Las tres del domingo
Solo debo imaginar la (deliciosa) sorpresa que inundó a los habitantes de un pueblo alemán, cuando de una fábrica de dulces brotó un río de chocolate, que terminó cubriendo toda una calle, en lo que parecía un dejavú de las escenas finales de Willy Wonka y la fábrica de chocolate. El motivo real del fantástico acontecimiento era mucho más mundano: hubo un desperfecto en el tanque que contenía al cacao con leche; sin embargo, el resultado —para aquellos que crecieron viendo la película y, por supuesto, para los fanáticos del «choco»— fue un vendaval que invitaba a comer hasta la indigestión. Claro que no ocurrió así. Los bomberos esperaron a que se secara y retiraron «el postre» de la calle.
Ni dóberman, ni pitbull. Esta escena fue captada por una cámara de vigilancia: el intruso llegó en bicicleta, pertrechado con un palo e intentó abrir la puerta, en ese momento, el canino lo sorprende, comienza a ladrar, se le enfrenta… al ratero no le queda más remedio que huir, mientras a lo lejos, el chihuahua todavía lo ahuyenta.
El chef Jason Harley tiene un gusto desmedido por el oro y el dinero, eso es seguro. Luego de hacerse famoso en 2016 con su rosquita hecha de oro de cien dólares, ahora reedita su postre favorito con un brownie de 24 quilates comestibles, a un precio de 500 dólares. Pero la descripción lo hace parecer cualquier cosa menos un dulce y no solo por lo dorado. Es que, además, el glaseado es de whisky (un Johnnie Walker Blue Label, nada menos), y se sirve con un cigarro Montecristo para acompañar. Supongo que aquellos que estén en condiciones de pagar tanto por un postre, tengan esos extraños gustos a la hora de comer algo azucarado.