Castro tenía razón
No muchas veces este periódico está de acuerdo con Fidel Castro. Pero cuando se levantó de la cama de convaleciente la semana pasada para escribir un artículo criticando el entusiasmo malsano de George Bush por el etanol, tenía razón. Junto con otras críticas acerca de la campaña americana sobre este, el Sr. Castro advirtió contra la «siniestra idea de convertir alimentos en combustible». La utilización del maíz en Estados Unidos para producir el biocombustible etanol, que luego puede mezclarse con la gasolina para reducir la dependencia del país del petróleo extranjero, ya ha hecho subir el precio del maíz. Como se emplea más tierra para cultivar maíz y no otros cultivos alimentarios tales como la soya, sus precios también se elevan. Y como el maíz se utiliza para alimentar a los animales, el precio de la carne aumenta también. En otras palabras, el suministro de alimento se está desviando para alimentar a los hambrientos automóviles americanos.
El etanol no se usa mucho en Europa, pero es un aditivo al combustible en Estados Unidos, y cada vez más autos pueden utilizar gasolina o etanol, el que dio cuenta de solo alrededor del 3,5 por ciento del consumo de combustible en Estados Unidos el año pasado, pero la producción está creciendo al 25 por ciento anualmente. Esto se debe a que el gobierno subsidia la producción nacional y penaliza las importaciones. Como resultado, están proliferando las refinerías como hongos por toda la región central, que actualmente se visualiza como la Texas del combustible verde.
¿Por qué está tan generoso el gobierno? Porque el etanol es prácticamente la única iniciativa de energía alternativa que tiene amplio apoyo político. A los granjeros les agrada esto porque proporciona una nueva fuente de subsidios; a los partidarios de línea dura, porque ofrece la posibilidad de que Estados Unidos pueda separarse del petróleo del Medio Oriente; a la industria automotriz, porque considera que el cambio a combustible verde excluiría los autos de las presiones por el calentamiento global; a la industria petrolera, porque el uso del etanol como aditivo al combustible significa negocio como de costumbre, al menos por el momento; a los políticos, porque mediante el subsidio puede complacer a los electores potenciales. Al parecer, los que pagan impuestos no se han percatado de que son los que pagan la cuenta. (The Economist, Gran Bretaña, 7 de abril de 2007)