Los que soñamos por la oreja
Creo que todavía no nos hemos percatado bien de la importancia que, no ya para nuestra música sino para toda la cultura cubana, tiene el quehacer de Ulises Hernández como alguien que ha comprendido el valor de la memoria. Nunca está de más repetir la frase en la que se afirma que no hay hoy sin ayer.
Ello resulta vital en un contexto que por doquier ofrece señales de la urgencia de la tan necesaria anamnesis histórica de la intelectualidad cubana, frente a los muchos que se esmeran en hacer realidad lo que proclamaba desde su título aquel viejo libro de Aldo Baroni: Cuba, país de poca memoria.
El trabajo de Ulises como productor de una serie discográfica dedicada a los integrantes del Grupo de Renovación Musical resulta de las acciones de mayor valía entre las efectuadas en años recientes en el ámbito de la discografía nacional. Como parte de dicho proyecto ve la luz un CD concebido para recoger la obra de Julián Orbón, nacido el 7 de agosto de 1925 en Avilés, Asturias (España), pero que, tanto por vocación como por su obra, devino cubano de pura cepa.
Integrante del Grupo de Renovación Musical, líderes de la creación sonora de corte académico en Cuba entre 1942 y 1948, y una de cuyas metas era afirmar la «presencia cubana en la música universal», a partir del decenio de los 60 y por razones extra-artísticas la obra de Julián Orbón permaneció prácticamente ignorada en el país, con lo cual las nuevas generaciones apenas conocen el legado de este artista, que fue compositor, pianista y ensayista.
Porque si bien casi siempre se le suele asociar a la creación musical, hay que indicar que él fue todo un intelectual y por ello pudo ejercer como crítico musical o escribir trabajos sobre otros temas, como lo demostró durante su participación en la revista Orígenes hasta su cierre en 1956. En dicho sentido, recomiendo leer un par de ejemplos, primero, su ensayo dedicado a José Martí, y segundo, el libro En la esencia de los estilos, publicado en 2005 por Víctor Batista y la desaparecida Editorial Colibrí, proyecto al que eternamente habrá que agradecerle lo aportado en materia de pensamiento a nuestra cultura.
Por su parte, el disco Julián Orbón, puesto en el mercado por Producciones Colibrí en 2013, cuenta con la intervención de los jóvenes pero ya maduros pianistas Ana Gabriela Fernández y Fidel Leal, la destacada soprano Bárbara Llanes y la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Arte (ISA), bajo la batuta del director José Antonio Méndez.
Se incluyen en el álbum tres obras pertenecientes a diferentes etapas en la vida de Julián Orbón, quien falleciese en 1991. De forma sucinta, me referiré a cada una de ellas, aunque no en el orden en que están en el CD, sino atendiendo al momento en que fueron concebidas por el autor.
En el caso de Toccata, interpretada por Fidel Leal, estamos ante una composición representativa de los comienzos creativos del maestro hispano-cubano. Fechada en 1943, la obra da señales de los intereses que, por los moldes neoclásicos, entonces motivaban a Orbón.
Acerca de la interpretación de Fidel Leal, en las excelentes notas de presentación del fonograma, la musicóloga Ana Casanova apunta que el instrumentista sobresale «por la pianística exhibida en una pieza tradicionalmente concebida para resaltar las posibilidades técnicas de los ejecutantes».
Otra de las piezas recogidas en el disco es la titulada Tres versiones sinfónicas, la cual data de 1953 y fue ganadora de un segundo premio compartido con el mexicano Carlos Chávez en un concurso de composición efectuado en Caracas en 1954. Interpretada por la Orquesta Sinfónica del ISA, la obra testimonia el sentir hispanoamericano de Julián Orbón. Aquí la formación orquestal, con José Antonio Méndez al frente, consigue transmitir la riqueza del colorido y de la rítmica que el compositor impregnó a su partitura original.
Como acierto puede catalogarse la elección de Libro de cantares para también figurar en el álbum. Es esta una de las últimas composiciones del maestro (1987) y en ella evidencia su gran amor por la lírica popular asturiana y por los cantos folclóricos de origen español, lo cual representa un retorno a las raíces hispanas de su música. Las interpretaciones a cargo de Bárbara Llanes y Ana Gabriela Fernández son sencillamente impecables, en una ejemplar muestra de lo que debe ser el trabajo entre un(a) pianista acompañante y un(a) solista.
Producción discográfica que merecería haber recibido una mejor promoción por los medios de comunicación en Cuba (lamentablemente, y para no perder la costumbre, ha pasado sin penas ni glorias entre nosotros). Los amantes de la buena música cubana de todos los tiempos agradecemos un fonograma como este, dedicado al fallecido pero siempre vigente Julián Orbón.