Lecturas
La reacción del pueblo fue espontánea: la noticia corría de boca en boca por todo Santiago de Cuba y la gente comenzó a acudir al lugar de los hechos, en el Callejón del Muro. Sobre el asfalto, rodeado de un montón de esbirros uniformados, yacía Frank País, un maestro bautista de 22 años de edad, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio y principal organizador del levantamiento popular de Santiago, el 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del Granma. Cerca de él estaba tendido Raúl Pujol, a quien la organización responsabilizó con la seguridad del líder clandestino y en cuya casa pasara las últimas horas.
Llegó doña Rosario, la madre de Frank, y muy serena pidió que se le permitiera acercarse al cadáver de su hijo. Se lo impidieron. Llegó también la novia y no pudo contener el llanto. «No, dijo doña Rosario, que nadie nos vea llorar».
Doña Rosario, que luego de reclamar el cadáver en el necrocomio, lavó y taponeó sus heridas, diría que su hijo presentaba treinta y tantos balazos en el cuerpo. Un testigo habló de 22; más de 50, dijo el forense. Después de asesinarlos, el jefe de la policía de la ciudad obligó a la tropa que lo acompañaba aquella tarde del 30 de julio de 1957 a que disparase sobre los cuerpos inertes.
Vilma Espín: Esa tarde fue tremenda para todos nosotros. Inmediatamente llamamos a la mamá de Frank y a su novia América Domitro para que fueran enseguida a reclamar el cadáver. Se le dijo: «Usted tiene que ir y fajarse de cualquier manera, con los dientes, de cualquier manera, para que le entreguen el cadáver de Frank». Y ella, que es una mujer de un temple tremendo, arrancó para allá con una fuerza enorme.
Armando Hart: Entonces se planteó el interés del Movimiento 26 de Julio por que el recorrido del féretro hacia el cementerio saliera de la casa de América Domitro para que pudiese pasar por la mayor parte de la ciudad y se transformara así en un acto de agitación y combate. Es decir, que resultaba necesario para los intereses del Movimiento que el cadáver de Frank no se tendiera en su hogar. La madre de Frank entendió las cosas en su más profundo sentido humano y les dijo a los compañeros del Movimiento: «¡Frank no es mío, es de ustedes!».
Vilma: El entierro fue una manifestación de todo el pueblo. Los centros de trabajo estaban cerrados, no había fuerzas públicas por ninguna parte y la ciudad entera estaba tomada por el pueblo. La gente que no iba en el entierro, tiraba flores a su paso, y hubo el caso de gente de la Marina que esperaron el entierro y se cuadraron cuando pasaba: fueron los que participaron, menos de dos meses después, en la acción de Cienfuegos.
Rosario García: «Salas Cañizares fue el asesino de mi hijo Frank», dígole al Juez Especial. Y aquí fue cuando el Juez me preguntó si estaba dispuesta a sostener lo que decía delante de Salas Cañizares. «¡Cómo no!», respondí, y al instante hicieron entrar a la cobarde hiena… El Juez Especial le informó lo que yo había dicho y el asesino dijo que era mentira, que cuando había llegado, ya la Marina había matado a mi hijo, que además «Frank era buscado por la justicia y que era un gánster que usaba el nombre de un conocido comunista».
Yo lo escuché tranquilamente, y cuando terminó me preguntaron si tenía algo que decir y dije entonces: «Señor Salas Cañizares, ¡qué iba a decirle coronel!, en primer lugar usted ha jurado decir la verdad y no sabe lo que significa esa palabra; en segundo lugar, ha hablado de justicia, y yo pregunto al Juez si su justicia es la que impera». Aquí Salas Cañizares intentó interrumpirme, pero no lo dejé diciéndole: «Yo lo he escuchado a usted y usted tiene que escucharme a mí». Y proseguí: «En tercer lugar, ha dicho que mi hijo era un gánster, ¡a los gánsteres no los sigue el pueblo! En cuarto lugar, dice que mi hijo era buscado por comunista, yo sé bien que no lo buscaban por ladrón, por borracho o por vicioso. Lo buscaban por sus ideales. Y en quinto lugar, usted es un asesino que en un solo mes ha asesinado a mis dos hijos».
Los días postreros de su vida fueron para Frank —nacido el 7 de diciembre de 1934— de una actividad incansable. El 15 de marzo de 1957 pudo abandonar la cárcel de Boniato, donde pasó recluido varios meses, al quedar en libertad por falta de pruebas en el juicio que se le siguió junto a algunos de los implicados en los sucesos del 30 de noviembre anterior y a los expedicionarios del Granma capturados tras el desembarco.
