Como reflexionara Fidel la pasada semana, cada problema del país requiere tantas jugadas como las de un tablero de ajedrez«Si la tierra enriquece a quienes la trabajan, que abunden los ricos que sudan la camisa. Total, por ahí sobran vagos con dinero que viven del invento y no le aportan nada a la sociedad».
El entrecomillado no es puro albedrío. Esta frase nos la espetó alguien que hoy recorre las calles de la capital del país vendiendo productos del agro, a precios bien parecidos a los llamados topados de los Mercados Agropecuarios Estatales (MAE).
Aunque con esta se podría montar un especial festival de coros a lo largo del país, a juzgar por las decenas de personas entrevistadas por este diario, tanto consumidores como especialistas.
«Con esto no daño a nadie; al contrario, le acerco los productos a la gente en el barrio», nos dice el vendedor; y se aleja cantando una canción que le sirve para animarse. Son cerca de las ocho de la noche. Hace frío y este hombre no para de pregonar sus piñas a diez pesos, el mazo de cebolla a siete... su cansancio. El pregonero es nada menos que ingeniero en Mecanización agrícola.
El oráculo de la enseñanzaNo son pocos los que quisieran acudir a un oráculo para escudriñarle la suerte a la agricultura cubana, entre tantas teorías y deducciones. Es que, como reflexionara Fidel la pasada semana, cada problema del país requiere tantas jugadas como las de un tablero de ajedrez.
El peor de los productores, cuando tiene garantizados los insumos y fijados los acuerdos de comercialización, cumple con las exigencias del Estado. Pero la vinculación con el campesino se perdió en el período especial, cuando más necesaria era, afirma Luis Forte. Luis Forte está ya situado como todo un Capablanca de la tierra en la Isla. Este hombre conoce los secretos para lograr costos y precios bajos en la agricultura. Por sus más de 25 años como dirigente de la ANAP, se siente en capacidad de identificar dónde están el nudo gordiano de la comercialización y las amarras que hay que desatar para producir más alimentos.
Se retiró hace casi dos años como presidente de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Ciro Redondo, en La Habana: «Porque siempre estaba en bronca con la empresa para que le permitiera a la cooperativa emplear sus ganancias, y no las usaran en mejorar sus carros y oficinas, mientras los productores carecían de botas, ropa y aperos de labranza.
«El peor de los productores, cuando tiene garantizados los insumos y fijados los acuerdos de comercialización, cumple con las exigencias del Estado. Pero la vinculación con el campesino se perdió en el período especial, cuando más necesaria era».
Luis explica que el hombre tiene que sentir como suyo el lugar donde trabaja, y eso se logra vinculándolo al área y pagándole por los resultados finales. Con ese método, en la Ciro Redondo sus cooperativistas llegaron a ganar hasta 12 000 pesos anuales y los más consagrados, 20 000.
«Ahora, aunque administro una finca de la ANAP, trabajo como nunca, porque guataqueo, siembro y hago cuanto haya que hacer, a pesar de tener más de 60 años».
Como un problema que no acaba de fenecer este ex directivo menciona el acopio y la comercialización de los productos del agro, pues las empresas especializadas en acopiar las producciones agrícolas solo llegan a un porcentaje minoritario de lo que se produce, dejando un espacio importante a intermediarios, con el consiguiente incremento desmedido de los precios al consumidor.
Las palomas vuelan a donde hay panEl éxodo de técnicos es tan real como el resto de los problemas de la agricultura. Los ingenieros agrónomos emigran a otros sectores donde tienen mejores condiciones y mayores ingresos.
Foto: Franklin Reyes «Lo mismo ocurre con los fitosanitarios y veterinarios. Estos profesionales, por la falta de insumos, abandonan sus contratos con el Estado y “por la izquierda” resuelven esos mismos insumos y le trabajan al campesino del sector privado, donde reciben mayores ganancias», lamenta Manuel Regueira, médico veterinario de Matanzas, quien asegura que en esa provincia la gente preparada se ha refugiado en el sector turístico.
