SANTA CLARA.— «¡Oye, aguanta!, a mí no ve vas a coger de material de estudio. De fotografías nada... ¿O tú crees que este es el único lugar del país donde funcionan los aires acondicionados en locales con huecos? ¡Sal, camina por ahí, para que veas si digo la verdad o no!».
—¿Y cuál es su opinión?
—Bien, vamos a hablar... pero sin mencionar mi nombre ni el del centro. Y te reitero: nada de fotos. Tú sabes que si públicas todas las señas la gente va a creer que se inspiraron en nosotros. ¿O acaso crees que estás descubriendo el agua fría?
—De acuerdo...
—¡Ahora me doy cuenta de que las veces que has estado aquí te dedicaste disimuladamente a escudriñar detalles! Te abrí las puertas y mira con lo que te apareces... En fin, qué te puedo decir: a veces la presión de trabajo, el corre-corre para resolver este o aquel problema considerado de mayor envergadura deja a un lado otros, como el de los huecos donde están colocados los aires, hasta que un día alguien advierte el disparate.
«¡Qué ironía! Uno se vuelve loco por encontrar la fórmula para ahorrar más y más, mientras en nuestras narices, sin darnos cuenta, está el derroche».
MÁS ESCABROSOA estas alturas, tras lo explicado hasta la saciedad sobre la necesidad del ahorro de energía eléctrica y los millones en divisas invertidos para introducir equipos más eficientes y cómodos ¿cómo entender que, por obra y gracia de la ineficiencia, en muchísimos lugares hayan convertido los climatizadores en grandes derrochadores?
Lo anterior muestra ese dañino distanciamiento entre lo que asumen que harán y lo que realmente concretan, tanto la administración como el sindicato, a pesar de que refrendan en matutinos, asambleas y reuniones la decisión de evitar el despilfarro, que luego aflora, se establece y convive bajo la mirada de todos, sin que nadie lo ataje.
Ahí están los huecos en los laterales donde se colocan los equipos. En persianas y puertas que cierran mal. En equipos ubicados en espacios demasiado grandes para la capacidad de la máquina. En aquellos instalados en lugares que reciben directamente el sol, en los que continúan durante el invierno con la misma regulación del verano...
Una mentalidad del ahorro no implica apagarlos, como inadecuadamente se decide en algunos establecimientos, pues los referidos aparatos resultan, más que un lujo, una necesidad. Facilitan el laboreo sin sentir el fastidio de la sofocación: esa temperatura agradable, fresca, resguarda de la canícula tremenda que entorpece la concentración y todo lo hace más escabroso.
Y aunque tal vez el humano puede prescindir de su uso ante circunstancias muy bien justificadas, aunque sufra; no ocurre lo mismo con la tecnología. Sabemos que las altas temperaturas entorpecen el funcionamiento de una amplísima gama de equipos que integran una estructura esencial en la sociedad.
Vale subrayar que la misma energía que consumen para funcionar los calienta sobremanera, aún cuando están protegidos por la climatización. Lo más seguro es que sin ese resguardo, sobrevenga la rotura.
Consecuentemente, para garantizar su cabal desempeño técnico, se instalan los acondicionadores de aire. La nota falsa estriba en que al explotar los climatizadores sin la debida hermetización se incurre en un despilfarro nada desdeñable y, artificialmente, se les acorta la existencia.
TEMPERATURA DE CONGELACIÓNSegún Rafael Bottón, jefe del Departamento de Eficiencia Económica y Energía de la Dirección Provincial de Economía y Planificación aquí, en la «estructura del consumo eléctrico, en especial en oficinas, entidades de prestación de servicios, centros de esparcimiento... la climatización representa más del 70 por ciento».
—En muchísimos lugares los «aires» enfrían tanto que las personas necesitan abrigarse...
—En realidad estos equipos deben regularse para mantener la temperatura en unos 24 ó 25 grados centígrados, que resulta confortable. Pero algunos los programan para temperaturas más bajas, a 18 grados o menos. Así ocasionan un mayor gasto de energía, o lo que es lo mismo, dilapidan la electricidad, que cuesta divisas.
—¿Qué otros factores influyen en la explotación deficiente?
—La hermeticidad de los locales es vital para evitar la fuga, la cual determina el trabajo prolongado del acondicionador. Y además, en los lugares donde hay ventanas de cristal por donde penetra el sol deben ponerse cortinas, para impedir el impacto directo de aquel sobre los equipos.
—¿Bajo qué criterios técnicos los instalan?
—Su ubicación, es decir, la altura a la que se colocan y su capacidad para enfriar determinada área, la fijan las características que orienta el fabricante.
—¿Por lo que uno aprecia a simple vista hay lugares que incumplen esa norma?
—Muchos, sí. Y siempre que lo hagan gastan más corriente, y el equipo puede averiarse.
A MÁQUINA FORZADADe acuerdo con cálculos de expertos, cuando existen fugas de aire un climatizador puede llegar consumir el doble de la energía que necesita.
Es obvio que si falta hermetización, el motocompresor se va fuera de capacidad y jamás establecerá dentro del local una temperatura estable, que le permita parar la unidad por intervalos.
En otras palabras, el equipo es sometido a un permanente trabajo forzado, a lo cual se agrega que al mantenerse en funcionamiento constantemente se recalienta, y sufre un mayor desgaste en sus partes mecánicas.
En opinión de especialistas villaclareños, ese disparatado ciclo también provoca la frecuente quema del enrollado de la unidad, roturas y deterioro de otras piezas que integran los equipos.
Tales agujeros de la incompetencia, no hermetizados antes de instalar los aparatos, así como ignorar las advertencias de los fabricantes, constituyen un mal inadmisible en momentos en que se desarrolla un programa energético sobre la base de la eficiencia.
¿Por qué permitir que ocurran esas incongruencias que le cuestan al país una cantidad nada desdeñable de divisas, y disminuyen la vida útil de los aparatos?
La inversión para hermetizar bien los locales en los que se instalan los climatizadores, no solo económicamente está más que justificada, sino resulta imprescindible y debía constituir el primer requisito para permitir que una entidad cuente con ese equipamiento.
Es increíble que convirtamos el medio entregado para facilitar el trabajo en una sangría, porque lo que se fuga por los agujeros, como un soplo, es divisa y más divisa.