Lecturas
Sancti Spíritus no es solo su Iglesia Parroquial Mayor, el puente Yayabo, el Museo de Arte Colonial ni tampoco su Casa de la Trova, asentada en un inmueble del siglo XVIII. Hay mucho que ver en esa ciudad del centro de la Isla y es recomendable iniciar el recorrido en la Plaza Serafín Sánchez, espacio ovalado y provisto de bancos, luminarias y áreas verdes que se emplazó en terrenos otrora ocupados por la plaza, el convento y la ermita de San Francisco, demolidos a inicios del siglo XX.
Zona esa principal de la urbe, su centro recreativo cultural y comercial por excelencia que regala un entorno conformado por edificaciones de diferentes siglos, desde la que ocupa el Museo Provincial de Historia, construida en 1740, hasta el local del Banco Financiero Internacional, de mediados del siglo XX, y la Biblioteca Provincial, en lo que fue la sede de la sociedad El Progreso, de 1929, y desde cuyos balcones el Comandante en Jefe Fidel Castro se dirigió al pueblo espirituano en su primera visita a la ciudad, el 6 de enero de 1959, cuando al frente de la Caravana de la Libertad avanzaba desde Santiago de Cuba hacia La Habana. El hotel Plaza de 27 habitaciones, aprovecha una edificación construida para vivienda en 1843.
No es esa la única plaza de la villa. En la antigua Plaza de Jesús Nazareno, renombrada oficialmente en 1911 como parque Honorato, y de la que se hablaba desde antes de 1698, funcionó la horca, hasta que se dignificó como espacio urbano, con casonas de portales hacia la plaza, a diferencia de las que preferían volcarse hacia sus áreas interiores.
La antigua Plaza de la Reina es hoy la Plaza de la Revolución, mientras que la Plaza Mayor, la más antigua de todas, se ubica junto a la tricentenaria Parroquial Mayor, escenario de festividades religiosas y reuniones de vecinos a los que se convocaba en caso de aviso de guerra y de amenazas de ataques de corsarios y piratas, o para dar a conocer bandos con nuevas disposiciones que regirían la vida de la villa y sus habitantes. También se congregaba allí la vecinería una vez al año para elegir al alcalde y a los regidores.
Se asoma a esa plaza el Hostal del Rijo (siglo XIX) confortable hotel que aprovecha las facilidades de la espaciosa vivienda del doctor Rudesindo García del Rijo, prestigioso médico y benefactor, promotor de importantes obras sociales, asesinado por una banda de malhechores cuando, después de una visita médica en las afuera de la ciudad, regresaba a su casa. Frente a ella, en el centro de la plaza, el Ayuntamiento hizo erigir su imagen esculpida en mármol.
En 1607, una Real Cédula establece dos gobiernos en la Isla, el Occidental y el Oriental, para perseguir mejor el contrabando, pero Sancti Spíritus, al igual que Trinidad y Remedios, no pertenecerá a ninguna de las dos administraciones, queda como un electrón suelto, lo que aprovecharon los espirituanos para intensificar el comercio ilegal, que aportaba artículos de primera necesidad que escaseaban o eran muy caros. Por causas largas de explicar, Trinidad toma la primacía y se convierte en la más importante ciudad del centro del país. Demora más el desarrollo de Sancti Spíritus, pero crece al calor de las riquezas generadas por el ganado, el tabaco y una limitada industria azucarera. Surgen así poblaciones como Yaguajay, Fomento y Mayajigua, y entra en servicio el primer ferrocarril local.
Las guerras por la independencia (1868-1898) cortan ese desarrollo. Hay fuertes operaciones militares en tierras del Yayabo. España se empeña en contener el avance mambí hacia occidente, superada la trocha de Júcaro a Morón, mientras que los insurrectos establecen bases que garantizarán ese avance.
Es en Sancti Spiritus donde el Generalísimo Máximo Gómez acomete, entre enero de 1897 y enero de 1898, la célebre Campaña de La Reforma: 25 combates, la mayoría de ellos de envergadura, reafirman su genio militar. Sobresalen en los 30 años de contienda contra España, entre otros muchos, los nombres de Honorato del Castillo y Ramón Leocadio Bonachea. José Miguel Gómez pelea en las tres guerras y las concluye con grados de Mayor General, —ocupará la Presidencia de la República entre 1909 y 1913—, y se destaca asimismo en esa lucha el mayor general Serafín Sánchez Valdivia, muerto en combate en Paso de Damas el 18 de noviembre de 1898, uno de los grandes jefes de nuestras gestas de independencia, en las que participó en más de 120 combates.
