Lecturas
Fue Sebastián de Ocampo, en su bojeo de la Isla, el primer europeo que visitó, en 1508, lo que andando el tiempo sería Varadero, célebre primero por sus salinas y luego por sus canteras, antes de convertirse en uno de los polos fundamentales del turismo cubano.
El movimiento de temporadistas comienza en Varadero alrededor de 1840. Lo impulsa la familia que en la época era la propietaria de la mayor parte de las haciendas que se asentaban en la zona. Para los vacacionistas se construyó un pequeño caserío.
La extracción de sal continuaba siendo el rubro económico fundamental, pero en 1883 surge una incipiente industria turística cuando Mamerto Villar establece un servicio de fonda y posada; negocio que el ayuntamiento de Cárdenas consideró de tan escasa monta que terminó exonerándolo del pago de contribuciones. En el mismo año Antonio Torres Armengol emplazó el quiosco Torres para el expendio de refrescos y pescado frito. Prosperó este establecimiento y se le considera el embrión de los grandes hoteles que abrieron sus puertas en Varadero durante la República. Es en esa fecha cuando se construye el primer teatro en el territorio. Desde tres años antes los bailes en la glorieta garantizaban el entretenimiento y la alegría en las largas y calientes noches del verano.
Ya para entonces Casimiro García Salva, en atención a las riquezas naturales de la playa, había promovido la creación de un balneario. Es un propósito que comienza a abrirse paso hacia 1880 y que cobra cuerpo legal tres años después, cuando un grupo de nueve personas lideradas por Joaquín de Rojas Cachurro adquiere, por $1 350.00 oro español, dos caballerías en la hacienda Varadero, y constituyen una sociedad comunal. En la escritura pública suscrita el 1ro. de junio de 1883 quedó constancia de los fines que perseguía la recién creada entidad: el engrandecimiento del poblado y la construcción y aumento del número de sus edificaciones. Los asociados decidieron vender a García Salva la décima parte de la propiedad y la sociedad comunal quedó conformada por diez miembros que los temporadistas empezaron a denominar «los decenviros».
Solicitaron los decenviros al ayuntamiento de Cárdenas que no se incluyeran sus propiedades en el patrón de riquezas urbanas, ya que solo las utilizarían durante el verano. Las autoridades municipales, al acceder a la solicitud, consideraron que la exención sería un estímulo para nuevas construcciones. Se hicieron, en efecto, pero sin respetar las regulaciones relativas a la formación y conservación de las calles, y sin que se hiciera necesaria la presentación de planos ni direcciones facultativas.
Eso trajo como consecuencia las irregularidades urbanísticas que se registran en la conformación de Varadero, pero, a juicio de especialistas, esas nuevas edificaciones, con estructuras de madera y cubiertas de tejas criollas, marcaron una importante evolución en la arquitectura de la península.
El turismo progresaba, pero la actividad económica más importante seguía siendo la extracción de sal. En 1888 Antonio Torres, que desde el año anterior operaba la línea marítima de correo y pasaje Cárdenas-Varadero, añadía a su quiosco varias habitaciones y dos casas de tabla y tejas destinadas al alquiler durante la temporada de verano, en tanto que Mamerto Villar, en 1895, convertía su posada en motel. Piedras y cantos de la zona se utilizaban en las nuevas edificaciones y mejoraba el servicio de transporte con la incorporación de lanchas y goletas. Establecido el caserío de los decenviros, crecía el poblamiento de la zona. Fue aprobada la solicitud para fomentar un nuevo poblado. Lo conformarían 40 manzanas; se destinarían dos terrenos para las plazas de recreo y de mercado y habría espacio para la construcción de una iglesia y una escuela pública. La nueva urbanización se subordinó a lo ya existente, lo que redundó en un trazado bastante irregular.
Los alrededores del quiosco de Torres se convirtieron en un foco cultural. En la zona se ubicaban las glorietas y el teatro. La sociedad Varadero Sport Club, de recreo y deporte, utilizaba el lugar para reuniones, bailes, cenas y veladas artísticas. Es por entonces que las serenatas cobran vida en Varadero y comienzan a hacerse célebres la bebida refrescante conocida como ciruelón y el ponche que lleva el nombre de la playa. Mamerto Villar estimularía la siembra de cocoteros a lo largo de todo el poblado, lo que convirtió a esa planta en típica del lugar.
Concluye la Guerra de Independencia. Sigue la intervención militar norteamericana. Adviene la República. El quiosco de Torres comienza a prestar servicios de restaurante durante todo el año. El 14 de diciembre de 1910 abre sus puertas el primer hotel de la playa. Lleva el nombre de Varadero. La producción salinera sigue siendo alta, pero la extracción de arena para la construcción amenaza con desplazarla de su sitial. Finaliza la Primera Guerra Mundial; caen en el mercado internacional los precios del azúcar, y llegan las vacas flacas para la economía cubana. Un restaurante se instala en un ranchón en la zona de Kawama.
