La escena es de un regocijo incomparable. Apretones de manos y felicitaciones recíprocas por la hazaña. Se celebra por el saco simbólico que representa las 100 000 toneladas de azúcar refino producidas.
Cualquiera creería que los momentos dramáticos, cuando la morosidad estuvo a punto de paralizar la fabricación del dulce en Villa Clara, se recordarían solo en los números de los informes para cuantificar las pérdidas económicas.
En ese momento, o se fabricaba a toda costa el azúcar en la provincia, principal abastecedora del país, o se paraba momentáneamente su elaboración. Y ante la necesidad del producto para la industria alimentaria, el consumo social y la canasta básica, aplicaron la única variante posible: seguir refinando.
Felizmente, se logró despejar el aprieto gracias a la utilización de recursos adicionales del territorio, pero ello encareció la elaboración y, peor aún, perjudicó otras tareas de la zafra en Villa Clara.
La demora en la extracción del producto de las refinerías George Washington, Quintín Banderas y Chiquitico Fabregat, en las que incurrieron las provincias habaneras y Matanzas, Pinar del Río y Cienfuegos, principalmente, obligaron a la provincia a tensiones innecesarias, explica Félix Hernández Blanco, jefe de la Sala de Análisis del MINAZ en la provincia.
Los incumplidores alegaron problemas con los medios automotores de la empresa dedicada a esa actividad del Ministerio de Transporte.
Sin embargo, después que, desde estas páginas el 26 de marzo, Andrés Durán, director de Producción, Industria y Derivados del Grupo Empresarial Azucarero, alertó que el déficit de extracción podía paralizar el proceso productivo, hubo una reacción positiva.
Realizaron durante seis días una labor que permitió extraer más de 7 000 toneladas. Si pudieron reaccionar así, ¿por qué esperaron a poner en peligro la producción, destinada a abastecer a las provincias desde Sancti Spíritus hasta Pinar del Río y a la Isla de la Juventud?
Lo doloroso es que, luego de aquella acometida, volvió la morosidad a hacer estragos en la extracción, por lo que hay almacenadas nuevamente casi 50 000 toneladas de azúcar refino en la provincia.
Ante esta situación de la tardanza, recuerda Hernández Blanco, fue imprescindible acondicionar un almacén para 30 000 toneladas en el Central Héctor Rodríguez, de Sitiecito, cerca de Sagua la Grande, y utilizar una flota de camiones que estaban destinados al tiro de la caña para el trasiego del refino.
Esa operación emergente ocasionó un gasto adicional de combustible al MINAZ en Villa Clara de más de 91 000 litros y requirió incrementar la fuerza de estibadores y de otro personal.
Para conjugar la difícil situación se le solicitó ayuda a la Empresa Mayorista de Comercio de la provincia, la cual acondicionó capacidades adicionales de almacenaje.
Los gastos extras continuarán porque los vehículos provenientes de las provincias occidentales deberán recorrer ahora 50 kilómetros más para recoger el azúcar depositada en el Central Héctor Rodríguez, de Sitiecito.
Toda esta complicación no impidió sobrecumplir la producción de refino, gracias a la abnegación de los trabajadores y por la prontitud con que se actuó para buscar alternativas de almacenamiento.
Pero la morosidad dejó su huella tangible en esas cantidades extra de combustible y de otros recursos, que bien pudieron destinarse a otros fines, y que se esfumaron por no llegar a tiempo los camiones, como estaba acordado.