, es que cesen los egoísmos y se implementen en la realidad, urgentemente, las drásticas medidas propuestas, entre otros, por el IPCC y la CMNUCC para controlar el cambio climático y minimizar sus efectos perjudiciales.
El incansable de los bosquesEl Doctor Arnaldo F. Álvarez Brito refiere que aun cuando había escuchado por los medios de prensa que se le había otorgado el Premio al IPCC, no lo relacionó directamente con él, ni con lo que había hecho, pues no pensó que tuviese semejante relevancia.
«No tomé conciencia de la realidad hasta que un compañero del Instituto de Investigaciones Forestales (IIF) me llamó por teléfono, para felicitarme y avisarme que la relación de nombres había sido publicada por la prensa nacional».
A este hombre de apariencia sencilla, la pasión por la Biología lo hizo graduarse como licenciado en esta disciplina en la Universidad de La Habana, en 1972, para un año después comenzar a trabajar en el IIF, donde durante diez años se desempeñó como vicedirector científico.
Muchos pinos y meliáceas le agradecen lo que son hoy genéticamente, pues entre 1976 y 1990 dedicó innumerables jornadas a la estructura y parentela de estas especies vegetales, dirigió proyectos para mejorarlas e investigó la cosecha, beneficio y uso de semillas forestales.
Archie, como se le conoce en la comunidad científica cubana, es autor de la Evaluación de los Impactos del Cambio Climático en el Sector Forestal, de la Estrategia de Mitigación del Cambio Climático por el Sector Forestal Cubano, y otras valiosas publicaciones.
Para este camagüeyano, a quien la ciencia puso en brazos de los bosques, el Nobel le permite corroborar «el reconocimiento social y político de un pueblo que ve en sus científicos no a una élite aislada, sino a quienes preparó técnicamente a un costo elevado, para que luego atendieran los problemas cuya solución requiere una labor especializada, tomando en consideración los intereses de nuestra sociedad».
Su aporte a este premio se relaciona con la elaboración del Segundo Informe Evaluativo del IPCC (1995), como experto del Grupo II, que atendía la valoración de los impactos generados por el cambio climático sobre los ecosistemas terrestres.
«Nuestro informe avisa sobre las afectaciones esperables en los recursos forestales de la región americana comprendida entre los Trópicos de Cáncer (23o 26´ N) y de Capricornio (23o 28´ S) y entre los 34o y los 114o de latitud Oeste».
Sus desafíos individuales y a corto plazo, siguen siendo asesorar y asistir a los ministerios de la Agricultura y del Azúcar en la preparación e implementación de sus respectivas estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático.
Solo gracias a esta revolución«Para mí fue muy reconfortante y emotivo, pues además de la reproducción del Premio Nobel, lo acompañaba una carta muy bonita y estimulante del presidente del IPCC, Doctor Pachauri, y de la miembro de la Secretaría Renate Christ, en la cual reconocían la importancia real que tenía mi trabajo como miembro del IPCC, en el Cuarto Informe».
Así recuerda el Doctor Cristóbal Félix Díaz, investigador de la Dirección de Medio Ambiente del CITMA, los días que sucedieron al reconocimiento.
«El Premio no cambia para nada mis aspiraciones. Realmente mis compromisos como científico y como cubano ya estaban fijados, y solo gracias a esta Revolución pude ser Doctor en Ciencias, y participar en el IPCC».
La responsabilidad de Cristóbal en el trabajo del IPCC está plasmada en el Grupo de Trabajo III: Mitigación, en el cual aborda la temática del manejo de desechos sólidos y líquidos, y la paliación de sus emisiones. Además participó en el Grupo de Trabajo Especial de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible.
Que la vida no me sea indiferenteAvelino G. Suárez Rodríguez, sin mucho preámbulo, resume sus proyecciones futuras en darle continuación a sus investigaciones en el campo de la ecofisiología.
