La tecla del duende
Este domingo, en el centro de la geografía cubana —y capital de La Tecla— nos encontraremos entusiastas de varias provincias para recordar al Genio: Guillermo Cabrera Álvarez. Hasta el pequeño poblado de Guaracabulla llegaremos en horas de la mañana para comenzar, a las 11:00 a.m., una megatertulia donde se compartan las mejores ocurrencias de cada quien. Un día antes, a las 2:00 p.m., en la galería de arte Oscar Fernández Morera, los tecleros espirituanos celebrarán su quinto aniversario. Habrá sorpresas.
Las Tunas fue nuevamente el vórtice fecundo de la décima en Hispanomérica. La XLIV Cucalambeana aunó a cultores de la estrofa y a quienes la investigan y divulgan para honrar, a puro lirismo, al bardo mayor. De allá llegan estos versos de Carlos Esquivel dedicados a Diusmel Machado. Ambos son autores del volumen que ganó el último Premio Iberoamericano Cucalambé.
«Una casa es como un país. La Loynaz. 9 de marzo de 1981. (...)».La casa es como un país/ abarrotado de ausencia./ La casa me diferencia/ de la nieve cuando es gris./ La casa es mi cicatriz/ desde algún barco remoto./ La casa es el puente roto,/ y es el vino, y es el pan./ Es los muertos que no están/ pero viven en la foto./ La casa es como un cuchillo/ que despedaza por dentro,/ es mi madre sobre un centro/ de pesadumbre, es el trillo/ hacia el pobre molinillo/ donde mi padre invisible/ teje un himno, es la creíble/ caída de toda nieve,/ es la libertad tan breve,/ es otro viaje imposible./ La madre, el padre, el arroz,/ ellos son también la casa,/ y humedecen una masa/ para el invierno de Dios./ La casa tiene mi voz,/ mi silencio y mi visaje/ hasta un país sin paisaje./ Acaso queda en el rezo/ carcomido como un hueso./ O en el pesebre del viaje./ El perro que no murió,/ la nube por ese hermano/ si no supo desde el piano/ la casa que lo inventó./ Mi padre siempre partió/ en busca de un acertijo./ Ya era casa, ya era el hijo/ sobre la ausencia fingida./ Casa: dolor y partida,/ todo en el mismo amasijo./ Casa: lugar de la ausencia/ que fluye y jamás me nombra./ Siempre habitas una sombra/ que el extravío sentencia./ Los nombres de mi existencia/ ya no van a detenerte./ Existe una casa inerte,/ una lámpara, una nube:/ son cosas que siempre tuve/ y las llevará la muerte./ Y qué dejé sin olvido/ en el Dios que balbuceaba:/ ¿un mar? Pero el mar se acaba./ ¿Acaso quedó el sonido/ de una isla que ha dormido?/ Todo es un viaje otra vez./ Todo es ser casa y después/ ser casa para ese olvido./ Como el hombre que ha fingido/ ser su casa en la vejez./ Casa: ante ti solo queda/ polvo del sueño lejano/ y una foto sobre el piano/ perdido entre la humareda./ Casa sin mí, qué nos queda:/ una cruz, el cuerpo fijo,/ un tiempo que nos maldijo,/ y lo que di al universo:/ mi única forma del verso,/ la casa, un árbol, y el hijo. (Últimos días de una casa, en Toque de queda).