Desde la grada
Hay un termómetro que empieza a enrojecer su cariz. El calendario lo obliga: parece que la mansedumbre de las aguas dará paso a un torbellino forjado de emociones. El béisbol, que casi siempre es fiesta, va preparando sus mejores atuendos para la etapa de tensión máxima, para el espectáculo en su expresión más sincera.
Algunos fenómenos apenas encuentran explicación en las letras. Los playoffs, por ejemplo, desprenden una parafernalia que ni los mejores escribanos han podido fotografiar en sus líneas.
¿Cómo podría el lector sentir con la vista el asfixiante pánico ante un cuadrangular en contra en el final del noveno? ¿O la incontenible ira por aquel lanzamiento que parecía strike y el árbitro, ¡qué decir de los árbitros!, definió como bola?
Los playoffs son otra cosa: luz, color, miedo, frenesí. Cuando empiezan, todos ríen. Cuando acaban, ríe uno y los demás arrastran la pena de quedar en el camino. Los playoffs son, ¡qué se yo!, el pollo del arroz con pollo, así, en buen cubano.
Este año Mayabeque podrá descubrir por vez primera la sensación de jugarse todo a un puñado de partidos. Tendrán entonces la prueba más dura para comprobar si pueden o no controlar el espanto ante el fracaso y gestionar el éxtasis de un triunfo.
Ya lo han dicho varios viejos conocedores de estas etapas. Cuando empieza la fase de muerte súbita, solo vale el hoy, el ahora, aquel out que pudo ser quieto y el jonrón que puede empatar el partido, ganar con un toque de bola o a batazo limpio, pero ganar, ganar hoy porque mañana será otro día. Ganar, ganar y ganar.
Ahora el público también tiene voz y voto. Lo mismo puede hundir la autoestima del contrario que empujar a los suyos. Rara vez un estadio deja capacidades vacías. Las gradas suelen estar a reventar porque nadie quiere ausentarse a «la hora de la verdad».
Habrá que ver cuántas historias se podrán contar en estas fases a lo largo de más de 60 años, cuántos héroes habrán escrito su nombre con gestas sin parangón, cuánto talento fue recompensado con actuaciones memorables.
Sí, los playoffs son harina de otro costal. Y para no variar en la tradición, este año ocho equipos volverán a pelear hasta el fin por la ansiada corona. Siete quedarán en el trayecto, pero valdrá la pena. Como dijo el poeta, el camino se hace mejor al andar. Que suenen los tambores. Abrochen cinturones, que ya empiezan.