Como si estuviera impartiendo una clase magistral, este especialista del Instituto de Ecología y Sistemática de la Agencia para el Medio Ambiente, del CITMA, nos explica los impactos del cambio climático que están transformando la biosfera.
Proyectar lo que puede ocurrirle a las especies vegetales, y determinar la vulnerabilidad de los cambios por la variación del régimen de lluvia y temperaturas, es esencialmente la labor de este hombre de 66 años, adicto a husmear en la vida de las plantas, para que siempre haya verde y la vida no se apague.
Más preocupado por el protagonismo del resto de los integrantes del IPCC que por su rol en esa institución, este investigador, que ha sido jefe de diversos proyectos regionales y nacionales, recalca que el mérito de la institución intergubernamental radica en alertar al mundo constantemente sobre lo que acaecerá como consecuencia de los cambios provocados por el hombre en el clima.
Congratulado, además de con el Nobel, con el Premio Internacional Zayed para el Medio Ambiente, como uno de los autores de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, no muestra una sola pizca de vanidad. Cree que cada premio acentúa la responsabilidad con los demás.
Durante 20 años Avelino ha sido secretario del Comité Nacional del Hombre y la Biosfera de la UNESCO, y actualmente colabora en la elaboración de la publicación Perspectiva del Medio Ambiente para América Latina y el Caribe, del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Concluyó hace poco la evaluación del estado del conocimiento de los impactos y la vulnerabilidad al cambio climático de la biodiversidad terrestre de las islas del Caribe, para la Fundación CANARI de Trinidad Tobago. En estos momentos, entre muchos otros deberes, coordina el capítulo Diversidad Biológica, de la Segunda Comunicación de Cuba a la Convención sobre Cambio Climático.
Avelino cree, por encima de todo, que no hay fuerza que frene la fusión entre el talento y la bondad. Por eso admira a esas geniales criaturas que siempre, por ser ejemplos, tienen seguidores para acometer cualquier empresa, por difícil que sea.
«Gracias a eso la presencia de la ciencia cubana está en la agenda científica mundial».
Uno de los pionerosEl Doctor Fabio Fajardo Moros, cuando habla de sus experiencias dentro del IPCC, destaca que fue una etapa de mucho trabajo y utilidad en su vida profesional.
Menciona los esfuerzos por lograr la incorporación de científicos cubanos en todo el proceso de evaluación del conocimiento disponible en los momentos fundacionales de la institución.
Quienes se refieren a su labor como investigador, destacan su capacidad para conducir investigaciones, y recuerdan que entre 1987 y 1996 tuvo sobre sus hombros la dirección del Instituto de Meteorología, y años más tarde presidió la Agencia de Medio Ambiente y fungió como vicetitular del CITMA.
«Cuando dirigí el Instituto de Meteorología tuve la responsabilidad de representar permanentemente a Cuba ante la Organización Meteorológica Mundial y participé en la Segunda Conferencia Mundial del Clima, en 1990.
«Allí se presentó el primer informe del IPCC, que sirvió de marco para toda la preparación del proceso de negociación de la Convención de Cambio Climático.
«Tomando estos insumos y lo investigado por el Instituto de Meteorología, se creó el Grupo de Trabajo Nacional, y se realizó una primera evaluación, la cual a partir de los escenarios planteados evaluó cuáles serían las consecuencias del cambio climático para Cuba».
Fabio califica como «un ejercicio muy integrador» lo realizado por ese equipo, pues permitió preparar en estos temas a la delegación cubana a la Conferencia de Río.
«A partir de esa experiencia participé en la reunión preparatoria del Segundo Informe del IPCC, celebrada en Zimbawe, donde fui electo como miembro del Buró del IPCC en representación de la Región Latinoamericana, y participé en todo el proceso preparatorio del segundo Informe del IPCC, proceso que terminó en 1995».
Este hombre que, según sus compañeros, tiene la capacidad de emplear racionalmente la paciencia, y ante los grandes problemas recurrir una y otra vez al análisis, actualmente trabaja en la Oficina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en Cuba (PNUD).
