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Llegan como en racimo. son noticias sobre actividades de espionaje y tienen un denominador común: está ejercido desde Estados Unidos y otros poderosos contra sus ciudadanos y también contra terceros. El objetivo es siempre el mismo, tener controlado a quien les parezca «enemigo» o al menos disidente de su sistema capital. Vamos a los casos, con dos o tres bastan para la muestra, y comencemos con la historia «antigua».
Sabido es que el Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos le hizo expediente con más de 2 000 páginas al genial Charlie Chaplin, al punto que el actor debió regresar a Europa, a Suiza, pero no a su natal Gran Bretaña, acosado por la campaña MacCarthista que tildó a media intelectualidad estadounidense de comunista y a otros los hizo ser informantes. Pero ahí no está todo, desde los predios del fanático extremista y ultraderechista Edgar Hoover solicitaron ayuda al MI5 británico, que le hizo también un extenso registro personal de informaciones que recién ahora, más de seis décadas después, ha sido desclasificado por el Archivo Nacional de la pérfida Albión, pero tachando siempre el nombre de quienes «hablaron». Por cierto, la conclusión del MI5 debe haber defraudado a sus ahijados al otro lado del Atlántico: Chaplin nunca representó un riesgo para la seguridad. Pero tenemos la historia bien actual.
El sitio Common Dreams decía hace apenas una semana que las libertades ciudadanas en Estados Unidos sí que están en riesgo porque los cielos del país se van a llenar muy pronto con 30 000 drones domésticos que revolotearán por el espacio civil. Ya saben, los aviones no tripulados de cualquier tamaño habido y por haber y que sirven lo mismo para bombardear que para rastrear a cualquiera, por muy profunda que sea la cueva.
El Senado dio la autorización a que los engendros de la ciencia aeroespacial y robótica ocupen lugares que hasta ahora solo eran para las líneas comerciales, los aviones privados y las naves de carga. La ley se aprobó 75 votos contra 20 y otorga 63 400 millones de dólares a la Fuerza Aérea y podrán hacer uso de estos espías tanto la policía como las agencias federales del Gobierno. En el transcurso de una década ningún estadounidense tendrá privacidad ni siquiera en el baño de su casa.
Dice ACLU que no hay nada que valga para «proteger la tradicional privacidad que los norteamericanos siempre han disfrutado y esperan».
Y lo tercero es ya pan comido y lo trae a colación un estudio del Mediterranean Council for Intelligence Studies que apunta al uso de los medios sociales como «la nueva avanzada en táctica de colectar inteligencia de fuentes abiertas», en las que citan a Facebook, Twitter, YouTube y otras plataformas que trabajan las redes sociales y que son vistas por las agencias de inteligencia como canales invaluables para adquirir información, pero también para diseminar sus líneas de propaganda y hasta para crear identidades falsas en apoyo a operaciones encubiertas. La conclusión llega tras el estudio de varios casos recientes, dice Joseph Fitsanakis, uno de los coautores de la investigación, pero especialmente en lo sucedido con la llamada «Primavera Árabe» y cómo el Gobierno de Estados Unidos provee «entrenamiento de activistas» para nacionales extranjeros (es decir residentes en Estados Unidos) con el fin de desestabilizar a sus países de origen, algo detalladamente explicado por un artículo sobre los agitadores con base en EE.UU. que actuaron en Egipto, toda una sedición para promover la democracia con fondos extranjeros y a lo que llaman «cyber disidencia» y citan a seis otros países donde actúan porque «la libertad se ha extinguido», al decir de estos señores del espionaje y las operaciones sucias: China, Cuba, Irán, Siria y Rusia y Venezuela. Más claro, ni el agua.