Desde la prisión no cesó de orientar las tareas del Movimiento, y el mismo día de su liberación, ya con el seudónimo de David, escribe a los dirigentes de la organización para comunicarles sus inquietudes. Dos días después analiza en otra carta la situación nacional: insiste en que falta la unidad necesaria y dice que la resistencia cívica debe activarse y que se soslaya la significación de los obreros en la lucha. A partir de ese momento se dedica por entero a la reestructuración del 26 de Julio, y labora en la organización de la Resistencia Cívica, el sector obrero del Movimiento y las milicias clandestinas.
Quiere sentar las bases para una retaguardia sólida que apoye al ejército guerrillero naciente, y trata de crear un segundo frente de guerra que aliviaría la presión militar sobre el frente de Fidel.
El 30 de junio sufre dos golpes demoledores: la policía captura herido a Josué, su hermano menor, y lo remata. Y a causa de una delación, los detalles del plan para la creación del segundo frente caen en manos de las fuerzas represivas.
Aún Frank tiene tiempo para escribir un poema a la memoria de su hermano, pero ya se le acosa sin tregua. Vive en una clandestinidad rigurosa: se ve obligado a cambiar de escondite continuamente. Durante su última semana de vida debe mudarse cuatro veces hasta que encuentra refugio en la casa de Raúl Pujol, un sitio totalmente «quemado» que ha estado bajo vigilancia policiaca y que carece de salida apropiada en caso de emergencia. Ya no es David. Ahora es Cristian.
De Frank a Fidel: «Supongo que ya te habrás enterado de las últimas noticias, hasta la pluma me tiembla cuando tengo que recordar esa semana terrible. Todas las cosas tan detalladamente planeadas, tan bien distribuidas, todas salieron mal, todas fallaron, unas tras otras venían las malas noticias hasta parecer que nunca terminarían… El segundo frente tan secretamente preparado fue abortado… aquí perdimos tres compañeros más, sorprendidos cuando iban a realizar un trabajo delicado y que prefirieron morir peleando antes de dejarse detener, entre ellos el más pequeño que me ha dejado un vacío en el pecho y un dolor muy mío en el alma».
De Fidel a Frank: «Todos admiramos el valor sereno con el que afrontaste las amarguras de esa semana trágica… En nombre de todos los combatientes de la Sierra Maestra y sus oficiales, exprésales a tu valerosa mamá y demás familiares nuestro más sentido pésame. Y para ti, hermano querido, nada tenemos que añadirte porque también es nuestro el dolor del joven águila caído».
Eugenia San Miguel: Mi hermana Armonía se dio cuenta de que venían registrando… Frank se asomó a la ventana, inmutable. Incluso empleó algunas jaranas: «Fíjense, el que está fatal soy yo».
Demetrio Montseny: Yo le dije: «Frank, ¿por qué no aprovechamos y nos vamos todos en la máquina? Él me dijo que en otras oportunidades había pasado lo mismo, que era mejor no agitarse, que tuviéramos calma… Llegó Raúl Pujol y le dijo a Frank cuál era la situación. Frank le respondió: «Vete tú». Raúl le dijo: «No, Frank, el Movimiento me ha responsabilizado con tenerte aquí y si ocurre algo, yo muero contigo». Entonces Frank tomó una decisión que fue una orden… Nos dijo a Basilio y a mí que nos fuéramos en la máquina. «Pero tú, ¡qué vas a hacer», le dije. «Ven con nosotros». «No, respondió, es más fácil que me vaya a pie».
Eugenia: Me entrega algunos documentos e insiste en que no podían caer en manos de la tiranía. Me entrega también la ametralladora. Se llevó una pistola. Salieron San German arriba, ya estaban fuera del cerco. Oí voces: «Eh, ¡detengan a esos dos!». Oí a Raúl [Pujol] explicarles que se trataba de un empleado de la ferretería. Le encuentran el arma a Frank. Se forma un gran revuelo, llega Salas Cañizares. Randich, que se encontraba en la parte del Callejón del Muro y Sagarra, cuidando el cerco, al escuchar el revuelo y ver que los metían en la perseguidora, se acerca. «¿Pero no sabe quién es este, coronel? Es Frank País».
Los sacaron del auto, le quitaron los espejuelos oscuros a Frank y le ocuparon una libretica o carné. Me contaron que Randich abofeteó a Frank, y que este no se movió. Dicen que les zafaron los pantalones, procedimiento empleado por ellos para que no pudieran huir. Empujándolos los metieron en el corredor de una vecina y comenzaron a golpearlos.
Siguieron maltratando a Frank. Lo empujaron hacia el Callejón del Muro, donde fue acribillado. Salas Cañizares falló el primer disparo, y luego Mano Negra se encargó del resto. Salas Cañizares ordenó a todos sus esbirros allí presentes disparar contra los cadáveres; así aseguraba que todos fueran responsables.
Fidel: «No puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor infinito que nos embarga. ¡Qué bárbaros! Lo cazaron en la calle cobardemente valiéndose de todas las ventajas que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado…».