Las tres del domingo
No todos los museos locales están llenos de huesos de dinosaurios y momias egipcias. Shawn Redner y Hilary Siegel-Redner, de Menomonee Falls, estado de Wisconsin, compraron su primera docena de figuras de gatos de segunda mano, o «rescatadas», por capricho, y desde entonces su colección ha crecido a más de 13 000 figuras, lo que les permitió darle nacimiento al Mewseum o Miauseum, decorado como un «país de las maravillas felino festivo» y cuyas ganancias se dedican a rescates de gatos de carne y hueso locales.
Otro museo entre los más simpáticos, lo iniciaron Candace Frazee y Steve Lubanski cuando comenzaron la tradición de darse obsequios relacionados con conejos en su primer día de San Valentín como pareja en 1993, una colección que alcanzó el récord mundial Guinness con 40 550 piezas. La hicieron pública en 1998, al abrir su casa en Pasadena como The Bunny Museum, y la colección Museo del Conejo creció tanto que en 2017 necesitó su propio edificio en Altadena, California.
Si tiene estómago fuerte, sin duda este de Malmo, Suecia, es uno de los museos más oscuros, el Museo de la Comida Asquerosa, fundado por Samuel West, con el objetivo de dar a conocer el porqué algunos alimentos parecen menos apetitosos que otros, examinar los prejuicios y aprender que lo asqueroso es una cuestión de perspectiva. Los alimentos extraños y malolientes que se exhiben en el museo incluyen carne de tiburón fermentada, pene de toro, sopa de nido de pájaro, larvas de hormiga, conejillo de indias asado y queso de gusanos.