Los que soñamos por la oreja
Quizá por haber escuchado tanto rock en mi vida, cada vez me resulta más difícil que un disco me sorprenda y llegue a considerarlo como algo extraordinario. Empero, aunque ya todas las fórmulas están más que probadas y puede considerarse que en el presente lo que se hace es reciclar algo que previamente fuese experimentado por otros, aún nos topamos con materiales que sin poseer nada de novedoso, poseen tal perfección en su factura, que uno tiene que dar gracias porque se sigan produciendo cosas así.
Semejante sensación fue la que experimenté al escuchar el CD Keith Emerson Band featuring Marc Bonilla (Victor Entertainment, 2008), que mi hermano Carlos Lugo me regalase tras haberme formulado comentarios muy halagüeños acerca de la grabación. Tengo que decir que antes de audicionar el álbum, llegué a pensar que los elogios de Carlitos resultaban un tanto exagerados y que obedecían al amor que desde que éramos estudiantes del preuniversitario Saúl Delgado, ambos experimentamos por el rock progresivo y por la obra de Emerson, Lake & Palmer, de la que el quehacer de la Keith Emerson Band es continuación. Sin embargo, ¡nada de eso! y Carlitos tenía razón.
Keith Emerson Band featuring Marc Bonilla es uno de los fonogramas de mayor impacto que he escuchado en largo tiempo. No se trata solo de que una vez más Keith, ahora a los 64 años de edad, demuestre sus habilidades como tecladista y compositor, que lo convirtiesen —desde que en la segunda mitad del decenio de los 60 irrumpiese en la escena británica con el grupo The Nice— en un adalid en materia de rock progresivo. Creo que uno de los grandes encantos del álbum es la intervención del estadounidense Marc Bonilla como guitarrista y cantante, que proporciona a la grabación una bien pensada alternancia entre partes instrumentales y otras vocales.
Aunque el sonido de los teclados, incluyendo el órgano y el piano, todo el tiempo está presente, el protagonismo de Keith como instrumentista no impide el lucimiento de los otros músicos que le acompañan, es decir, Gregg Bissonette a la batería y percusión, el bajista Bob Birch y en particular, Marc Bonilla en las guitarras, voz y harmónica. Así, de conjunto el CD clasifica en los parámetros del rock progresivo, aunque en el mismo hay piezas que se salen de dicho estilo y sentimos cortes cercanos a lo que se conoce como AOR y hasta algunos de orientación hacia el hard.
Mientras me deleito con los 19 temas registrados en el disco, pienso que el musicólogo Edward Macan tiene razón al afirmar: «En su época de auge, el rock progresivo había comprometido a su audiencia en la búsqueda de la profundidad metafísica, la autenticidad espiritual, una forma de enfrentar las tendencias despersonalizantes de la sociedad moderna».
A partir de dichas premisas, el rock progresivo de antaño tuvo la virtud de proyectar una inteligente mirada al futuro y amalgamar visiones asombrosamente proféticas tanto en su sonido como en sus palabras, para así esparcir sobre su audiencia un mensaje tan lúcido como contundente. Algo semejante es lo que hoy percibo al oír una producción fonográfica como la realizada por la Keith Emerson Band.
En este álbum, se comprueba nuevamente que en la actualidad, en el desempeño de agrupaciones como la encabezada por Keith Emerson, es inconcebible la composición, interpretación y/o procesado de música sin una computadora, sin MIDI, sin secuenciadores capaces de reproducir de manera simultánea una montaña de sonidos digitales que antes solo podía generar una orquesta completa...
Otro detalle que corroboro en el fonograma es la fascinación de Emerson por Alberto Ginastera (1916-1983), compositor argentino de música clásica, del que allá por 1973 ELP versionó en su disco Brain Salad Surgery el 4º movimiento de su Concierto para Piano Nº 1, Toccata Concertata y al que hoy en el CD Keith Emerson Band featuring Marc Bonilla, este mago sesentón de las teclas vuelve a homenajear.
Pletórico en piezas formidables, por lo que no me atrevo a recomendar solo algunas dada la excelencia de todo el material, el trabajo de la Keith Emerson Band es un ejemplo de cómo en plena crisis de la industria discográfica, aún pueden hacerse verdaderas perlas sonoras.