«Dirijo un programa financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), conocido como Programa de Pequeñas Donaciones, que trabaja en Cuba desde el 2004, e incide directamente en temas ambientales y de desarrollo local.
«Su área de actuación se encuentra en las comunidades campesinas. Allí promovemos básicamente la conservación de la biodiversidad, la utilización de energías renovables, el manejo de suelos y medidas de adaptación al cambio climático. El programa muestra resultados que han sido reconocidos por su integralidad y sostenibilidad. El Fondo para el Medio Ambiente Mundial, conocido por sus siglas en ingles como GEF, constituye el principal mecanismo de financiamiento de las principales convenciones ambientales aprobadas en la Conferencia de Río de Janeiro en el 1992».
Cuba en la avanzadaEl IPCC fue creado en 1988, a partir de esfuerzos conjuntos entre la Organización Meteorológica Mundial, con sede en Ginebra, y el PNUMA, radicado en Nairobi, Kenya. Su presidente es Rajendra K. Pachauri. Cuba es uno de los países en vías de desarrollo con mayor protagonismo en su quehacer.
El Doctor Ramón Pichs Madruga, subdirector del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), también reconocido con el premio de la Academia de Ciencias de Suecia, es miembro desde el año 1997 del Grupo de Trabajo III del IPCC, el cual se encarga de evaluar los aspectos económicos, sociales y medioambientales de la mitigación del cambio climático.
Fue elegido copresidente de este grupo, por su prestigio como científico, contribución y experiencia en los temas relacionados con la evaluación científica del cambio climático y las estrategias de respuesta ante este desafío global.
Pichs pondera la valía de los cuatro ciclos evaluativos terminados en el IPCC. Destaca que el primero se publicó en 1990, siendo de mucha utilidad en la preparación de la documentación y las negociaciones acerca de la convención marco sobre el cambio climático.
El segundo informe de evaluación vio la luz en 1995, asegura el especialista, y fueron muy importantes sus resultados como punto de referencia para la adopción en 1997 del Protocolo de Kyoto.
El tercero se publicó en 2001, y también tiene gran importancia para el proceso de negociaciones, al igual que el cuarto, que se divulgó en 2007.
«En estos momentos comenzó a prepararse el quinto ciclo evaluativo sobre cambio climático, el cual debe concluir en 2014, y los científicos cubanos que integran el IPCC están bien preparados para aportar, como hasta ahora, en dicho proceso», apunta.
El IPCC no crea conocimiento nuevo. Sistematiza los resultados de las investigaciones que ya existen en el mundo sobre determinados temas. Tampoco prescribe a los gobiernos qué deben hacer, sino pone a su servicio un conjunto de opciones y análisis bien procesados, fruto de las distintas escuelas de pensamiento.
Contra la hecatombeAntes de hablarnos de sus tres libros publicados, la Doctora Marlena Castellanos Castro, también premiada con el Nobel, se remonta a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, donde se asumió el compromiso plasmado en la Convención de Cambio Climático.
«Cuba fue el primer país en elevar el tema ambiental al rango constitucional. En aquella ocasión Fidel pronunció un discurso medular, que estremeció al plenario de la conferencia. Dijo verdades profundas desde una irreductible posición ética y humanista», afirma.
Esta investigadora titular del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), señala que el Premio «en lugar de hacernos mirar a las estrellas, es un incentivo para mirar a nuestro alrededor y convertirnos en agentes transformadores, para mitigar los efectos del cambio climático».
Esta mujer increíble, que anda por los corredores del CITMA acompañada de su bastón, debido a una secuencia de cirugías en la columna, rememora que el trabajo del IPCC sufrió el descrédito y silencio de los poderosos. Lo catalogaban de poco pragmático y alarmista.
«Pero a puro tesón, y por los análisis de Fidel en torno al medio ambiente, se ha echado por tierra ese sambenito, endilgado con claros propósitos por los mismos que Fidel señala como responsables principales de la hecatombe del ecosistema».
