Foto: Roberto Meriño Para entender nuestro devenir es imprescindible la memoria, el conocimiento de los sucesos donde descansan las raíces. Joel Queipo Ruiz, miembro del Buró Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) que atiende la esfera ideológica, sostiene esa idea; y la argumenta con pasión mientras menciona algunos de los paradigmas históricos en que prefiere mirarse como joven cubano.
Él recuerda en este diálogo desbordado de sencillez, que nunca será suficiente lo que se lea o indague, si lo que hace falta es tocar, profundo, el sentido y la fibra de la nación.
Es agradable dialogar con este máster en Física Nuclear que ahora emprende el Doctorado en la materia; que no siente frustración por desempeñarse como «cuadro» juvenil; y que confiesa la utilidad de lo que estudió para sus tareas presentes: «En mi carrera aprendí a organizar las ideas, a realizar esquemas para optimizar el trabajo, para conocer los pasos que poco a poco deben darse. ¿Acaso eso no es aprovechable en el trabajo de la organización política?».
—La UJC tiene entre sus horizontes que las generaciones jóvenes asuman el conocimiento de la historia de una manera más útil...
—Tenemos como especial prioridad que los jóvenes conozcan mejor la historia al tiempo que sean partícipes de la misma. Es un propósito que siempre nos ha acompañado. Así ha sido en muchos momentos, pero ahora hemos estado discutiendo intensamente la idea de que las actividades que seamos capaces de organizar tengan un fuerte componente de acercamiento a lo histórico.
—¿Alguna información preliminar los llevó a ese propósito?
—Lo más importante es que el país está viviendo un momento histórico trascendental. A veces los héroes no suelen tener una visión real de lo épico que realizan, y hoy las jóvenes generaciones emprenden tareas cotidianas que tendrán un impacto en nuestro devenir, en la historia.
«Es necesario tener conciencia de esto, para que el trabajo político sea mucho más intencionado y abarcador.
«En el mundo los jóvenes se han ido desmovilizando. El fenómeno no es exclusivo de algunas sociedades. La seudocultura que invita a identificarse cada vez menos con el compromiso social, todo lo invade, y los jóvenes son las principales víctimas. Ahí tenemos la experiencia del socialismo en Europa del Este, de lo que sucedió. Un trabajo ideológico deficiente, descomprometimientos generacionales, unidos a un divorcio de la historia y muchos replanteos que tuvieron lugar, deben ser aprovechados como experiencias negativas de la destrucción de un sistema de conciencias.
«Nos hemos percatado, cuando hablamos con algunos jóvenes —y no te hablo de estadísticas sino de vivencias que hemos tenido en algunos lugares—, que ellos manifiestan cierto rechazo al enfoque académico de la historia. Creo entonces que debemos revisar el modo en que la impartimos, porque a veces se hace de manera simplificada, y los estudiantes pueden sacar, de acuerdo al programa, resultados sobresalientes con solo asociar, aunque mecánicamente, ciertas fechas cronológicas.
«Debemos emplearnos a fondo en disfrutar y enseñar de un modo más atractivo la historia cubana que es maravillosa. Sabemos que una generación que se separe de la memoria de su país queda como en el aire, sin cimientos; por eso la organización ha estado pensando en cómo trabajar con mayor intencionalidad, cómo hacerlo, por ejemplo, con jóvenes que incluso teniendo actitudes positivas y hasta destacadas, pueden manifestar desconocimiento de la historia de su país».
—¿Tienen identificados los frentes que habría que reforzar para que el encuentro con la historia se produzca de una manera cercana?
Viajar a la cima del Pico Turquino, la Comandancia del Che en Caballete de Casa u otros lugares de especial significación, es un modo de vivir la historia. Foto: Calixto N. Llanes —Debemos lograr, primeramente, que el conocimiento de etapas pasadas resulte útil al individuo en la medida en que este se vincule con algún fenómeno histórico. Es preciso humanizar a los héroes; recordar a las personas que los héroes del presente están conviviendo con ellas, emprendiendo sus hechos épicos en medio de la vida de todos los días.
«Por otra parte, para incentivar la motivación por la historia hemos apostado a las caminatas, acampadas, a la búsqueda de rutas que incluyen lugares importantes, a anécdotas que ofrezcan la dimensión humana de las mujeres y hombres relevantes.
«Toda esta batalla por el conocimiento, por la búsqueda de información, es algo que debemos articular. Te puedo decir, por ejemplo, que el esfuerzo desplegado el año pasado por fomentar el hábito de la lectura no fue fortuito. Todo lo que hicimos junto al Instituto Cubano del Libro en La noche de los libros, en las Lecturas en el Prado, en La Feria Universitaria del Libro y la Lectura, fue para acercar más a los jóvenes al ámbito de la búsqueda del conocimiento.
