Ramón junto a su mamá. Nereyda Salazar Verduit, madre de Ramón Labañino, desconocía al morir que su primogénito estaba infiltrado en los grupos terroristas de Miami para proteger a Cuba de acciones violentas allí tramadas y financiadas.
Nena, como cariñosamente la llamaban, falleció hace diez años, el 18 de mayo de 1998. Cuatro meses después, el 12 de septiembre, el FBI detuvo a Ramón y a sus cuatro hermanos de lucha Gerardo Hernández, Fernando González, René González y Antonio Guerrero.
Se trataba de un operativo de carácter político-represivo con la finalidad de satisfacer al sector más agresivo y recalcitrante del sur de la Florida, que ha convertido ese Estado en la base principal de la guerra contra la Mayor de las Antillas.
Los Cinco permanecieron inicialmente incomunicados casi 17 meses en celdas de castigo conocidas como «el hueco», período en que Ramón escribe el poema Deuda, dedicado al ser que le dio la vida.
«Madrecita querida, hoy quisiera saldar mi última deuda contigo, pues en el dolor de tu partida no pude decirte quién era realmente tu hijo».
En ese diálogo de pensamientos que establece este Héroe de la República de Cuba con la madre ausente, Ramón se refiere a la Patria que lo vio nacer: «A ella dediqué mi entrega, mi ausencia y todos mis sacrificios. Por honor a ella fue mi silencio y mi deuda sin saldar, aún incluso contigo».
La historia de Nereyda brota en la obra de la Revolución, desde cuando muy joven colaboró como mensajera del Ejército Rebelde en la recogida de medicamentos entregados al campamento serrano de Guamuta, en el oriente del país.
Esta holguinera, nacida el 5 de diciembre de 1938, remendó y lavó ropas y brazaletes con la insignia del 26 de Julio para quienes peleaban por la libertad.
En la humilde casa de Mayarí, junto a sus padres y hermanos, brindó, en varias ocasiones, alimento, alojamiento y atención a los guerrilleros. Así lo confirman documentos autobiográficos y testigos consultados en la región.
Con el triunfo del Primero de Enero se traslada a La Habana, se incorpora como trabajadora a la nueva sociedad que se construye y posteriormente integra las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Ya madre de cuatro hijos —Ramón, Laydes, Holmes y Jorge Luis—, Nena continuó su faena en las organizaciones de masas y en la defensa. Esposa, abuela, amiga, campesina, fue querida por todos los que la conocieron.
Ramón, el primer fruto de su vientre, demuestra con su ejemplo el compromiso de los cubanos de luchar hasta vencer por el bienestar y la soberanía de la Patria, de resistir al más poderoso de los enemigos con la fortaleza de las ideas.
«Si hoy estuvieras, verías en mi pueblo, y en la sonrisa de sus hijos, el porqué de mí mismo, del silencio necesario de un hombre cuando cumple con su amor al destino», plasmó Ramón Labañino en el poema publicado en su libro Gaviotas Blancas.
«Soy feliz al verte repetida en mil madres y banderas, y sé que donde te encuentres contemplarás satisfecha y una sonrisa tierna nacerá en tus dulces labios», expresó.
Inmortalizada, Nereyda Salazar Verduit trasciende en el pueblo cada día que su hijo Ramón permanece, por Cuba y por el mundo, en un encierro injusto, fiel a sus principios, consecuente en la acción, en la conducta ante la vida y en los valores humanos inculcados por ella.