Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La pelea Johnson-Willard

UNO de los grandes escándalos del boxeo mundial en todos los tiempos ocurrió en La Habana el lunes 5 de abril de 1915. Ese día, en el hipódromo Oriental Park, de Marianao, dos norteamericanos contendieron por la faja de oro de los pesos completos: el campeón Jack Johnson, negro; y el retador Jess Willard, considerado, entonces, la gran esperanza blanca del deporte de los puños.

Era una pelea pactada a 45 asaltos y fue presenciada por unos 20 000 espectadores; entre ellos, el mismísimo Presidente de la República, el mayor general Mario García Menocal, y el alcalde de La Habana, Fernando Freire de Andrade. A la altura del round 26, y ante la consternación general, sucedió lo inconcebible. No había recibido un golpe demoledor, pero Johnson iba a la lona sin posibilidades de reanudar el combate y Willard se alzaba con el título.

Johnson conquistó su título en 1908, cuando en Sidney, Australia, venció a Tommy Bums, luego de haberlo perseguido por medio mundo para que le concediera la pelea por el campeonato. Los jueces le dieron la victoria por K.O. técnico. Cada vez que Bums iba a caer, Johnson lo sostenía y continuaba golpeándolo. Indignaba a hombres blancos e influyentes que Johnson alardeara de lo que ganaba, se burlase de sus contrarios en el ring y presumiese de sus relaciones con mujeres blancas.

La victoria sobre Bums acrecentó las muestras de racismo. El narrador Jack London solicitó la llegada de la gran esperanza blanca que rescatara el título. Muchos boxeadores lo intentaron, pero fracasaron en el empeño, incluso, James Jeffries, que nunca quiso darle la pelea mientras fue campeón, y salió de su retiro para enfrentársele.

Tras vencer a Jeffries, las autoridades pusieron a Johnson en su punto de mira. Lo que no se pudo conseguir en el ring, se intentó fuera. En 1913 lo detuvieron bajo la acusación de atravesar con una mujer la frontera del estado «con propósitos inmorales». y en virtud de la Ley Mann, que sentaba como delito llevar a cualquier mujer a otro estado «con fines de prostitución o libertinaje», un jurado de blancos lo encontró culpable, valiéndose de las declaraciones en su contra de una antigua pareja del campeón, y lo condenó a un año y un día de privación de libertad. Johnson huyó al extranjero antes de entrar en prisión y siguió boxeando.

Entre los diez mejores

Jess Willard, cuyo verdadero nombre era José Vilar, hijo de un emigrante de Navarra, España, creyó, o le hicieron creer, que podía vencer a Johnson, y que era él aquella esperanza blanca por la que clamó Jack London. Fue el peso pesado más alto de la historia (199 centímetros) frente a los 184,7 de su rival. Tenía 34 años de edad y retuvo su título hasta los 37, cuando lo perdió frente a Jack Dempsey, quien le propinó una soberana paliza y lo envió a la lona siete veces en el primer asalto sin que el árbitro suspendiera el combate, del que Willard salió con la nariz rota, varias costillas fracturadas y algunos dientes de menos.

Luego comentó que Dempsey había colocado algo en su guante para hacer más contundente su pegada, lo cual no ha podido probarse. El caso es que a partir de ese momento dijo adiós al boxeo y comenzó a exhibirse en ferias, teatros y películas. De cualquier manera, luce un récord significativo: de 35 peleas ganó 26, y 20 de ellas por nocaut. En 2003 lo exaltaron al Salón de la Fama. Tenía 87 años al morir.

Jack Johnson está considerado entre los diez mejores boxeadores de todos los tiempos, en cualquier división. Con ascendencia esclava, comenzó en el boxeo como esparrin (cinco dólares por pelea). En 1903 ganó su primer título en pesos pesados en un torneo para «boxeadores de color». No podían todavía los negros competir por la faja mundial. De los 96 enfrentamientos que sostuvo, ganó 72, y 49 de ellos por nocaut.

Peleaba con estilo propio. Mantenía una prudente distancia, a la defensiva, en espera de un error de su rival que sabía aprovechar. Por eso los racistas lo tildaban de cobarde. Un estilo ortodoxo, ripostaban sus admiradores; tremendamente efectivo. Falleció en 1946. Llegó al Salón de la Fama en 1990. En 2018, a pedido del actor Sylvester Stallone, el presidente Trump le otorgó el perdón presidencial que lo exoneraba del supuesto delito por el que se le condenó.

