Lecturas
Triunvirato, Limonar. Matanzas.— El silencio característico de las zonas rurales matiza el ambiente campestre del otrora ingenio Triunvirato. Es difícil imaginar que un lugar tan apacible fuera escenario de uno de los hechos más dolorosos de la humanidad: la esclavitud.
A 14 kilómetros de la ciudad de Matanzas, el ingenio Triunvirato fue fundado entre 1829 y 1831 por Julián Luis Alfonso Soler, miembro de una familia de terratenientes criollos. Su dotación llegó a ser de 251 esclavos negros y 17 asiáticos. Tuvo 112 caballerías sembradas de caña, con un rendimiento de 49 000 arrobas por caballería. Esa fábrica realizó su última zafra en 1918, siendo propiedad de José Ignacio Lezama Reyes.
El padre de Alfonso Soler emigró a Cuba desde Islas Canarias en 1770, y aunque se estableció en La Habana, donde se enriqueció, sus principales intereses los tuvo en Matanzas.
Gracias al matrimonio de su hija María Rosa con Domingo Aldama, dueño de una gran fortuna, se inició el poderoso grupo familiar que llegó a tener 15 ingenios en Matanzas.
«Ellos se preciaban de darles buen trato a los esclavos, pero cuando revisamos la documentación de la época constatamos muchas quejas de los esclavos por el maltrato que les daban los mayorales», refiere la máster Isabel Hernández Campos, directora del museo provincial Palacio de Junco, quien junto a los profesores Ileana de la Tejera del Pino y José Ramón González Pérez trabajan esa época, y en particular lo ocurrido en Triunvirato.
«Era la región matancera, en el segundo cuarto del siglo XIX, una zona azucarera por excelencia, y como es natural, la más poblada de esclavos en el departamento occidental de la Isla. En la Atenas de Cuba había muchos hombres oprimidos. En esta jurisdicción eran más frecuentes que en todas las demás de la Isla los alzamientos de esclavos», recoge el historiador Leonardo Griñán Peralta.
En los preparativos de las acciones del Triunvirato, en noviembre de 1843, participaron tanto mujeres como hombres, excluyendo a los niños: «Reunidos los esclavos en el batey del ingenio escucharon la arenga del lucumí Eduardo, que los invitaba a lanzarse a la lucha para liberarse del yugo esclavista», refiere Hernández Campos.
Capitaneados por los lucumíes Carlota, Narciso y Felipe, y el gangá Manuel, se armaron de machetes y aperos de labranza y se lanzaron contra el mayoral y todos aquellos que trataban de impedirles el paso.
Rememora Isabel que los dirigentes negros basaron sus acciones en la movilidad y el rápido desplazamiento, unidos al factor sorpresa, lo que permitió la extensión del movimiento. Incendiaron la casa de vivienda, parte de las instalaciones del ingenio y los bohíos del batey. La sublevación la iniciaron los esclavos del campo, en su mayoría macheteros y carreteros del ingenio que vivían en grupos de cuatro o cinco en bohíos fuera de los barracones.
En el ingenio Triunvirato vivían 69 esclavas negras, algunas de ellas dedicadas a labores domésticas, pero en su mayoría sufrían las agotadoras jornadas como macheteras u otras difíciles tareas propias del campo. Allí todo las abrumaba, desde la enfermedad, la mala alimentación o los embarazos sin la atención adecuada.
Carlota tuvo un importante papel, porque como vivía en los bohíos fuera del barracón fue la que ayudó a quitar el candado de la puerta de este para que saliera el resto de los esclavos, además de que repartió machetes.
En el libro Iniciadores y primeros mártires, Vidal y Morales menciona no solo a Carlota y a Fermina, sino a Juliana y Filomena, y se dice que las mujeres participaron como leonas que defendían a sus cachorros.
«Esa misma noche siguieron hacia el ingenio Ácana, donde Fermina guio a los rebeldes por el mejor camino y les señaló a quienes ponían los grillos y quien azotaba con el látigo; ella señalaba contra quién arremeter», precisa la estudiosa matancera.
Igualmente allí quemaron la casa de vivienda y otras dependencias, dieron muerte a cinco personas e hicieron huir al mayoral con su familia.
Fermina, Carlota, Filomena, Carmita y Juliana siguieron la marcha entre los líderes y combatieron heroicamente a las fuerzas colonialistas.
«Alentados por sus éxitos iniciales, los rebeldes del Triunvirato y del Ácana liberaron a los esclavos de los partidos limítrofes Santa Ana, Guanábana y Sabanilla del Encomendador, donde estaban los ingenios Concepción, San Lorenzo, San Miguel, San Rafael y también cafetales y fincas ganaderas, y, finalmente, al regresar a San Rafael en busca de más rebeldes, las tropas enviadas por el brigadier García Oña, junto a otras fuerzas, cercaron a los rebeldes en el ingenio San Rafael y, después de un rudo combate —en el que cayó Carlota— fueron destrozados los alzados, dando lugar a una espantosa carnicería», dice José Luciano Franco en su libro La gesta heroica del Triunvirato.
