La tecla del duende
Este jueves los tecleros recordamos a alguien que es parte de esta columna en presente, aunque su partida física nos haya dejado una ausencia difícil de cubrir. Se trata de José Aurelio Paz, destacado periodista avileño, a quien hemos citado varias veces desde estas líneas.
Cómo olvidar aquella crónica, titulada El milagro de las teclas y los duendes, publicada el martes 30 de septiembre de 2008 en este mismo diario. De ella hemos citado varios fragmentos que describen al grupo que somos y al que queremos ser. Y recuerdo cómo al descubrir el propósito de Guillermo Cabrera Álvarez, quien no alcanzó a ver aquella tertulia avileña, señalaba José Aurelio: «tejer una mágica red, con esos invisibles hilillos que brotan del alma, para ensartar un collar único de sintonía: compartir lo que nos dejó como herencia colectiva El Principito, lo esencial, eso que no se ve con los ojos, pero que es lo que permanece».
Y el llamado final de su mensaje era que, «como el enanito de Silvio, logremos, finalmente, trocar todo lo sucio en oro; no el fatuo, sino ese que relumbra desde lo más recóndito de nosotros mismos para sentirnos mejorados; gente nueva».
José Aurelio continúa entre nosotros, cronicando la realidad avileña y cubana, en textos de vigencia presente y futura. Ya refundaremos el encuentro avileño. Será también la tertulia de JOPA, como firmaba varios de sus textos este amigo.
Cada mañana, en el África, una gacela se despierta; sabe que deberá correr más rápido que el león, o este la matará. Cada mañana en el África, un león se despierta; sabe que deberá correr más rápido que la gacela, o morirá de hambre. Cada mañana, cuando sale el sol, no importa si eres un león o una gacela, mejor será que te pongas a correr.
Y en tiempos de pandemia, corre cada día por tus propósitos, pero nunca dejes de protegerte, de distanciarte, de cuidarte (Enviado por Radamés).
¿Pero dónde está el secreto mayor de esta cofradía? En que nadie la dirige y la dirigen todos, en que no existe planificación alguna y es el alma colectiva de este país y de sus gentes quienes trazan el camino de cada encuentro. ¡Ah, si las teclas y los duendes se multiplicaran, como el milagro de los panes y los peces! José Aurelio Paz.