En Varadero se evidencia una modalidad turística: la del vacacionista de fines de semana, que toma sus baños de mar y se marcha. Un flujo que se incrementa a partir de 1911 con la apertura de la carretera desde Cárdenas. La población fija está llena de contrastes, pues la conforman en lo esencial burgueses y pescadores. De todas formas no es numerosa. Algo más de mil son los habitantes de la playa en 1899; cifra que desciende a 250 en 1907 y a 193 en 1919. No puede ser de otra manera en una comunidad donde la higiene deja mucho que desear. No hay agua potable. Se dificulta en extremo el transporte y es insuficiente el desarrollo económico.
Se construyen chalets de madera, generalmente de dos plantas y con cantos en el basamento. Este tipo de edificación se generaliza hasta que en 1906 se acometen casas más modernas que reproducen el estilo predominante en el sur de EE.UU. En 1900 se celebra la Fiesta de la Paz, que contempla, por primera vez en la playa, regatas de velas y remos. No volverán a convocarse esas competencias hasta 1907 y se sistematizarán a partir de 1910, cuando se comenzó a entregar a los ganadores la copa Varadero. Un año más tarde, el entonces creado Club Náutico asume la organización del certamen, al que da carácter nacional. En 1913 se establece una mesa telefónica que se sirve de una red de mensajeros que cubre todo el territorio. En 1915 hay el alumbrado público en Varadero. Utiliza faroles de carburo que se encienden hasta las nueve de la noche. El mismo sistema se emplea en la iluminación doméstica. La electricidad llega en 1917.
A consecuencia de la crisis económica Varadero acusa un crecimiento negativo en los años 20 del siglo pasado. Aun así, Torres convierte su establecimiento en un hotel digno de tomarse en cuenta, y el bar Kukito, con su salón de baile, es el embrión, en 1930, de futuros centros nocturnos. El millonario norteamericano Irene Dupont de Nemours adquiere tierras en la península, construye su mansión Xanadú en la mejor zona de la playa y funda una entidad para la venta de terrenos. El acueducto existía desde 1928. La artesanía de conchas y caracoles, que goza de aceptación entre los que visitan el balneario, comienza a comercializarse en La Habana, gracias a la tienda La Sortija, y llega a EE.UU. En 1931 empieza a prestar servicios el hotel Kawama. A partir de ahí se evidencia un crecimiento vertiginoso de los centros recreativos y nocturnos, y desde 1933 son cinco los hoteles que acogen a los visitantes, a los que se suman numerosas casas de huéspedes. En otros órdenes, continúa la extracción de arena y se inicia, en la península y cayos adyacentes, la tala de árboles y la comercialización del mangle, en tanto que la producción de sal queda relegada a un tercer lugar.
En 1933 el ferrocarril inaugura el tramo Habana-Cárdenas. El pequeño aeródromo de la zona inaugura el 21 de julio de 1935 los vuelos Habana-Varadero. En ese mismo año se edita en inglés la primera guía turística del balneario. En 1938 funciona la panadería Varadero. Por la misma época se establece el primer servicentro, y el cine llega a la zona. Dos años después abre sus puertas una tienda de productos industriales y se inaugura una lavandería. Con el establecimiento de estos últimos servicios Varadero estaba ya en condiciones de comenzar a recibir turismo en gran escala, afirma Ana M. García Izquierdo, de quien tomo muchos de estos datos.
En los años 40 del siglo pasado, el turismo desplaza en Varadero a cualquier otro rubro económico. En ese período se pavimentan calles y se tienden aceras. Una nueva carretera reduce a diez kilómetros el trayecto desde y hacia Cárdenas. La Vía Blanca acorta las distancias y hace más cómodo el traslado Habana-Varadero, en tanto que en 1948 los ómnibus de la Compañía Playa Azul enlazan el balneario con Santa Clara. En 1949 quedan inaugurados los vuelos Miami-Varadero-Miami. La red de servicios se hace amplia y variada en esta etapa con la apertura de una fábrica de hielo, una radioemisora y nuevos establecimientos comerciales. En 1952, la población fija sobrepasaba los 7 000 habitantes.
Al iniciarse la década de los 50, el territorio contaba con 17 hoteles. A estos se agregan, entre 1956 y 1958, otros establecimientos hoteleros como Oasis. Existían en la etapa 18 casas de huéspedes, 30 centros nocturnos reconocidos y 17 unidas gastronómicas, lo que no incluía bares ni cafeterías.
El Decreto-Ley 2082 de 27 de enero de 1955 creó la Autoridad del Centro Turístico de Varadero (ACETVA) con el objetivo de impulsar el plan regulador del balneario y conseguir su desarrollo urbano y turístico. Crecieron las llamadas inversiones parásitas. Se asfaltó, en 1954, el último tramo de la Vía Blanca y se inauguró un nuevo acueducto. Continuó la pavimentación de calles y concluyó la construcción del puente de báscula. Muchos de los habitantes más humildes de la localidad buscaron trabajo en la esfera de la construcción, mientras que Cárdenas proveía el personal para la gastronomía, la atención de hoteles y casas de huéspedes y el servicio doméstico. La artesanía seguía siendo una fuente de ingresos. El sector más precario era el de la pesca. Había barrios insalubres en la deslumbrante Playa Azul.
La Revolución engrandeció a Varadero. Cuenta hoy con 56 hoteles y más de 18 000 capacidades. Una puerta al paraíso y la aventura.
(Con información de Milanys Pérez Paz y documentación de García Izquierdo, Santamaría Sánchez e Iglesias Oduardo)