Elevar la autoestima del técnico y profesional del gremio, para mantener a los que están, regresar a los que se han ido y trabajar en la formación de las nuevas generaciones, es la misión de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), definida claramente por su presidente, Eugenio Fuster.
«Si no logramos eso es ficticio decir que vamos a poner a producir todas las tierras ociosas». Fuster alude al momento en que comenzó a gestarse la agricultura urbana, la cual dirigió en la capital durante diez años, y la define de muy oportuna en medio del período especial.
«Era una necesidad producir comida, dentro y alrededor de la ciudad. Ofrecerles la oportunidad a esos hombres y mujeres de producir, de consumir lo que obtenían y vender el excedente directamente a la población, permitió elevar sus niveles de vida.
«Raúl dijo aquella vez que si un trabajador de la agricultura urbana producía alimentos no importaba cuánto ganara, y ellos comenzaron a ingresar mil pesos o más, de acuerdo con sus resultados. Hoy trabajan en ese sistema alrededor de 350 000 personas en toda Cuba, principalmente ancianos y mujeres».
El dinero más limpio que se gana es produciendo alimentos, sostiene Fuster, quien insiste en estimular las fuerzas productivas en las tres formas existentes, pues tanto la privada, la cooperativa y la estatal, son factibles.
«Debemos facilitarle todos los medios al que quiera irse a producir alimentos para que lo haga. Y que pueda garantizar elevar su nivel de vida, por encima de la otra parte de la ciudad. Yo digo que el que más ayuda a la Revolución es el que produce alimentos.
«Y cuando digo que eleve el nivel de vida, es que tenga todo lo que pueda tener: una casa, buenos muebles, artículos electrodomésticos, técnicas de labranza modernas, que se pueda comprar un carro... Y el que quiera eso, que vaya para el campo.
«La falta de recursos ha afectado mucho. Ha sido una etapa dura y ha habido mucho éxodo. Se ha quedado solo el que quiere a la agricultura. Hay que darles más condiciones de vida a los técnicos y facilitarles los estudios.
«La agricultura convencional no puede analizarse igual que la urbana; tiene muchas otras aristas que merecen analizarse en el entorno integral de la sociedad cubana. Pero hay algo que salta a la vista de todos, y es la necesidad de que el hombre del campo eleve su nivel de vida y gane lo suficiente».
Insistentemente el presidente de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales retoma la urgencia de explotar las áreas ociosas, pero subraya que lo más importante en el campo son el hombre y la mujer, y como parte de ellos, sus técnicos y profesionales.
DesafíosJuan Pérez Lamas, viceministro del MINAGRI, explica que existe una proporción directa entre caballerías ociosas y la falta de fuerza de trabajo y población en esos lugares. Califica como un desafío esa situación para la explotación colectiva de las áreas.
Para el Viceministro el otorgamiento de tierras ociosas en calidad de préstamo es una medida posible, siempre que se haga controladamente y no afecte formas colectivas o estatales de producción.
Al firmarse los contratos considera esencial precisar el orden de prioridad de las producciones. Se reconocerían los consumos de la población y el social como capitales, y si en algún momento se pudiera exportar, sería a partir de que se logren los niveles de satisfacción internos.
«Puede también ocurrir que no se tengan que entregar ni prestar tierras, y se aplique un correcto sistema de estimulación que incentive al obrero y lo haga sentirse dueño de todo lo que existe y sucede en su área productiva. Con esto aumentarían los niveles de eficiencia, siempre dependiendo de los costos de la tecnología que se aplique», aclara.
«Si autorizamos el traspaso en usufructo tenemos que asegurar un mínimo de insumos productivos, porque las personas para atender la tierra, aunque lo hagan con bueyes, necesitan sogas y medios de labranzas como guatacas, limas y machetes».
El funcionario reconoce que hay períodos en nuestro país de intensa sequía, en los cuales muchos cultivos no se logran sin agua. Por ello, a quienes se les entreguen terrenos hay que venderles un mínimo de insumos para sistemas de riego y equipos de bombeo.
