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Playa Girón, la primera gran derrota de la mentira

Durante la invasión mercenaria de abril de 1961 los cubanos pelearon por el socialismo y contra la falaz propaganda de las agencias de noticias de EE. UU.

Autor:

Juventud Rebelde

La víspera de los combates Fidel declara el carácter socialista de la Revolución. Cuando la hoja del almanaque con el número 15 de abril de 1961 se volvió inmediatamente pasado en Cuba, los hijos de esta Isla estaban de luto como consecuencia del criminal bombardeo a tres de sus aeropuertos, concebidos, pagado, organizado y ordenado por el gobierno del país más poderoso del mundo —Estados Unidos—, con la peregrina idea de destruir toda nuestra fuerza aérea militar.

La sorpresiva, artera y vandálica acción contra una Revolución que tenía solo dos años de vida, costó a los cubanos siete muertos y 53 heridos.

Los aviones que perpetraron el cobarde bombardeo, despegaron de Puerto Cabezas, en Nicaragua, llevando en sus barrigas diez bombas de 260 libras cada una, para descargarlas, sin previa declaración de guerra sobre Cuba.

Nueve fortalezas volantes B-26 cumplieron esa indecorosa misión con las insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria en sus fuselajes, para hacer creer al mundo que los agresores eran militares cubanos que habían desertado e iniciaban así una sublevación contra el triunfante proceso encabezado por el Comandante Fidel Castro.

Uno de esos aparatos yanquis aterrizaría en Miami y daría la versión pública de deserción y rebeldía, escrita por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Incluso al piloto le consiguieron cigarros cubanos para hacer mucho más creíble la increíble historieta. Todo ello coronaba la mentira que después difundirían las agencias de noticias, fundamentalmente la UPI y la AP y el propio gobierno norteamericano.

De aquellos B-26, solo cinco pudieron regresar a Nicaragua. Uno fue derribado por las fuerzas revolucionarias; otro fue «tocado» por la artillería rebelde y se vio obligado a aterrizar en Cayo Hueso, mientras que un tercero, también «herido de muerte», tuvo que «tirarse» forzosamente en la isla Gran Caimán.

Ninguna agencia habló de esos aviones inutilizados, pero después se supo todo, hasta el peso de cada una de las bombas que arrojaron sobre nuestros aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba.

El día antes del bombardeo, al atardecer zarparon de Puerto Cabezas los siete barcos de la flotilla invasora, que fueron despedidos por el tirano de Nicaragua, Luis Somoza, rodeado por sus guardaespaldas.

El joven artillero Eduardo García Delgado escribió con su sangre el nombre de Fidel. Nadie aquí, pese a los 47 años transcurridos desde aquel fatídico sábado 15 de abril, se ha olvidado del gesto del joven artillero revolucionario Eduardo García Delgado, quien escribió con su sangre el nombre de Fidel, cuando aún faltaban 48 horas para el instante decisivo de nuestra primera victoria, que según el propio Comandante en Jefe ha asegurado, «se forjó antes de la batalla».

Los aviones habían despegado de Puerto Cabezas, también llamado por los yanquis Happy Valley, que en buen inglés significa «Valle Feliz».

Allí se les hizo creer a la fauna mercenaria que entraría victoriosa en Cuba como Julio César cuando regresó de Roma, luego de su célebre campaña en las Galias.

Los aviones enemigos partieron de Happy Valley, como parte vital de la Operación Pluto, en tres formaciones, denominadas Linda, la que iba a bombardear San Antonio de los Baños; Puma, la destinada a Ciudad Libertad y Gorila, la que golpearía al aeropuerto de Santiago de Cuba.

La Operación Pluto perseguía, entre otros propósitos, el desembarco anfibio de la Brigada mercenaria 2506, integrada por unos 1 500 efectivos y el establecimiento de una cabeza de playa en la que actuaría un gobierno contrarrevolucionario que iniciaría desde allí una guerra de desgaste, intentaría provocar un levantamiento interno y la anulación de la oposición aérea.

Aparte de esa agresión armada, comenzó a funcionar la otra, también como ingrediente de la misma operación: las mentiras de las agencias yanquis UPI y AP, una insólita guerra de calumnias y falsedades de todo tipo.

Inmediatamente que tuvo el lugar el desembarco, el día 17 de abril, la AP anuncia al mundo que fuerzas «anticastristas» invaden la Isla por tres puntos y por la principal ciudad de la provincia de Oriente, es decir, Santiago de Cuba. «Santiago puede ya estar en manos de los invasores. Los milicianos de Castro se han unido a los heroicos invasores», aseguró esta agencia.

La UPI, emulando en la falacia, dijo que la Marina de Guerra Revolucionaria se había rebelado; que había sido tomada la provincia de Pinar del Río; que la invasión por Oriente y Matanzas estaba progresando aceleradamente y que en un audaz atentado a Fidel Castro, murieron todos sus escoltas aunque el máximo dirigente cubano había resultado ileso.

La AP dijo que se pretendía cortar a la Isla en dos. Y desde México la UPI, el propio 17 de abril, refirió: «El Primer Ministro Fidel Castro se ha dado a la fuga y su hermano Raúl fue capturado. El general azteca Lázaro Cárdenas gestiona el asilo político de Fidel».

Ese mismo día la AP, nada menos que desde Miami, aseguró que la mayor parte de las milicias cubanas reclutadas por Fidel e integradas por 400 000 hombres, había desertado y afirmó: «la batalla decisiva se realizará dentro unas pocas horas».

También desde Miami, la AP aquel 17 dijo esta antológica mentira internacional: «Los invasores desembarcaron en cuatro de las seis provincias de Cuba, no haciéndolo en La Habana y Camagüey». Pero esa misma agencia aseguró que se tenían «noticias fidedignas de que se lucha encarnizadamente en las calles de La Habana», lo que tal vez merecería un cuarto o quinto lugar en el concurso de sus absurdos.

Tal vez el segundo o tercer puestos lo obtuviera aquella «noticia» de la UPI, fechada en México el primer día del desembarco: «El lujoso Hotel Habana Libre, de la capital cubana, quedó totalmente destruido después de un certero ataque aéreo».

Los primeros invasores, fueron hombres rana yanquis de la CIA. Cuatro de los B-26 derribados eran piloteados por norteamericanos de la CIA: Thomas Willard Ray, Leo Francis Baker —le apellidaron Berliss—, Riley W. Shamburguer y Wade Carroll Gray.

Realmente Eisenhower encargó a la CIA el reclutamiento y entrenamiento de un ejército mercenario, y a Kennedy le tocó llevar la operación a vías de hecho. El desastre en que terminó el plan imperialista tendría repercusión histórica.

Las fuerzas revolucionarias que combatieron a los agresores, pelearon por el socialismo. El entonces Ministro de las FAR, Raúl Castro Ruz, dijo que cuando Fidel declaró el carácter socialista de la Revolución el día 16 de abril, no había hecho más que ponerle el nombre a un niño que ya había nacido.

El día 20 de abril, cuando de la invasión ya no quedaba más que algunos fugitivos huyendo por los montes y pantanos de la Ciénaga de Zapata, la UPI tuvo el descaro de decir: «El Primer Ministro ha sido incapacitado por los bombardeos de los aviones el lunes pasado».

Nadie olvida aquella imagen simbólica de Fidel, hace 47 años, el día 16 de abril, y un pueblo como un bosque de fusiles levantados. Y en menos de 72 horas la hollywoodense Operación Pluto quedó hecha trizas.

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