Acuse de recibo
El pasado 3 de enero, desde Palma Soriano, Santiago de Cuba, Manuel Agustín Padrón Ramírez denunció que desde hacía tiempo, no precisamente por los festejos de fin de año por esos días, allí un trabajador por cuenta propia hizo en un tráiler una tarima donde montó seis bafles de audio de los grandes. Y la tarima iba acompañada de otro carromato donde se vendían bebidas y otros productos.
«Esto, refería, lo van montando y desmontando por los barrios de la ciudad. La función consiste en poner la música bien alta con el objetivo de atraer clientes a su lugar para que consuman lo que llevan en el otro vehículo. Y dice la Dirección de Cultura que es un proyecto cultural. Solo ellos lo ven así, y el disfrute de unos no puede sustentarse en la amarga vida de otros. Esta carpa, que es como se le llama, comienza desde la tarde hasta la madrugada. El volumen de la música es muy alto mientras dura la función. Los vecinos: niños, ancianos, trabajadores que viven en los barrios donde se posiciona este engendro.
«A ellos la vida les cambia ya que para entenderse hay que hablar alto. Las casas completamente cerradas y aun así la televisión está de más, no se oye, el ruido lo impide. Y si es cuando llega la noche y queremos descansar no se puede. Las casas vibran por el bajo del audio que resuena por doquier. El cuerpo se extremece de una forma que es imposible captar el sueño. Y una vez que se acaba es imposible dormir. Ya el estrés acústico ha hecho efecto en los vecinos.
«Esto, sin contar que las paredes exteriores de las viviendas se convierten en baños públicos mientras dura la estancia de este mal llamado proyecto de la casa de la cultura».
Y cuando Manuel Agustín me escribió, el ambulante desparpajo se encontraba ubicado en su barrio hacía seis días.
Al respecto, responde Damaris Navas Isaac, viceintendente para los Servicios en el municipio, que «los decibeles de la música allí se encuentran en los parámetros permisibles avalados por el Citma». Y añade que se verificó en varias oportunidades el actuar de los operadores, comprobándose que en algunos momentos se violó lo establecido, aspecto que se fue trabajando para ir contribuyendo a evitar los ruidos ensordecedores.
Con respecto al cumplimiento de los horarios, señala que las presentaciones no comenzaban en la tarde, sino entre las 8:00 y las 9:00 p.m., horarios establecidos para realizar dicha actividad. Se autorizaron extenderlos los viernes y sábados hasta la 1:00 a.m. y los domingos hasta las 12:00 p.m. Y admite que en muchas ocasiones ese horario no fue cumplido, y se realizaron los análisis pertinentes, con las medidas correspondientes.
Precisa que «con mucho rigor fueron evaluadas las quejas realizadas por la población en tal sentido; por lo que se llegó a la conclusión de realizar reajustes en su contratación, en correspondencia con los intereses de las máximas autoridades del territorio». Por todo lo antes expuesto se considera con razón en parte la denuncia realizada, concluye.
La respuesta es algo contradictoria, pues se afirma que los decibeles de la música se encuentran en los
parámetros permisibles avalados por el Citma, y al propio tiempo se admite que en «algunos momentos» se violó lo establecido al respecto. ¿Cuántos momentos habrán sido, esos de los que se quejaba Manuel Agustín?
En cuanto al horario de la música, reconoce que «en muchas ocasiones no fue cumplido», y expresa que se realizaron los análisis pertinentes, con las medidas correspondientes; pero no especifica en qué consistieron.
Sobre la denuncia hecha de que «las paredes exteriores de las viviendas se convierten en baños públicos, mientras dura la estancia de este mal llamado proyecto de la casa de la cultura»; no aparece en la respuesta ningún comentario acerca de tan impúdica e incivilizada costumbre.
Salvo lo del horario desde la tarde, no podría precisar por la respuesta la «parte» en que Manuel Agustín no tenía «razón», pero todo parece indicar que ese convoyado ambulante de música con bebida en cualquier esquina vulneraba la paz de los vecinos. Ojalá no se repita con el paso del tiempo…