«Muchos de ellos asistieron a esas citas; las disfrutaron; adquirieron numerosos libros. Pero no por eso podemos decir que todos esos textos estén siendo leídos y por tanto se estén convirtiendo en conocimientos. Estamos conscientes de que tenemos una de las juventudes más instruidas del mundo, pero tenemos que seguir haciendo esfuerzos para que esa instrucción vaya acompañada de una profunda cultura.
«Todavía, por ejemplo, nos queda mucho camino por recorrer en cómo las jóvenes generaciones son capaces de valorar un espectáculo artístico. En cosas como esas debemos seguir profundizando. Nosotros, desde la Juventud Comunista, estamos articulando con intencionalidad varios pilares para el trabajo ideológico, porque es indudable que a través del conocimiento de la historia se fortalecen los valores y los paradigmas que debemos priorizar.
«Debemos defender la idea, incansablemente, de que la historia no es la suma cronológica de sucesos, ni el relato frío de algo ya pasado. Ella debe ser capaz de contribuir a la modificación de la actitud y la conducta del individuo. Debemos reflexionar sobre los valores, los paradigmas, el liderazgo; y acercar a los más jóvenes a quienes para nosotros son ejemplos.
«Y la responsabilidad nuestra no es solo con los militantes comunistas. Abarca a todos, a quienes debemos explicar, por ejemplo, por qué un día nacieron las instituciones con las que cuenta el país, y sobre otros muchos temas.
«El pilar de la cultura es también clave en esta batalla, porque ella debe ser un medio para que los jóvenes vivan con mayor plenitud. La otra idea insoslayable en este análisis es cómo los jóvenes emplean su tiempo libre, qué concepto tienen sobre la recreación, pues existe una asociación directa entre cómo alguien emplea su tiempo libre, cómo se recrea, y el grado de cultura que posee».
—Hablabas de paradigmas. ¿Cuáles son los que más atraen a los jóvenes? ¿Cuáles otros, importantes, se desconocen?
—Los referentes que suelen tener algunos jóvenes nacen a partir de los videoclips y películas de Hollywood que se transmiten, y que hablan de individuos exitosos en lo material. En torno a los atributos externos comienzan a erigirse modelos que en nada tienen que ver con los valores que nosotros promovemos.
«La historia cubana, tan rica y bella, cuenta con seres humanos extraordinarios que son verdaderos paradigmas. Afortunadamente no tenemos que acudir a héroes externos para agenciarnos modelos. Ahí tenemos a Antonio Maceo, en cuyo cuerpo impactaron 26 balas —cuatro penetraron su caja torácica en una época en que un solo proyectil en esa zona bastaba para provocar la muerte—; pero si solo hacemos referencia a esas hazañas, el héroe luce lejano. De modo que también debemos hablar de sus esfuerzos personales para mejorar su oratoria, del espíritu paternal con que trataba a sus hermanos, de su elegancia y pulcritud, de su caballerosidad.
«Hubo oficiales superiores de la Guerra de Independencia cubana que alcanzaron su alta graduación con 25 años o menos, y Frank País, con 22 años se encontraba en la dirección del Movimiento 26 de Julio. ¿Qué pensaría un joven de esa edad, hoy, si lo supiera? ¿Cuántas meditaciones útiles podría hacer; y cuántas metas podría trazarse?
«Nuestros héroes están llenos de muchas virtudes y valores, pero hay algunas virtudes que se destacan por encima de otras, y en las cuales podríamos trabajar con mayor intencionalidad.
«Debemos hablar de Agramonte y su vergüenza, de cómo no admitió que nadie disminuyera con la palabra al Presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes. Debemos volver sobre el internacionalismo de Máximo Gómez, sobre el altruismo del Che, sobre el rigor con que José Martí se veía a sí mismo, sobre la sensibilidad y lealtad de Raúl, sobre la fuerza en las ideas, optimismo y fe en la victoria de Fidel.
«A veces nuestros jóvenes conocen más de otros hechos bélicos que de los combates protagonizados por nuestros mambises y rebeldes. La invasión de Oriente a Occidente fue uno de los acontecimientos bélicos más importantes del siglo XIX, y es una gesta que debemos estudiar minuciosamente. Igual sucede con las primeras tres décadas del siglo XX, etapa en la que debemos seguir profundizando, y que sin dudas parió muchos jóvenes grandes, precursores de la Revolución, como Julio Antonio Mella o Rubén Martínez Villena.
«Tenemos la responsabilidad de volver sobre pasajes interesantes que puedan motivar a los jóvenes, estudiar cómo Mella salva el pensamiento martiano que entonces estaba tergiversado, manipulado por el imperialismo. No solo se trata de ser un erudito de los héroes, sino también saber cuánto de ellos podemos llevar en nosotros mismos.
«Nos sobran razones para tener el orgullo de haber nacido y vivir en Cuba».