RÍO CAUTO, Granma.— Uno de los 150 delegados a la asamblea de balance de la UJC en este municipio encendió la bujía en la mitad de un debate que, a ratos, se tornaba tibio.
«Nos cansamos de hablar de los valores, sabemos identificar cuáles son. Sin embargo, muchas veces desconocemos su contenido; es decir, su esencia».
Valga la frase, me dije. Porque con frecuencia la discusión sobre los valores vuela y vuela, y muchos no aterrizan en la médula del asunto; todo se queda en la «teorización» vaga. ¿Basta, por ejemplo, con mencionar únicamente «la importancia del patriotismo»? ¿De cuántas maneras se puede ser patriota sin pensar predeterminadamente en eso?
Este parece ser uno de los grandes retos que deben superar las reuniones de este tipo en el país: discutir los problemas sobre la formación de valores poniendo los pies en tierra, sin caer en la trampa de mencionarlos de memoria y quedarse, de este modo, en la nociva abstracción.
Al respecto, Manuel Valera Escalona, primer secretario de la Juventud en Granma, exponía una idea cardinal: «Nos podemos pasar la vida comentando sobre los valores en el mundo; pero si no meditamos qué está pasando en nuestro comité de base, cuáles antivalores están latentes y qué podemos hacer para erradicarlos... no estamos haciendo nada».
En esa cuerda, me resultó llamativa la intervención de Aliannis Tamayo, instructora de arte. «Nos hace falta —decía— estar al tanto de los estilos de vida y las necesidades de los niños y jóvenes, y entonces actuar con intencionalidad.
«¿Por qué no meditamos con los más nuevos cuántos sentimientos transmiten las canciones de Silvio? ¿Qué trabajo cuesta hablar de las virtudes de nuestros ritmos, sin desechar lo extranjero?».
Lo interesante de tales tesis radica en la búsqueda de otras aristas «no explotadas», sobre todo porque hay una tendencia a hermanar el fomento de los valores solo con el conocimiento de historia o los ejemplos pasados. Y bien se puede, como expresaba Manuel Rodríguez Puig, miembro del Buró provincial del Partido, meditar en el presente.
«Nada mejor para desarrollar valores en otros que el ejemplo personal. Vayamos a Fidel, a sus múltiples facetas e intentemos parecernos a él, que seguramente seremos mejores personas», sentenciaba.
También reflexionaba sobre otra cuestión clave: no ver a los paradigmas, eso seres que nos inspiran, en la lejanía. Si se nos convierten en dioses inalcanzables seguramente no podremos poseer sus atributos.
De modo que, en resumen, la asamblea de Río Cauto nos dejó un mensaje claro: Poco ayuda enumerar, como un robot, los valores; lo importante es encontrar la esencia de cada uno y esa está en muchas partes, menos en la teoría etérea y volátil...