Guantánamo.— «La Unión de Jóvenes Comunistas no existe para sí misma, sino para conducir la vida de los jóvenes en el país. Su contenido se amplía dentro de la sociedad. Pensar que si andan bien los indicadores de funcionamiento interno igual suerte corre la organización, es un error en el que nunca deberíamos caer».
Tal razonamiento de Julio Martínez Ramírez, primer secretario de la UJC, apunta al necesario giro que requiere la acción de la militancia juvenil en sus estructuras, asunto que, si bien empieza a ser perceptible, a veces continúa entrampado en los dilemas de la entrega del acta, la vía de instrucción política, la asistencia a las reuniones y el pago de la cotización.
Pero aquel necesario fortalecimiento orgánico que pide a gritos la membresía, no se consigue con caducos esquemas de dirección, donde «el acta que sube» es el «mejor» vínculo con la base.
Caminaría por el pueblo sin ver las casas el dirigente que llegue al comité de base, participe en la reunión ordinaria y se marche sin saber qué le preocupa a los jóvenes de allí, fuera del orden del día de la reunión mensual.
«Hablar en el aula de la FEEM o la brigada de la FEU, intercambiar criterios en las unidades productivas, en las de servicios, interesarse por la vida de los jóvenes, calar su alma y su mente, son urgencias del trabajo político-ideológico, imprescindibles para el dirigente juvenil que necesita la Revolución».
Sobre esa cuerda empezaron a deslizarse una veintena de opiniones en la asamblea de balance de la militancia juvenil guantanamera, como la de Osmani Cantillo, estudiante del Instituto Preuniversitario Vocacional José Maceo, quien fue directamente a uno de los meollos: «Se requieren argumentos sólidos para conversar con los jóvenes. Algunos lo asumen esquemáticamente, permeados de consignas frías, con las cuales solo consiguen que los tilden de “mueleros”.
«A veces hay que salirse del aula —enfatizó Cantillo—, entrar en contacto con la historia viva, pero sobre todo predicando con el ejemplo personal del dirigente estudiantil o juvenil. Un alumno se ve en el espejo de su profesor, y un colectivo de la FEEM se mira en el comité de base de la UJC más cercano», añadió.
En ese punto, Robin Romero Matos, quien momentos después fue promovido a primer secretario de la UJC en Guantánamo, analizaba la necesidad de atender sistemática e intencionalmente a los profesores generales integrales, «cuya formación espiritual, moral y política también es responsabilidad de la organización juvenil en cada escuela».
Tomar el toro por los cuernos, desde la necesidad de una mejor preparación de los jóvenes ejemplares, fue la recomendación de René Borges, máximo líder juvenil en Baracoa, para quien «muchos de ellos, e incluso militantes de la UJC, no están bien preparados políticamente para debatir temas cruciales de la realidad cubana y mundial».
Y esa también es tarea de la organización en la base, acotó Eglis Labadí, dirigente de la FEU a quien no gusta ofrecer «recetas», porque cada comité de base debe atemperarse a sus características. «La falta de preparación a veces conduce a análisis superficiales que desplazan la responsabilidad de algunos problemas hacia “el país o la provincia”, cuando su solución está en el centro educacional», meditó.
Instada por Julio Martínez a elevar la combatividad y la exigencia al enfrentar los problemas, la militancia guantanamera también llegó a una conclusión clara: cuando el dúo del Partido advierte las dificultades que el comité de base «desconoce», salta la pregunta del dirigente juvenil: «¿Qué pintan los militantes de la UJC allí?».
«El ejemplo crea virtudes en los revolucionarios», aconsejó el miembro del Comité Central y primer secretario del Partido en la provincia, Luis Torres Iríbar. «Dondequiera que se desempeñe un dúo del Partido, las organizaciones, entre ellas la UJC, deben saber que no hemos sido capaces de andar solos, que hemos de elevar la exigencia y la ejemplaridad para detectar y combatir los problemas», reflexionó.