El séquito del campeón

La información disponible no permite precisar al escribidor si Johnson llegó a Cuba con el propósito de entablar el combate en La Habana, o si fue ya en La Habana donde lo decidió. Arribó a la Isla por el puerto de Cienfuegos el 21 de febrero y, ya en la capital, comenzó el via crucis de los hoteles. Ningún establecimiento de rango quiso acoger al negro famoso y millonario, que se vio obligado a carenar en el modesto hotel Las Villas, en la calle Egido, en las inmediaciones de la Estación Central de Ferrocarriles.

El periodista cubano Ruy Lugo Viñas aludía en una crónica al séquito del rey negro de los puños. «… La francesa lánguida que es su esposa, su entrenador, el secretario, que es por igual memorialista y corre-ve-y-dile… y cuatro domésticos: uno que le limpia las botas descomunales, otro que se encarga de la ropa sucia, otro que lo enjabona en el baño y lo cepilla cuando ya está vestido y el cuarto, que, por estar a las órdenes de la consorte, no hace nada… al menos que se entretenga en cornamentar a su patrón…». La imagen del boxeador de los nocauts formidables quedaba desprestigiada.

El México de Pancho Villa no estaba para peleas de boxeo; El Paso era poco seguro para un prófugo de la justicia, y por lo mismo lo era viajar en un barco con bandera norteamericana. La Habana sería el escenario de la pelea con Willard, que arribaba el 16 de marzo y se alojaba en el hotel Miramar, en Prado esquina a Malecón, con diez apartamentos: el más caro de su tiempo.

El campeón hace dos peleas de exhibición y se entrena en el Oriental Park, mientras que Willard lo hace en el propio hotel donde se aloja. Los entrenamientos de uno y otro púgil son públicos. Tal vez no esté fuera de lugar decir que todavía en 1915 la práctica del boxeo estaba prohibida en Cuba, lo que no impedía que las peleas se llevaran a cabo, y por añadidura se anunciaran y comentaran en la prensa.

104 minutos

De todas las peleas de boxeo celebradas en Cuba, esta es de la que más se habla, pese a los 110 años transcurridos. Los comentarios son encontrados. Cierto es que Johnson recibió 30 000 dólares por perder la pelea, pero no es menos cierto que la derrota le permitiría esquivar presiones racistas y le abría la posibilidad de regresar a su país, aunque no faltan los que aseguraron que Willard venció porque era mejor y más fuerte.

Hubo quien aseguró que Johnson, antes de subir al ring, había sido amenazado a punta de revólver, y también los que dicen que en un descanso de la pelea mandó a decir a su esposa que se fuera porque no quería que lo viera perder. Pensó el campeón que le darían el dinero en el momento del pesaje, pero le dijeron que se lo darían a su esposa en el transcurso del combate. Cuando la señora, desde las gradas, le comunicó con una señal convenida que tenía el dinero, el campeón, que había estado dándole largas a su rival, cayó sorpresivamente a la lona ante un derechazo ineficaz. El sol le molestaba en la cara y se cubrió el rostro con los brazos hasta que se puso bocabajo. La pelea había durado una hora con 44 minutos.

La película

Al día siguiente, empleados y choferes del Oriental Park llevaban a la Policía al representante de Johnson por no haberles pagado lo convenido. El tipo se apresuró a soltar la plata y se fue con su música a otra parte.

Aún faltaba lo mejor. Los productores cinematográficos cubanos Santos y Artigas suscribieron con Johnson un contrato para que el realizador Enrique Díaz Quesada filmara el combate. Retendría la productora los derechos de exhibición de la cinta en Cuba, mientras que Johnson los tendría para Estados Unidos.

El campeón, en vísperas de la pelea, rompió el contrato, lo cual no impidió que Díaz Quesada se las arreglara para introducir una cámara en el hipódromo y, con ella oculta entre las sillas de un palco, filmara la pelea, cinta que al día siguiente se exhibió en un cine al aire libre.

Protestó el ya excampeón y demandó a Santos y Artigas por medio millón de dólares, demanda declarada sin lugar por el juez cubano Alberto Ponce.

Willard salió de Cuba el 7 de abril, con destino a Cayo Hueso. Johnson viajó el 20 rumbo España, no sin prometer que regresaría en junio para abrir un gimnasio. Nunca más volvió. En su país, a donde regresó, debió cumplir su condena. Preso, sostuvo cinco combates, y reasumió su vida al salir de la prisión. Murió en un accidente de tránsito cuando, ofuscado y molesto, salía de una cafetería de carretera donde se negaron a servirlo.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.