El premio Para un amigo Sincero, que los pioneros enviaron a Fidel en la jornada de clausura de este Congreso, «nació» finalmente al amanecer de ese mismo día, tras varios meses de diseño y cuidadosa ejecución.
Así lo confesaba a este diario el propio autor, el artista plástico Carlos Marcoleta, mientras no cesábamos de descubrirle nuevas facetas a la obra a la luz del mediodía.
Se trata de un Martí tallado en finas placas de vidrio natural, unidas por una resina ultravioleta. Esta pieza es la primera de una serie en proyecto, para la cual escogió al Apóstol cubano como temática «por ser un hombre de propósitos, que resume la dignidad, lo mejor del ser humano en todos los sentidos», afirmó el escultor cardenense.
Y porque la obra «sería entregada por niños, para quienes da gusto trabajar cuando uno sabe que la vida se humaniza desde la infancia, nada menos que a un hombre capaz de dignificar el trabajo y disfrutar del arte».
La técnica empleada es muy compleja, y hasta peligrosa, pero le gustaría que los futuros artistas la aquilataran. «El vidrio es un material tan duro que resulta frágil. Exige paciencia: puede dar sorpresas, dejar su huella.
«Pocos se deciden a explorarla, pero me permite fundir el espacio compacto que rodea al hombre, como en este rostro de Martí, y al mismo tiempo dejar ver su interior, algo que puede ser hasta más interesante que verlo por fuera».