La tecla del duende
Sucede que este redactor ha errado: en el fotorreportaje de la semana pasada, llamó Escuela Pre Pedagógica a la Rita Longa, de Las Tunas, cuando en realidad el «Pre» sobra. Por cierto, ¡qué bien que una formadora de maestros lleve el nombre de la insigne escultora cubana! Al final, cada docente es eso: un escultor de aptitudes y actitudes, un obrero de la mejor arcilla que intenta dar forma a los sueños en el molde mágico de la educación. Como desagravio por mi error, junto a las disculpas, dedico la Tecla de hoy a los alumnos y trabajadores de ese centro docente. Recordemos a Rita con este evocador fragmento de una crónica de Samuel Hernández, incluida en un dossier de La Jiribilla:
«Para unos, Dios obra misteriosamente; para otros, simplemente la vida da muchas vueltas. Y así yo, por azares de la vida y sin entender nada de arte aún, conocí a Rita Longa. Era una mañana cualquiera del año escolar 1996-1997, cuando apenas cursaba el cuarto grado, me dirigía hacia mi primaria con un compañero de clases y, de pronto, señalando hacia una señora mayor me dice: “Mira a Rita Longa”. Era la esquina de 15 y 14 en El Vedado, la sede de CODEMA, y por la entrada de automóviles salía una señora con un bastón. Aprovechando que cruzaba hacia un carro blanco, que al parecer la trasladaba, corrimos hacia ella para pedirle un autógrafo.
«“Para Samuel, con cariño, de Rita Longa”, escribió segura. Y aunque parecía que debía salir a resolver miles de problemas a la velocidad de la luz, se tomó todo el tiempo del mundo para garabatear la libreta del pionerito que, apenas al romper el día, la asaltaba e interrumpía su quehacer rutinario. Todavía recuerdo la sensación de triunfo que dejó en mis manos ese pequeño trozo de papel; era la prueba de que conocía a Rita Longa y podía mostrarla como reliquia a todos mis colegas. Curiosamente, todavía años después me pregunto por qué hice eso. Sabía que ella había hecho los venados del Zoológico, pero más allá de eso ni mis compañeros ni yo sabíamos quién era aquella señora o lo que hacía.
«Recuerdo sobre todo, casi fotográficamente, sus manos. Niño al fin, concentraba toda mi atención en aquello que más me sorprendía sin recato. Se veían ásperas, toscas, huesudas, y a la vez parecían esculpidas minuciosamente. Como si con ellas realizara un trabajo pesado que constantemente le reclamara el roce, el modelado, el golpe. Sin embargo, ver cómo garabateaba la hoja me revelaba soltura, destreza, seguridad y dulzura. Imagino que hoy suene a recuerdo edulcorado, pero siempre he presumido de cierta capacidad para ver más allá de la superficie en las personas (...) Así apareció Rita en mi vida, primero la mujer, luego la escultora».
Ct11386: Tu magia ha hecho eternizar el bios de nuestro hard. Te amo dormida y despierta. TAMYSTYO
ErnestoPérez: Después de 32 años de ausencia, me percato que estabas escondido en un vericueto de mi alma. Tu novia