Eduardo, Lucía y un grupo de rebeldes del Triunvirato escaparon y se refugiaron en los cayos de la Ciénaga de Zapata. Fermina cayó prisionera y fue fusilada con sus compañeros Cristóbal, Zoilo, Cirilo y Adán, de nación lucumí, y los gangá Manuel, Nicolás y Narciso, el 7 de marzo de 1844.
«Inmediatamente el Gobierno de los Estados Unidos de América fijó claramente su posición del lado de los colonialistas hispanos. Alentados por ese apoyo, las autoridades matanceras, los capitanes pedáneos y los mayorales de los ingenios, cafetales y fincas asesinaron a decenas de esclavos que habían participado en las heroicas acciones de principios de noviembre de 1843», reflexiona Isabel.
En carta enviada por Domingo del Monte a Alejandro H. Everett le da a conocer los pormenores de los sucesos de Triunvirato: «…Los lanceros (the dragoons) mataron 50 negros, y cogieron rendidos 67: dicen que estos están lisiados casi todos, o muy mal heridos; que algunos serán sentenciados a muerte por la Comisión Militar; y finalmente, que muchos serán ahorcados».
Esa carnicería solo concluyó cuando llegó al ingenio el Gobernador de Matanzas, quien ordenó que no se mataran más negros, atendiendo a los ruegos formulados por Blas Cuesta, administrador y condueño de la finca. Pero el resultado asombra: 56 muertos y 73 prisioneros.
Los hechos de noviembre de 1843 hicieron que la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente de la Isla de Cuba decidiese el funcionamiento estable de una Sección como Tribunal en la ciudad de Matanzas, para «resolver en las criminales que se formasen por conspiración de la gente de color en este territorio». Numerosos resultaron los procesos que se iniciaron por intento de sedición racial: en estos fueron complicadas las dotaciones de una veintena de ingenios y sus fincas colindantes pertenecientes a casi todos los partidos de la jurisdicción militar matancera.
A principios de diciembre de 1843 el hacendado Esteban Santa Cruz de Oviedo denunció a las autoridades que en su ingenio Trinidad, ubicado en Sabanilla del Encomendador, se tramaba una conspiración para el día de Pascua, información que obtuvo por su negra esclava Polonia, gangá con la que sostenía relaciones íntimas y la que presumiblemente estuviera estimulada por el premio ofrecido.
Las investigaciones practicadas dieron como resultado que las negradas de los ingenios La Rosa de Madan, Santo Domingo, Jesús María, La Majagua y La Trinidad estaban de acuerdo para levantarse el 25 de diciembre. Consecuencia de la denuncia fue el fusilamiento de 16 de los complicados.
La reacción fue el llamado Proceso de la Escalera, iniciado en 1844, en el cual se vieron implicados esclavos, hombres negros y mulatos libres, y hasta hombres blancos con conocidas posiciones abolicionistas.
«Fue represivo, y después del proceso de la Escalera no se puede hablar de otra gran sublevación de esclavos. El proceso hacia la desintegración de la esclavitud no comienza hasta 1868, cuando se inicia la independencia de Cuba, y los colonialistas adoptan medidas para contrarrestar el accionar de los independentistas. Luego en 1870 se decreta la Ley de Vientres Libres, que es el primer paso en ese proceso de desintegración», expone.
«La información que se daba a la Metrópoli no era siempre lo que ocurría, porque se trataba de brindar una imagen de normalidad. Pero los hechos de Triunvirato no pudieron ocultarse. Era importante mantener el orden establecido, porque la parte occidental de la Isla acumulaba muchas riquezas que iban a parar a la Corona y eso les convenía a los hacendados. No se habían olvidado los hechos de Haití. La represión fue sangrienta para que no se les ocurriera volver a sublevarse», concluye esta investigadora, que trabaja el tema desde 1986.
Aplastada cruelmente la rebelión por los colonialistas, se destacó la figura de Carlota, la esclava de origen lucumí cuya valentía y espíritu rebelde forman parte de la herencia libertaria del pueblo cubano; de ahí que muchos años después y en su homenaje, la misión internacionalista de Cuba en la República Popular de Angola llevara su nombre: Operación Carlota.
«¿Y en qué se diferencia el apartheid de aquella práctica aplicada durante siglos de arrancar decenas de millones de africanos del seno de su tierra y traerlos a este hemisferio para esclavizarlos, para explotarlos hasta la última gota de sudor y de sangre? Quién puede saberlo mejor que Matanzas, si aquí en esta parte del occidente del país había tal vez más de cien mil esclavos… escenario también de grandes sublevaciones. Por eso nada tan justo ni tan legítimo como ese monumento que se acaba de erigir en esta provincia al esclavo rebelde…», manifestó el Comandante en Jefe Fidel Castro durante el acto central por el XXXVIII aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, celebrado en Matanzas en 1991.
Nadie pudo doblegar a los hijos de la estirpe de Carlota y sus seguidores. Los cubanos volvieron a las tierras africanas de donde fueron arrancados aquellos seres humanos para alimentar el genocidio de la esclavitud. El nombre de Operación Carlota sobrepasa el formal homenaje a la valerosa esclava y palpita como símbolo de quienes se inmolan ante las injusticias.