«Debemos, además, venderles semillas. Y si no podemos garantizarles plaguicidas, al menos hay que ofrecerles medios biológicos para controlar plagas y enfermedades. Si no tienen donde adquirirlos, entonces provocamos las ilegalidades», afirma.
El MINAGRI trabaja junto a la dirección del país en la búsqueda de soluciones encaminadas a la seguridad alimentaria, pero se trata principalmente de un problema financiero, considera el funcionario, quien subraya que las carencias se deben a que todos los recursos se adquieren en divisas.
Al ser inquirido sobre el escabroso tema de la comercialización, advierte que todas las insatisfacciones no tendrán solución de la noche a la mañana, pues muchas necesitan de un financiamiento con el cual el MINAGRI no cuenta de inmediato.
La centralización de la divisa para las inversiones y la dependencia extrema de las entidades con las empresas, son algunas de las trabas de la comercialización señaladas por Lamas.
Cerrar el ciclo en el municipio«Con las tierras ociosas de los municipios se puede producir una gran cantidad de los alimentos que la población necesita. Pero lo que está pasando, a mi juicio, tiene que ver con un enfoque desestructurado».
La doctora Ada Guzón, directora del Centro de Desarrollo Local y Comunitario del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), advierte que en Cuba existen potencialidades para producir alimentos que hoy se importan.
«Pensemos solo en los cultivos de ciclo corto, que en pocos meses empiezan a dar producciones, y nos daremos cuenta del potencial invalorable que tenemos».
La doctora Guzón especifica que en los municipios hay gente con preparación y en muchos casos está el agua necesaria. También se cuenta con tecnologías desarrolladas en los centros de investigación que tienen que ver con la conservación de los suelos, el manejo de los cultivos y las barreras biológicas.
«La agricultura urbana es un ejemplo de todo lo que se puede desarrollar. Si nosotros aplicamos el paquete tecnológico que tenemos a disposición —que increíblemente existe, pero no se aplica en todos los casos—; si ponemos a las personas en función de esa prioridad, y a los gobiernos locales a controlar, estaríamos logrando algo vital para el país.
«Creo, incluso, que el discurso de Raúl el 26 de Julio viene por esa línea. Él pone el ejemplo de la leche, de cerrar el ciclo en el municipio, en la localidad. ¿Y por qué no se puede hacer, si eso es lo más eficiente? Pero eso se aplica, y él lo dijo, para muchísimas cosas más. De lo que se trata es de ver cómo lo hacemos».
La especialista del CITMA insiste en que debemos empezar a pensar como productores. Solo así se podrán cambiar estilos y métodos de trabajo diseñados para recibir desde otros niveles, y no ser capaces de producir desde la escala local.
«Pongamos en función del ámbito local todo lo que sea posible, que es además el ámbito donde la gente se siente satisfecha o no, porque los indicadores macroeconómicos pueden ser increíblemente buenos, pero si a escala local las personas están necesitadas, hay una contradicción importante».
No hay milagrosLa sombría perspectiva del mercado mundial de alimentos, con precios cada vez más altos, indica que mantener el consumo actual a partir de importaciones es insostenible. Por ello se impone acometer una política que, en corto y mediano plazos, logre elevar sustancialmente las producciones nacionales de alimentos.
Muchos especialistas de diversos centros de estudio trabajan de manera coordinada para lograr ese objetivo y coinciden en que en materia económica no existen milagros. Refieren que nuestro país sigue bajo circunstancias excepcionales de guerra económica, obsolescencia tecnológica, inexistencia de grandes recursos energéticos e hidráulicos, degradación de suelos por prolongadas sequías y falta de fertilizantes y pesticidas, y una población que vive mayoritariamente en las áreas urbanas y con elevado nivel de instrucción escolar.
El problema, por tanto, debe enfocarse en varios aspectos, que van desde la propiedad y tenencia de la tierra hasta el papel del Estado, consideran.