Finalizada la guerra en 1898, Sancti Spíritus prosigue su desarrollo. Pasa por su territorio el ferrocarril central y con la llegada de inmigrantes, casi siempre canarios, surgen nuevos asentamientos poblacionales como Cabaiguán, Guayos, Taguasco y Jatibonico.
Las columnas rebeldes dirigidas por los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara impulsan importantes acciones que contribuyen al derrumbe de la dictadura de Fulgencio Batista. El 23 de diciembre la ciudad de Sancti Spíritus cae en manos de tropas rebeldes.
Merece visitarse en esta ciudad, que cumplió ya 510 años de fundada y pronto acogerá el acto central por el aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, la iglesia de Nuestra Señora de la Caridad (siglos XVIII-XX) el segundo templo de importancia en el país dedicado a la advocación de la Patrona de Cuba.
También, por supuesto, el Museo Casa Natal de Serafín Sánchez. La vieja cárcel, construida entre 1859 y 1865 en el lado este de la Plaza de la Reina. Bien merece la visita el Mesón de la Plaza, un inmueble que data de 1791, y que fue propiedad de Tadeo Martínez Moles, intendente de Hacienda y autor de la primera historia de Sancti Spíritus que se conoce. Al edificio de la Colonia Española (1926, ahora un centro comercial) por su volumen, suntuosidad, la yesería de sus techos, sus lámparas y los mármoles de su gran escalera, algunos allá le llaman «nuestro Capitolio».
La Quinta Santa Elena (siglo XIX), muy cerca del Teatro Principal y en las márgenes del río Yayabo, es la Casa Museo de la Guayabera. Es en Sancti Spíritus donde nace esa prenda.
Se dice que en 1709 arribó a la villa un matrimonio de andaluces que un día recibió desde España una pieza de tela de lino o hilo y el hombre pidió a la mujer que le confeccionase con ella camisas sueltas, de manga larga, para usar por fuera del pantalón y con grandes bolsillos. La mujer acometió el encargo y en pocos meses aquellas camisas se popularizaron en la comarca.
Este suceso tiene varios detractores. Resulta inconcebible que un hecho meramente doméstico quedara registrado en la historia, y con tantos detalles: fecha, nombre de los protagonistas, tipo de tela, diseño de la ropa… como para que los historiadores del futuro pudieran proclamar, sin sombra de duda, que ahí nació la guayabera. Es una historia tan perfecta que no deja más alternativa que la de dudar de su veracidad. Pero marca el inicio de la leyenda de la guayabera o fija la entrada de la guayabera en su leyenda.
Nuestros guajiros del siglo XIX no la usaron. Lo usual en ese entonces era la chamarreta, y fue la chamarreta y no la guayabera la que vistió el mambí para luchar contra España. Su mención más antigua, que conozca el escribidor, se localiza en Leonela, la novela de Nicolás Heredia, publicada en 1893, pero cuenta una historia anterior al inicio de la Guerra de los Diez Años y queda claro que no es una camisa de ciudad, pero tampoco de campesino pobre.
Resulta muy difícil enmarcar el surgimiento y evolución de la ropa popular tradicional. En lo que atañe a la guayabera, ninguna otra región cubana discute la paternidad con la villa del Yayabo. Se llamó yayabera a esa guayabera primitiva e invadió las zonas vecinas. Fue trochana en Ciego de Ávila; camagüeyana en Camagüey… El testimonio gráfico más remoto de la prenda data de 1906. Pero la palabra guayabera, como cubanismo, no se legitima hasta 1921, cuando Constantino Suárez la incluye en su Vocabulario cubano. Esteban Pichardo no recoge la palabra guayabera en su Diccionario de voces cubanas (1875), y hasta donde sé, tampoco lo hace Manuel Martínez Moles en su Vocabulario del espirituano.
De cualquier manera, la guayabera actual, que empieza a surgir en la década de 1920, debe mucho a la labor de camiseros y costureras de Sancti Spíritus y Zaza del Medio, y aquí resulta imprescindible mencionar los nombres de Valeriano Vázquez, «el rey de la guayabera de las mil alforcitas» y de Ramón Puig, «el rey de la guayabera».
Historia, arquitectura, costumbres… Llega esta vuelta a Sancti Spíritus, Mucho más podría decirse, pero se acabó en espacio. ¡Chirrín!
Fuentes: Juventud Rebelde, 2 de agosto de 2002. Cuba en la mano, La Habana, 1940. Cuba, Las Villas y Matanzas: Guía de arquitectura y paisaje, Sevilla/Santa Clara, 2012