Frente al espejo
«Leí su comentario titulado ¿DJ en la vía? (Mileyda Menéndez Dávila, 16 de abril) y sentí en carne propia el asunto que aborda: la agresión sonora que sistemáticamente viene produciéndose en ómnibus urbanos de la capital. El problema puede ya catalogarse de grave, pues no se ha atendido adecuadamente por la empresa responsable de la actividad…
«Estoy de acuerdo con usted en que retirar el equipo de sonido sería “botar el sofá”. Creo que el chofer se merece un entretenimiento en su azaroso trabajo. No todos los conductores incurren en esta falta de educación “sonora”: algunos ponen la radio a niveles moderados, y no ha de castigarse a todos por unos cuantos.
«Regular electrónicamente el volumen para que no puedan subirlo conlleva tiempo y un esfuerzo técnico adicional… Reeducar al personal con charlas sobre cortesía, educación ambiental y daños psicológicos y de otros tipos también requeriría tiempo y recursos humanos, aunque ello debió hacerse en la escuela de choferes de ómnibus urbanos.
«Una solución factible y ágil es desconectar las bocinas a partir de la puerta # 2 y crear una zona de silencio especialmente al final del carro —allí los aditamentos de audio están más cerca del oído— y acostumbrarse a un volumen moderado.
«Su artículo no es el primero sobre agresión sonora en los ómnibus, aunque temo que otros cayeron al vacío… Lanzo un SOS para realizar una denuncia educativa a través de los medios. Es necesario hacer conciencia de que la música bailable es para lugares abiertos, no cerrados, sobre todo del ómnibus, que es el más pequeño de los locales cerrados al que debe acudir el pueblo». (Alfonso Ali Chea)