La tecla del duende
Jesús Orta Ruiz, "el Indio Naborí", cumple 90 septiembres. De él, como de la poesía, siempre hay que hablar en presente-futuro, aunque las cronologías se empeñen en demostrar su ausencia desde 2005. Bardo mayor de la décima en Cuba e Hispanoamérica en el siglo XX, Naborí tuvo, además de muchos premios, el galardón inigualable de hacerse pueblo… ¿Sobre qué asteroide andará preparando la próxima canturía?
El viejo está pensativo/ y Laura entre las arecas, dialoga con las muñecas/ familia de yeso vivo./ De todas, el atractivo/ está en los ojos del cielo;/ y hay un payaso sin pelo/ que con su caricatura/ saca de no sé qué hondura/ la sonrisa del abuelo.
¿A qué puerto se encamina/ Levi Enrique con su barco/ de papel, que sobre el charco/ le da una ilusión marina?/ Sueña que es hombre y domina/ las olas, con los reflejos/ de los navegantes viejos,/ viajeros de acá y de allá./ Nadie sabe a dónde va,/ pero yo sé que va lejos.
Ale sigue el movimiento/ de un delfín que el aire claro/ corta y entra por un aro/ casi con razonamiento./ ¿Qué sentir, qué pensamiento/ tiene este pez tutelar/ que no sabe de matar/ ni quiere vivir a solas?/ Ángel que cayó en las olas,/ niño que habita en el mar.
La mínima cocinera/ aguarda por las visitas/ con su juego de tacitas/ de café y su cafetera./ Cuando me sirve parlera/ la infusión imaginada,/ su cortesía me agrada/ y quedo como embriagado/ con el aroma inventado/ de un rico café de nada.
La mañana cristalina/ está llena de donaire/ y anda retozón el aire/ por el huerto de la esquina./ Levi su cometa empina/ hacia el claro firmamento/ y sueña en ese momento la cabeza tricolor/ de un caballo volador/ que cabecea en el viento.
Cristal es la mar serena,/ sutil se mueve el oleaje/ y afines con el paisaje/ los niños van por la arena./ Una gaviota —azucena/ del aire— pasa encantada/ y Ale ve la sosegada/ playa, no lecho de tul/ sino caramelo azul/ que se chupa su mirada.
Laura sueña que al caer/ el día, niños pintores/ con lápices de colores/ pintan el atardecer./ Sueña también que al perder/ el sol sus últimas huellas/ millones de niñas bellas,/ que cósmicamente giran/ juegan con la noche y tiran/ los yaquis de las estrellas.
Levi campea de modo/ tan imperial que su meta/ principal es la glorieta/ para dominarlo todo./ Pero el laurel de un recodo/ lo atrae más. De una hoja/ casi volador se arroja/ un camaleón que se pierde/ verde por la hierba verde/ con su pañoleta roja.
Ale da un salto y se suma/ a la infantil alharaca,/ se aleja con la resaca/ y regresa con la espuma./ Rosa de sal lo perfuma/ el agua de tornasol,/ se moreniza de sol,/ refresca bajo el pinar/ y la música del mar/ se lleva en un caracol. (J.O.R.)
La única patria feliz, sin territorio, es la conformada por los niños. Rainer María Rilke