Algunos de los consultados llaman la atención sobre las políticas de precios que se aplican a los productores, los ingresos de los trabajadores asalariados de la agricultura, el acceso a insumos, los mecanismos de acopio y comercialización de los productos, el modelo de gestión empresarial, incluyendo por supuesto en este término a las UBPC y las CPA, y los no menos importantes aspectos sociopolíticos.
«En las circunstancias actuales, diferentes a los primeros tiempos después de las dos reformas agrarias, es deseable la existencia de un número considerable de productores individuales. Eso se debe a que el pequeño productor individual es siempre menos dependiente de la tecnología que las formas colectivas de explotación», explica Antonio Espiñeira, subdirector de Proyectos del Instituto de Estudios e Investigaciones del Trabajo.
Muchos de los entrevistados apuntaron que incluso podría reevaluarse la extensión de las tierras que adquirieron en el pasado las cooperativas de producción agropecuaria, hoy sobredimensionadas ante la falta de fuerza de trabajo e infraestructura, y gran parte de estas perdidas de tanto monte o improductivas.
En este caso, apuntan, sería prudente satisfacer la aspiración de muchas de aquellas personas que se dejaron arrastrar por la fiebre de ciudad de los años 80, y hoy hacen gestiones para regresar a la tierra de sus ancestros.
A su favor refieren que, al conocimiento de los secretos del campo unen ese sentido casi espiritual, ligado a la tradición cubana, de heredar la tierra de los padres.
«No por esta realidad objetiva, necesaria hoy, debemos olvidar que el verdadero despliegue de las fuerzas productivas se encuentra en las formas cooperadas de producción y que la innovación tecnológica en la agricultura pasa inexorablemente por la eliminación de la pequeña parcela», opina Espiñeira.
El especialista además valora necesario tener en cuenta que la sinergia que implica el trabajo cooperado, más las posibilidades de utilización de la técnica, exigen una escala de economía no factible en el minifundio, y especifica que ahora se precisa el esfuerzo de unos y otros modos.
En busca del efecto estimulanteLos recientes incrementos de precios de compra de la carne y la leche, con su efecto estimulante para los ganaderos, indican que es una necesidad impostergable adecuar los precios en que se acopian los productos a los gastos por concepto de insumos y bienes y servicios que reciben los productores.
Así se estimularía adecuadamente una producción que depende de factores tales como el clima, comportamiento biológico, régimen de precipitaciones... que no inciden en el resto de la economía.
Estudiosos de temas económicos opinan que de igual manera habría que revisar los ingresos de los trabajadores asalariados del sector agropecuario, a fin de estimular significativamente los avances en la productividad del trabajo y la producción e ir elevando sostenidamente su nivel de vida.
Espiñeira se detiene en el acceso a los insumos, asintiendo que debe estar estrechamente vinculado con la política de precios al productor y los planes de producción, y que deben llegar en los momentos indicados, ya que en el sector agropecuario lo que se dejó de hacer hoy es imposible recuperarlo mañana.
Precios más noblesMuchos de los entrevistados piensan que los precios del mercado agropecuario deben ser regulados centralmente. Ellos, a decir de los especialistas, desconocen la esencia de un mercado que se basa en la fórmula de oferta y demanda, típica de la sociedad capitalista.
«No debemos olvidar que este mercado renació a raíz de las condiciones que nos impuso la crisis económica de los años 90. En su índole contiene, por tanto, las motivaciones de la sociedad de consumo. Regular sus precios centralmente equivaldría a la desaparición de una serie de productos que reaparecerían más tarde en el mercado negro», advierte el doctor Armando Nova, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, quien afirma que para que los precios se reduzcan a niveles racionales hay que elevar la producción.
Nova considera que en la práctica, debido a la insuficiente oferta estatal, estos mercados funcionan con precios oligopólicos, es decir, altos precios impuestos por los intermediarios y vendedores que, en no pocas ocasiones, optan porque se echen a perder los productos antes de disminuir sus precios.
