3 de septiembre de 2008.
«Año 50 de la Revolución».
Hermanas y hermanos de la Isla y de Pinar:
Con el corazón apretado hemos ido accediendo paulatinamente a los detalles del desastre que asoló sus pueblos y hogares. Duele hondo ver destruido el resultado del trabajo de generaciones, y a la impotencia por la injuria personal de los últimos diez años se suma la de tener que vivir desde aquí el desgarrador drama que hoy sufren ustedes. Es duro poder enviarles solo palabras cuando daríamos cualquier cosa por estar físicamente allí ayudando, reconstruyendo, alentando, trabajando, luchando; los cinco junto a ustedes.
Los esperan todavía durísimos retos, que pondrán a prueba el espíritu solidario, la conciencia y la cohesión social sembradas en ustedes por la Revolución. Pasarán meses en los que algunos problemas persistirán, y habrán de enfrentar la tentación del individualismo y del desaliento, algo lejanos ya estos instantes del primer impulso. Solo un fuerte espíritu comunitario les permitirá vencer esta descomunal batalla.
Confío en la nobleza, en la voluntad y en el carácter colectivo de ustedes. Guardo en un rincón privilegiado de mis memorias a mis hermanos de misión internacionalista, a los dedicados profesores y trabajadores de la escuela de aviación, a los entusiastas y disciplinados paracaidistas pineros. Siempre fue un gozo volar sobre Pinar del Río o sobre la Isla, andar entre sus gentes y sentirme como en casa, o hasta enfrentar algún ciclón juntos. Confío en ese espíritu generoso y corajudo del que he sido excepcional testigo.
Ustedes curarán esas descomunales cicatrices, y la Isla y Pinar volverán a ser ese milagro de naturaleza geográfica y humana, tan digno de ser admirado desde un avión como de ser compartido con su gente.
En nombre de los cinco, quienes les hemos recibido tanto, llégueles un fuerte abrazo.
René González Sehwerert