Un mensaje nos deja al término de su conversación: «Ignorar el cambio climático de la Tierra puede tener consecuencias desastrosas para la economía, al grado que puede, en breve plazo, llegar a costar hasta el 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) global, un nivel similar a la Gran Depresión de 1930, y puede crear 200 millones de refugiados.
«Eso no lo digo yo. Está resumido en el Informe Stern, un estudio del gobierno británico, en 2006, gracias al cual también se ha logrado que miren con otros ojos al planeta».
«Por supuesto que los jóvenes cubanos son cantera segura para el trabajo del IPCC. No aparecen ahora como autores principales en este grupo intergubernamental, porque para eso se requiere de un currículo extenso, con gran cantidad de publicaciones e impactos», reconoce Ramón Pichs Madruga.
El subdirector del CIEM apunta que los jóvenes no ejercen como autores principales en los ciclos evaluativos del IPCC, pero sí se vinculan, en las distintas instituciones cubanas, como autores contribuyentes y revisores de los informes del trabajo de los expertos que participan directamente.
Grandes ausentesCuando JR salió al encuentro de estas joyas de la ciencia, solo tres escaparon del blanco de su curiosidad, por encontrarse fuera del país en misiones de trabajo. Sin embargo, otros se encargaron de abolir el silencio.
De Tomás Gutiérrez Pérez, director del Instituto de Meteorología, una de las opiniones más acertadas puede ofrecerla Fabio Fajardo Moro, a quien Tomás sustituyó como director del citado Instituto.
«Fue un precursor en el campo de la modelación numérica del pronóstico del tiempo, y durante mucho tiempo estuvo a cargo del Centro de Cálculo del Instituto de Meteorología y frente a las investigaciones».
La dedicación al trabajo, según Fabio, fue el vínculo con el IPCC, organismo en el que actualmente representa a Cuba.
«Su formación como meteorólogo, que en los años 80 hizo su doctorado sobre la modelación, y el propio hecho de insertarse impetuosamente en toda esta revolución de la informática, ha permitido que su labor se reconozca y se distinga por la profesionalidad».
Del Doctor Roberto Acosta Moreno, sus compañeros coincidieron en resaltar la fusión entre el talento y la humildad.
«Casi todos los miembros de la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático son genios. Él es uno de ellos y con su presencia en esa organización, con sede en Bonn, Alemania, se honra la Isla», manifiesta la Doctora Teresita Borges Hernández, especialista de la Dirección de Medio Ambiente.
Teresita y muchos otros reconocen que Acosta ha dedicado su vida a cuidar el medio ambiente, y que ha sido un formador excelente de la conciencia ecologista. «Sus conocimientos han dejado de ser suyos para ser de todos».
Del Doctor Juan F. Llanes, director del Centro de Estudios Ambientales de la Universidad de La Habana, coinciden en destacar su tenacidad por vincular la economía y la tecnología al medio ambiente.
«Ha contribuido a desarrollar los temas ambientales dentro del currículo de sus estudiantes. Con un amor infinito trata de educar a los jóvenes universitarios sobre la sostenibilidad y el cuidado a la naturaleza», reconoce Enrique Dalmau, funcionario del PNUD.
PersistenciaSegún explicaron estos especialistas, Cuba ha trabajado con mucha intensidad y ha obtenido muy buenos resultados en la elaboración de sus inventarios sobre los gases de efecto de invernadero, en los estudios de impactos, vulnerabilidad y adaptación.
Consideran que el Instituto de Meteorología y el de Planificación Física, del Ministerio de Economía y Planificación, ha hecho mucho en el área de mitigación del IPCC.
Pero falta ganar colosales combates dentro y fuera de Cuba, y para eso, como sugirió Arnaldo F. Álvarez Brito, «hay que persistir para convencer de que el cambio climático no es una teoría académica para vivir de ella, sino un peligro real que se cierne sobre nuestro país, con efectos que no son para nuestros bisnietos, sino que ya están afectando el ambiente y los avances sociales».