Magnetizar los campos«Desde los círculos infantiles hay que enseñar el amor por la tierra. No se concibe que en lugares donde la base económica es el campo los jóvenes se inclinen mayoritariamente por carreras que al final no van a gratificar su entorno. Sabemos que para eso primero debemos hacer atractivas las comunidades rurales y es ese un reto que tenemos que acometer con toda intención».
Se estudian estrategias de desarrollo agropecuario que tienen como objetivo elevar el nivel de vida rural, asegura Alcides López Labrada, viceministro del MINAGRI. Foto: Albert Perera Alcides López Labrada, viceministro del MINAGRI, asegura que desde 2003 se trabaja para actualizar la política agraria del país, a partir de indicaciones del Gobierno.
Significa que se han tenido en cuenta los factores socioeconómicos y políticos que acompañan a los hombres y mujeres del campo, y que teniendo en cuenta esas condiciones se estudian estrategias de desarrollo agropecuario que tienen como objetivo elevar el nivel de vida rural, tarea que ha estado siempre entre los principales objetivos del proceso revolucionario.
Electrificar muchos de esos asentamientos es un desafío que la Unión Eléctrica debería tener entre las prioridades de su agenda.
Antonio Pías, director de esta entidad del Ministerio de la Industria Básica, asegura que las comunidades que tienen categoría de oficiales por la dirección de Planificación Física están incluidas en el programa de electrificación que está en marcha y culminará alrededor de 2011.
Junto con la situación eléctrica, urge frenar el abandono en que están sumidas no pocas comunidades rurales, que sufren un gran deterioro en aspectos vitales como los caminos y el transporte público, factor este que estimula el éxodo de su población, sobre todo de jóvenes.
Mientras tanto, en las calles, esos que no dominan académicamente los términos económicos, pero que sufren con la mesa vacía, proponen ideas que los especialistas no dejan de ver riesgosas y prácticas a la vez.
«Esos 1 500 millones de dólares que se emplean en importar alimentos deberían destinarse progresivamente a estimular a los productores y reanimar nuestra agricultura. De ese modo podrán verse resultados a mediano y largo plazos que podrían convertir al país hasta en exportador de alimentos», sugiere buena parte de los entrevistados.
Otros plantean eliminar los subsidios masivos que tanto daño le hacen a la economía en general para elevar la productividad del trabajo, y así la producción de bienes y servicios. El dinero que se emplea para proteger a personas que en realidad no lo necesitan, pudiera destinarse a estimular la rama productiva, incluyendo la agricultura.
Especialistas como Armando Nova afirman que las restricciones, como limitar la participación en el mercado, es el peor freno para lograr elevar las producciones, y sugiere que la agricultura territorial tome las riendas, porque las soluciones más tangibles serán aquellas que partan de iniciativas locales.
Si estas reflexiones se adecuaran a las necesidades que giran en torno a la alimentación, entonces sería muy fácil entender a un diputado que en julio pasado, en la última sesión de la Comisión para la Atención a la Actividad Productiva de la Asamblea Nacional, pidió que no se tuviera miedo en darle un pedacito de tierra al que quiere producir, e inspiró esta serie de reportajes.
Con menos resquemor se entendería también por qué hay quienes quieren recobrar las tierras de sus ancestros, inundadas hoy de marabú, pero amuralladas de leyes y tabúes que las privan de fertilidad.
Indicadores de la comercializaciónDe acuerdo con reportes del MINAGRI, este año, hasta la fecha, se habían comercializado en el país 926 333 toneladas de productos agropecuarios, cifra que representa solo el 27 por ciento de lo producido. El resto se ha destinado a puntos de venta, consumo social, industria, semilla, autoconsumo y ventas internas en el turismo.
Acopio ha garantizado la comercialización de 438 259 toneladas en los mercados agropecuarios estatales. Los productores directamente han sido responsables de la distribución de 498 074 toneladas en estas mismas plazas.