Los pueblos del siglo XXI en todo el orbe serán testigos de enormes transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas; transformaciones que probablemente marcarán el fin de una época en cuanto a la forma de vida y reproducción a que la humanidad se acostumbró durante todo el siglo pasado.
Será el fin de la época de los alimentos baratos. Será el fin de la época de los combustibles fósiles que, en abundancia, movían al planeta. Será el fin de la hegemonía norteamericana sobre los pueblos del mundo. Y desgraciadamente, será también el fin de millones de especies del planeta; organismos vivos que dejarán de existir por los efectos devastadores del calentamiento global.
Estos problemas: la crisis económica y de hegemonía del imperio estadounidense, el calentamiento global, el agotamiento del petróleo y el encarecimiento de los alimentos por la producción de los agrocombustibles, estarán en el centro de las preocupaciones, tanto de los políticos más influyentes, como de los campesinos pobres de los cinco continentes.
Todos los seres humanos seremos afectados, en mayor o menor medida, por el curso de los acontecimientos de estos problemas globales que, ahora más que nunca, necesitarán también de soluciones globales. Y es que nadie puede explicar el calentamiento del planeta sin referirse a la sobreexplotación del petróleo como resultado de esta sociedad capitalista de despilfarro y destrucción, que ahora ve en los alimentos una válvula de escape para la obtención de combustible.
Depende de la fuerza de organización de los de abajo, que del sacudimiento que ya sentimos resulten sociedades más justas, más equitativas y democráticas, pues ya hemos sido testigos de que en manos de los grandes empresarios este planeta se convirtió en un mar de desigualdad social y catástrofe ambiental.
No podía ser diferente, las reglas del sistema capitalista son claras: competir para sobrevivir, devastar para crecer, explotar para ganar.
Los pueblos del mundo están convocados a dar una de sus más importantes peleas, una pelea que Fidel Castro resume como sigue: luchar para seguir siendo humanidad o morir con gran parte de las especies vivas del planeta. Y no es una exageración.
En este sistema irracional, la humanidad ha consumido petróleo con vertiginosa rapidez. Cerca de la mitad de todas las reservas mundiales de petróleo conocidas se agotaron en los últimos 125 años, debido, principalmente, a la voracidad de las grandes empresas.
Ahora quedan entre 1,2 y 1,5 millones de millones de barriles de petróleo, sumando las reservas probadas y probables del mundo. Haciendo una sencilla cuenta aritmética entre esto que queda y los 84,5 millones de barriles diarios que devora el sistema, el resultado arroja que nos quedan entre 40 y 50 años de petróleo, eso si el consumo continúa lineal y sin crecer.
Pero según los datos de la Chevron Texaco, nos tomará tan solo 30 años más acabar lo que queda del petróleo en el planeta.1
En otras palabras, en 125 años consumimos la mitad del petróleo mundial y en solo 30 años más podríamos consumir la otra mitad.
Como se sabe, George Bush, repudiado en el mundo y aun en su propio país, ha echado a andar un programa mundial de producción de agrocombustibles. Con él van gobiernos de todos los rincones del orbe, desesperados por los altos precios de los combustibles que les encarecen la producción de mercancías y ponen trabas a la reproducción del capital mundial.
Pero no es un país primermundista quien se encuentra al frente de este proyecto; actualmente Brasil es el principal productor de etanol, con 45 por ciento de la producción mundial, y le siguen EE.UU. con 44 por ciento; China seis por ciento; la Unión Europea tres por ciento, India uno por ciento, y los demás países producen el restante uno por ciento.2
Recientemente, The Economist mostró que el precio de los alimentos ha estado subiendo rápidamente, a pesar de que las cosechas del mundo se han visto incrementadas; y uno de los principales motivos de estas alzas es la producción del etanol.
En sus datos, se muestra que ahora se compran los alimentos a precios nunca antes vistos, los más altos desde que la publicación comenzó a hacer su base de datos, hace más de un siglo.
Y por la dinámica mundial, al parecer estamos en un momento histórico, donde los alimentos dejarán de ser baratos en relación con los demás artículos de lo que sería la canasta básica mundial, y estos alimentos serán cada vez en mayor medida resultado de modificaciones genéticas, que en manos de las transnacionales de la producción agrícola resultarán un fiasco para la salud humana, así como para la calidad de vida y de trabajo de millones de campesinos de los países subdesarrollados.
Habrá que ver entonces qué efecto tiene la crisis económica de Estados Unidos en el planeta, y qué suerte correrán países como México, al ser casi totalmente dependientes de la dinámica productiva del vecino del Norte.
Qué efecto causa el que cada vez más países se entreguen a la fiesta de los agrocombustibles. Qué repercusiones tendrán estos sobre el ya deteriorado clima del planeta, con la devastación de selvas y bosques por el aumento de la frontera agrícola para la producción de etanol y biodiésel.
Cómo el calentamiento global sacudirá a los pueblos del Sur y del Norte, haciendo aún más difícil la vida para todos, pero sobre todo para los más pobres. En México los efectos del calentamiento global no se han hecho esperar; recordemos que el 29 de octubre del año pasado Tabasco sufrió la inundación más devastadora que se recuerde en el estado, y hasta la misma ONU aceptó que los feroces vientos del pasado 24 de enero en la Ciudad de México, que dejaron cuatro muertos y sin luz eléctrica a más de un tercio de los millones de habitantes de esta gran ciudad, fueron causados por el cambio climático.
Pero sobre todo, por lo anterior habrá que ver cómo los de abajo, los pueblos pobres y marginados del mundo responden para poner las cosas en orden, pues ya se ha visto que la incompetencia de los gobiernos, sumada a las inclemencias del tiempo potenciadas por el calentamiento del planeta están poniendo en riesgo la vida de millones de personas.
Y sin embargo, el panorama no es tan desalentador. En el sur del continente americano soplan vientos refrescantes, que impulsan alternativas a este mundo capitalista irracional. Vientos de cambio que generan vida, lejos de los vientos del cambio climático planetario que en México ya están sembrando muerte. (Tomado del sitio digital rebelión.org)
1Ocampo, Edgar: «Signos de agotamiento de las reservas mundiales de petróleo».
2Galván, Héctor: «El etanol y el precio de los alimentos», en Revista Iniciativa.