Los que soñamos por la oreja
Hacía tiempo que en la escena internacional de rock y metal no se publicaba un disco que generase tantas opiniones encontradas, como las que está suscitando el álbum Lulu, acreditado a Lou Reed y Metallica, que ya circula por todo el mundo aunque su presentación oficial acontecerá el próximo lunes 31 de octubre. Es verdaderamente asombrosa la cantidad de críticas que han salido en diversos medios. En muchas de ellas se afirma que en esta colaboración, sus protagonistas no han conseguido edificar algo consistente y que se pueda disfrutar.
Creo que un error en numerosas de las opiniones vertidas en días recientes es no partir del hecho de que estamos ante un fonograma que no es una propuesta convencional y que, por ende, tampoco se le puede valorar como un álbum más en la carrera de Metallica o de Lou Reed, sino que debemos escucharlo como un experimento sonoro, en el que cada uno de ellos interactúa en función del otro. Considerarlo así, como un encuentro, supone, por una parte, otorgar sustantividad propia a ambos participantes y, en segundo lugar, ser conscientes de que en la síntesis de la escaramuza se genera un acontecimiento que constituye algo distinto a lo que estos músicos han hecho hasta hoy.
Se trata de una obra conceptual, en la que los textos escritos por Reed están inspirados en una lúgubre narración del escritor expresionista alemán Frank Wedekind y publicada alrededor de 1900, en la que se relata la historia sentimental de una joven bailarina llamada Lulu y que fuese víctima de incontables abusos. La idea para realizar la grabación surgió en 2009, cuando el otrora integrante de la mítica banda The Velvet Underground se uniese a Metallica para intervenir con un tema en la gala del aniversario 25 del Hall of Fame del Rock & Roll.
Para los más jóvenes, que conocen a la perfección el quehacer de Metallica pero que de seguro en su inmensa mayoría no saben de la historia de The Velvet Underground, no está de más decir que dicha formación (surgida en 1965) tuvo en Lou Reed a un letrista interesado en escribir acerca de lo singular y lo perverso, o sea, el lado oscuro de lo humano. Sus canciones sobre traficantes, suicidas, drogadictos, sadomasoquistas y transexuales, herederas de la literatura de la Beat Generation, fueron algo novedoso en la lírica roquera. A la crudeza de tales textos, uníase la fiereza de la música, con un sonido basado en estructuras redundantes.
Algunos de aquellos elementos usados por Lou Reed con su antigua banda en los años 60, conforman las raíces de Lulu, el disco doble que ha grabado con Metallica, quienes en su trabajo de acompañamiento vuelven a demostrar el dominio que tienen de los códigos del thrash metal. La participación de Lou hay que valorarla no desde la perspectiva de lo que haría un vocalista, pues él básicamente interviene en el rol de un narrador, en una cuerda cercana al spoken word.
Es importante comprender lo anterior, porque buena parte de las críticas negativas que se han dado acerca del material parten de no percatarse de que el fonograma no está armado en torno a canciones, sino que lo que escuchamos son atmósferas o ambientes, destinados a ofrecer una apoyatura musical a una narración que se mueve entre la poesía abstracta y relatos convencionales. De acuerdo con la curva dramática de los textos dichos por Reed, así cambiará también la ejecución de Metallica. De tal suerte, Lou deviene un actor, mientras que el grupo al respaldarle se mueve por sonoridades que transitan por el noise, el drone, el rock’n’roll, el power-pop y el thrash metal, con predominio de los tempos lentos y pesados.
Entre los temas que más han captado mi atención, yo mencionaría Iced honey, por su funcional estribillo; The view, pletórico en los heavies riffs clásicos de Metallica y un James Hetfield muy exacto al cantar y hacer de contraparte de la narración de Lou; Mistress Dread, abundante en reminiscencias thrash; Pumping blood, con una buena coda, y Frustration, dueña de una rara belleza. Disco que no le agradará al fan convencional, sin ser perfecto Lulu es un trabajo que hay que escuchar varias veces, para descubrir en él cosas nuevas, hechas por motivación artística y no por dinero.